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Las bienaventuranzas dibujan el rostro de Jesucristo y describen su caridad; expresan la vocación de los fieles asociados a la gloria de su Pasión y de su Resurrección y así lo han querido mostrar a todo León desde la cofradía con una procesión y acto central que ha vuelto a cortar la respiración en la plaza de Regla.
Capillos azules y túnicas negras llenaban de bienaventuranzas la mañana de Jueves Santo en León. Desde primera hora procesionaban con ilusión para llevar al Moreno al cielo una Semana Santa más. Un acto en el que el sol brilla con fuerza apoyando la pasión leonesa en su día grande. El sermón de las Bienaventuranzas recordaba a una repleta plaza de Regla la felicidad alcanzada tras los ocho preceptos, una felicidad que nada tiene que ver con la que se persigue en este mundo que acaba siendo pasajera.
Sonaban los acordes que marcan el paso de los braceros del titular de la penitencial de San Claudio. Los nervios se apoderaban de la plaza y con ellos la emoción. Con las dos manos, con fuerza y con pasión el Moreno se elevó a los cielos y con él llegó la felicidad en forma de miles de aplausos.
El acto central daba emoción a los presentes quienes se olvidaban de el retraso de la entrada de los pasos en la plaza de Regla. La Santa Cruz, una talla del año 1998, era la primera en hacer su entrada para colocarse a los pies de la Catedral de León. La Cruz pujada por los cofrades más jóvenes de la parroquia de San Claudio, abría de este modo el acto central de las Bienaventuranzas.
Muy cerca, sin hacer esperar a los centenares de leoneses que se agolpaban en la plaza y asomaban por las ventanas de los edificios aledaños llegaba imponente la última adquisición de la penitencial de don Carmelo. Nuestro Señor Jesús Nazareno hacía entrada en la plaza de Regla con su patíbulo a hombros y ayudado por el cirineo. Con una mirada de resignación, pero también serenidad la talla de Cristo, representada con una iconografía inédita en la Semana Santa, asombrada a los presentes.
Llegaba el protagonista, el titular de la cofradía y el que se eleva al cielo año tras año sin importar el tiempo que se anuncie. Ante la Catedral de León, plantando frente al templo se situaba el Santo Cristo de la Bienaventuranza, el 'Moreno' de San Claudio. Pujado por unos 80 braceros llegaba en su cruz abrazada por el campo de flores rojas que ofrece un mayor empaque al paso y en un trono estrenado en el año anterior.
Tras él Nuestra Madre de la Piedad, una talla en madera de cedro policromada al óleo y con una altura de 1,70 metros. Y cerraba la procesión, María Santísima de la Misericordía, una imagen de una Virgen con rostro sereno, pero reflejando el dolor por la reciente pérdida de su Hijo amado, plasmado en las cinco lágrimas que surcan su rostro.
Las promesas del año y las bienaventuranzas de Jueves Santo se unieron ante la esperanza de las dificultades, o así lo hacen tradicionalmente quienes practican la religión y con fervor acuden al acto. Las bienaventuranzas dibujan el rostro de Jesucristo y describen su caridad; expresan la vocación de los fieles asociados a la gloria de su Pasión y de su Resurrección y así lo han querido mostrar a todo León desde la cofradía con una procesión y acto central que ha vuelto a cortar la respiración en la plaza de Regla.
Un acto especial para los braceros de la Cofradía y todos los leoneses que disfrutan así de Jueves Santo.
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Abel Verano, Lidia Carvajal y Lidia Carvajal
Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
José A. González y Álex Sánchez
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