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Rubén Fariñas | N. Brandón
León
Viernes, 19 de abril 2019, 08:32
Frío de mañana, sentimientos a flor de piel, sensaciones únicas, sensaciones que estremecen. La madrugada, rota desde primera hora, esperaba serena la llegada de la Procesión de los Pasos.
En Santa Nonia, como manda la tradición, cientos de personas se agolpaban en el prólogo a un acto procesionar cuyo cúlmen se vive en la Plaza Mayor. Y allí San Juan protagoniza la genuflexión ante la Virgen bajo la mirada del Nazareno. Tremendo.
Abrazos sentidos que se esperan mientras los braceros del San Juanín y la Dolorosa intentan darse la mano. Los cofrades del Dulce Nombre de Jesús Nazareno han vivido la noche de espera antes del ecnuentro El Encuentro.
Grande la Semana Santa de León. Enorme el Viernes Santo. Grande la Procesión de los Pasos que ha desafiado, con éxito, a la lluvia. De nuevo León, rendido a los pies de Dolorosa, el Nazareno y el San Juan.
Al apagarse la voz de la Ronda, se desborda el Viernes Santo, el día de la Procesión de los Pasos, con el permiso de la procesión de las Siete Palabras y del Santo Entierro.
Con el cielo encapotado y un frío gélido que no ha impedido mostrar una abarrotada plaza, las trece tallas han salido de la Iglesia de Santa Nonia para, tras dejar atrás las angostas calles del barrio Húmedo, alcanzar la Plaza Mayor de León donde ante la atenta mirada de los cientos de espectadores han ido tomando posesiones para vivir El Encuentro.
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La Oración en el Huerto, El Prendimiento, la Flagelación, la Coronación y el Ecce Homo. Atrás dejan las estrechas y empedradas calles para abrirse paso ante una multitud de gente que aguardaba en silencio para vivir el momento más álgido de la Semana Santa leonesa.
Emoción contenida al ver entrar la hermosa imagen del Nazareno, el Cristo cargando su cruz, ese madero que acepta y desbordando el miedo humano que enaltece aún más su sacrificio. Una talla que arrancó el primer aplauso de esta procesión, cuyo origen se desconoce pero que se ha convertido en el eje central de la Pasión leonesa.
Allí, el Nazareno aguarda en la parte central de la plaza y en silencio la llegada de la Virgen mientras el olor del incienso embriagaba una plaza, que se estremecía con cada acorde, con cada sonido de las bandas y agrupaciones que despertaron el sentimiento de la pasión.
Siguiendo sus pasos, La Verónica, El Expolio, la Exaltación de la Cruz, la Crucifixión y el Santo Cristo de la Agonía, que precedía de la llegada de la Madre Dolorosa que caminará a su encuentro con San Juan, momento único de la Semana Santa. Tradición viva, enorme.
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