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CLARA BORT DÍAZ
Lunes, 11 de julio 2016, 12:29
Ayudan a enriquecer la actividad mental previniendo enfermedades como el alzhéimer, estimulan la memoria y la concentración y además sirven para entrenar la inteligencia lógica y espacial. Se trata de un "antídoto" con 250 años de antigüedad que nada tiene que ver con los medicamentos ... o las vitaminas y muchas veces queda relegado -erróneamente- a las zonas de juego de los más pequeños: los puzles.
El próximo 24 de julio se celebrará en Laguna de Duero el primer campeonato de Puzzle-chess, conmemorando, precisamente, el 250 aniversario de este pasatiempo. 64 personas desafiarán al reloj tratando de colocar las piezas del puzle en el menor tiempo posible a través de rondas eliminatorias que culminarán en una gran final. Se trata de un evento organizado por la Asociación Española de Puzles que pretende homenajear los dos centenarios y medio del rompecabezas.
pasatiempo se remonta a 1766, cuando el cartógrafo inglés John Spilsbury ideó un método para facilitar a los niños el aprendizaje de geografía. La idea de este aprendiz de geógrafo de montar mapas en tablas de madera y luego serrarlas para que los alumnnos ensambaran las piezas, se puso de moda rápidamente entre la alta sociedad inglesa. Dos años después de crear su primer mapa de Europa, Spilsbury puso a la venta rompecabezas de los cuatro continentes conocidos hasta el momento, y también de Inglaterra, Gales, Irlanda y Escocia.
Este formato, llamado "disección" se exportó rápidamente a escenas bíblicas, árboles genealógicos y tablas matemáticas. En el siglo XIX su popularidad aumentó, ya que además de innovarse en técnicas y materiales, dejaron de ser un pasatiempo didáctico para entretener también a los adultos. En esta época las piezas se cortaban a mano siguiendo los contornos de las figuras; se trataba de un método artesanal que encarecía su precio, equivalente a la décima parte del salario mensual de la clase media.
Las novedades introducidas en el siglo XX permitieron que la clase trabajadora también pudiera acceder a los rompecabezas. Comenzaron a fabricarse en cartón, y las temáticas y los niveles de dificultad se diversificaron. Además, a principios de siglo también surgió el método actual de ensamblar las piezas, multiplicando las posibilidades.
Lejos de descender su popularidad durante la Gran Depresión estadounidense, la venta de rompecabezas creció gracias al "puzle de la semana" del que se llegaron a vender 10 millones de unidades semanales. Esta iniciativa permitía que una clase media y baja que sufría altas cotas de desempleo tuviera acceso a una forma de entrtenimiento económica.
Después de pasar por su peor momento tras la II Guerra Mundial, algunos artistas gráficos como Springbok introdujeron en los puzles las obras de arte como tema. Esto junto con la mejora de técnicas de teñido ayudaron a que los rompecabezas recuperaran su lugar entre los pasatiempos más populares de la sociedad.
Hoy la ciencia ha demostrado que sus beneficios van mucho más allá del entretenimiento, estimulando las capacidades cognitvas. Según los "puzzleros" -como se hacen llamar sus aficionados- los este sano pasatiempo tiene un único inconveniente: puede llegar a ser muy, muy adictivo.
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