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Este 1 de julio se cumplen tres años desde que el obispo emérito de León, Julián López, inaugurara el nuevo Museo Diocesano y de la Semana Santa. Y si retrocedemos cuatro años más, a 2016, en esta misma fecha se bendecía la primera ... piedra de su obra.
Siete años después de esa efeméride, el proyecto se encuentra «encallado» y en una encrucijada que el nuevo patronato trata de resolver. El edificio, tal cual está concebido, no puede ser un museo de la pasión leonesa.
Con un presupuesto inicial de cinco millones de euros, que superó los ocho millones en la ejecución final de las obras, y con subvenciones públicas de casi 2,5 millones, la musealización se encuentra «paralizada». «Es un escaparate sin llenar. Como museo no está funcionando», se afirma desde la propia Diócesis de León.
Pero, ¿por qué un edificio concebido para tal fin no puede ser utilizado? La respuesta es clara y contundente: el patio central, la sala principal del museo, no está preparada técnicamente para recibir tallas y pasos de la Semana Santa de León y garantizar su conservación, primera premisa de cualquier espacio expositivo.
La cúpula acristalada, una de las principales atracciones del museo, ha resultado ser la gran piedra en el camino. Los rayos del sol se proyectan sobre la estructura y acabarían por deteriorar las imágenes. Además, el efecto invernadero que se produce eleva las temperaturas en el interior por encima de los 40 grados.
La solución más sencilla sería dotar de climatización artificial al Museo Diocesano y de la Semana Santa, algo que resulta «inviable» para la Diócesis de León. El coste de esta instalación devoraría un presupuesto anual de 200.000 euros. Un pozo sin fondo inasumible.
El nuevo presidente del patronato, el vicario general Luis García, confirma la mayor: «El museo está en un callejón sin salida». El acristalamiento deja una sala cerrada herméticamente que es «poco funcional» por la alta temperatura y la incidencia del sol.
Tras la visita de ingenieros de Madrid y de los propios trabajadores que montaron la cúpula, ahora se está valorando abrir los muros donde descansa la cúpula, que daban superficie a una terraza abalconada en el exterior, y que ahí se instalen ventanales que den ventilación natural al edificio.
Esta intervención, según fuentes consultadas por leonoticias, debería ir acompañado de la instalación de un toldo, retráctil o fijo, que evite la exposición permanente de las tallas a los rayos del sol, especialmente en la época estival.
Mientras se ejecuta la solución al patio central, la idea del patronato es poner en marcha el museo dando ya uso a las salas de la primera planta, espacio ya ocupado por otras exposiciones temporales durante el pasado 2022.
La fundación ha citado a las cofradías en la última semana y les ha remitido al mes de septiembre para ponerse «seriamente» con una exposición permanente en la que se pueden ubicar «tallas sueltas, aunque no pasos».
Hay una parte diocesana de la que se encargará el responsable del Museo Catedral de León, Máximo Rascón, y que ya se está llenando de piezas. La parte de la Semana Santa ha quedado encomendada a César García Álvarez -profesor de Historia del Arte- y Ariadna González del Valle. «Se les ha pedido reacomodar el proyecto museográfico y el discurso litúrgico a esta nueva situación».
El plan museístico es un documento «que marca la guía del museo», explica Luis García, desde la conservación a la seguridad, pasando por el presupuesto. El primer texto llevado a la Junta de Castilla y León no recibió la aprobación de Patrimonio, que reclamó «una serie de requerimientos» que aún no se han respondido.
Desde las cofradías ya han empezado a ofrecer las tallas -no expuestas al culto- que podrían ubicarse en esta primera planta -la zona del patio, cuando esté disponible, irá ocupada por crucificados-. Hugo Medina, abad de Angustias y Soledad, y Juan Muñiz, abad del Dulce Nombre de Jesús Nazareno, se han mostrado optimistas con esta situación. «Ahora está al frente gente que tienen una idea clara de lo que quieren que sea el museo». «Ahora, la gente que trabaja es gente que sabe», compartían los abades de las dos penitenciales más antiguas de la ciudad. Ambos han recordado que este museo «no es un almacén, es un espacio para exponer de forma digna» por lo que han solicitado «plazos claros» para preparar su patrimonio.
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