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Por fin León cerró los ojos para olvidar la pandemia y cuando los abrió escuchó, escuchó el repicar de unas campanas que solo tañen así una vez al año.
Faltaban varios minutos y en la calle Herreros, hoy desdibujada entre andamios, no cabía ya ni un alma. Incluso el sol se atrevió a asomar tras una jornada gris para iluminar desde el cielo unas letras gigantes de ese semanasantero «¡Que sea enhorabuena!».
Brilló el sol, brillaron las campanas de la Iglesia del Mercado, alegres como hacía tiempo no se dejaban oír, y brilló la Semana Santa de nuevo, porque pudo regresar a las calles de León. Y todos los leoneses se echaron a ella, por miles, para disfrutar de su gran pasión.
Lo anunció el párroco, Manuel Fláker, en lo peor de la pandemia: «Si hace falta sacamos a la virgen», y los mozos del Mercado cumplieron con la palabra del prelado del barrio.
Salió la señora de León a hombros de sus muchachos, muchos ya con largas canas, y recibió un auténtico baño de masas. Ella lo había conseguido: su rostro afligido era el rostro del Viernes de Dolores menos doloroso para la ciudad.
Tres años después, más de 1.000 días en su camarín, Nuestra Señora del Mercado, la Antigua, o la Morenica, como la llaman sus fieles, la talla cruzó el dintel y se asomó con su hijo yacente a la calle Herreros para convertirse en aquello para lo que se creó: ser la madre del pueblo de León.
Seguían atronando las campanas. Fiesta grande en el viejo reino. Viernes de Dolores, de reencuentro y de regreso a una ciudad que dejaba una estampa de otra época en una plaza del Grano donde ya no cabía nadie.
Abrió la procesión la Agrupación Musical de Angustias y Soledad en su aniversario. Tras ellos, la junta de seises de las tres cofradías que tienen sede en el Mercado han acudido a la llamada del Viernes del Dolores. Abrió la decana, le siguió Jesús -al completo- y acabó el Silencio con sus capas pardas.
Acompañada por sus ofrecidas, la Morenica surcó las calles sobre los hombros de algo más de medio centenar de mozos que se dejaban llevar por la emoción y por los sones de la Banda de Música del Dulce Nombre de Jesús Nazareno.
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Y tras ella, León entero. El alcalde y la corporación municipal seguían a las centenares de personas que acudieron a velar esta talla anónima del siglo XV que estrenaba sudario sobre la cruz, donado por la Cámara de Comercio, y lucía un largo manto de terciopelo, corona y pendientes de realeza. También participaros representantes de las 16 cofradías, que ya tienen el capillo y la túnica esperando, así como miembros de la Junta Mayor.
Solmenidad y recogimiento hubo en el interior de la iglesia de las Madres Benedictinas. Las religiosas le cantaron a la reina y madre mientras sus braceros mecían el paso. Respiro religioso antes de volver al empedredado, subir las Carbajalas, y gritarle a León, a los pies de su cruz, que ya es Semana Santa.
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Sara I. Belled, Clara Privé y Lourdes Pérez
Clara Alba, Cristina Cándido y Leticia Aróstegui
Javier Martínez y Leticia Aróstegui
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