La tarde del Domingo de Ramos vivió un romance plateado en todo su esplendor. Una pasión que llegó desde San Lorenzo y se encargó de recorrer la ciudad entre muros y muros de gente que aguardaron pacientes la llegada del desfile.
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La Procesión del Cristo ... del Gran Poder lució bajo el sol y puso en escena la cantera de la Semana Santa leonesa.
Las calles se quedaban pequeñas ante las miles de personas que no quisieron perder detalle de las túnicas negras que pusieron sobre el empedrado hasta cinco tallas, bajo el sello de Melchor Gutiérrez, en un ameno acto procesional.
La juventud al poder para la cofradía más novel de León. Los mandamientos, portados por paponines, dejaban tras de sí el primer paso: Los Apóstoles. Juan, Pedro y Santiago caminaban por la capital con las marchas de la Banda de Jesús Divino Obrero.
Tras de éste, los atributos. Objetos relacionados con la vida de Jesús que aguardaban el momento más esperado de la procesión. Tuvieron que cambiar la ubicación del acto, perdiendo la plasticidad del arco de la cárcel, pero no desmereció el del obispo -ya sin arco-. El paso del Cristo del Gran Poder, el titular de la penitencial, pasaba por el palacio episcopal entre las palmas que se agitaban a ambos lados del recorrido. Y lo hizo además estrenando las representaciones de los evangelistas sobre un barroco trono.
Atronaban los instrumentos de la Agrupación Musical del Gran Poder para celebrar la representación de la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén.
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La Expulsión, representando el momento en el que Jesús echó a los mercaderes del templo, ocupaba el tercer lugar de la muestra de arte de Melchor con su cofradía.
Las hermanas de María del Dulce Nombre aportaron su Unción de Betania con vasijas y enseres de barro y las sábanas del lavatorio de pies, esperando a que este Jueves Santo vuelva a ser su gran día.
También participaron la sección de Veteranos Paracaidistas y la Hermandad de Donantes de Sangre.
Los dos últimos pasos llegaron al ritmo que marcaba la Banda del Dulce Nombre de Jesús Nazareno. San Juan asomaba y tras él lo hacía una de las tallas marianas más llamativas de la Semana Santa leonesa.
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La Virgen del Gran Poder lucía de púrpura y oro engalanada para procesionar y poner broche plateado a la tarde de su penitencial. Las braceras, hasta el centenar, portaban la imagen entre la admiración y los aplausos del público en los momentos de baile del palio.
El Domingo de Ramos se volvió a vestir en León de pasión plateada y de gran poder para seguir subiendo las revoluciones de una Semana Santa que se empieza a crecer con el paso de los días.
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