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Su aspecto exterior no deja indiferente a nadie. Tampoco lo hará una charla con él, que nunca será breve, y para la que ningún tema resultará tabú.
Melchor Gutiérrez imagina y ejecuta. Ha creado su propio estilo y allá donde va lleva su escuela. Lleva 35 años dedicados a su hobby, la imaginería devocional.
Antes lo hizo de la mano del Nazareno y el Sacramentado donde, reconoce, «fracasé en ambos intentos»; y ahora lo hace con el Gran Poder, para quien ha diseñado un manto que han tejido en el taller que él mismo montó. «Tengo tendencia de allá donde voy montar un taller y aquí he hecho uno de bordado». En el patio de las trinitarias tiene implicadas a varias mujeres que han estado muchos meses elaborando el manto de la Virgen del Gran Poder, un manto «tirando por lo bajo de 120.000 euros» y que a la cofradía «le ha salido por la patilla» a cambio de entregar mucho tiempo y mucha implicación en la producción.
Vive por y para la escultura. Su vida, de lunes a domingo, se desarrolla en el taller, donde lamenta no poder pasar incluso más horas. Tiene un problema de espalda que le impide dormir muchas horas. A las 5:30 de la madrugada ya está en el taller y allí se queda hasta la comida, a las dos de la tarde. Duerme una hora y media de siesta y vuelve al taller hasta las 10 de la noche. «Y hasta esa hora porque estoy cansado y la vida familiar te obliga a hacer algo de vida familiar, sino yo empalmaría con el día siguiente».
Reconoce que sus tallas tienen un estilo personal, aunque cuando están en la calle no se ve reflejado. Sin romper con el barroco, trata de incorporar el siglo XX a una Semana Santa de León que le enamora. Le encantó desde el origen por ser un tiempo santo «desenfadado», que rehuye de una pasión «triste, dolorosa y terrible» para convertirla en algo alegre. «Las procesiones se ven con tapa y limonada. León ha quitado dolor a la Semana Santa y le ha dado una dimensión distinta convirtiéndola en unas fiestas de primavera».
Él crea modelos, trabaja sin boceto y sin proyecto. Plantea una figura desnuda a la que da movimiento hasta lograr la postura que le apetece. Entonces la viste. Y así es como aterrizó en esta ciudad de la critica la falta de estilo de su pasión. «Me decían que en León hay estilo sobrio. Y no, nada de eso, el estilo era pobre, patatero y perrero hasta decir basta».
Gutiérrez Sanmartín es consciente de que está en su tercer intento, tras «fracasar» en el Nazareno y el Sacramentado al intentar dar «una identidad distinta» a la Semana Santa de León y que no se confunda con la de Zamora, Salamanca, Málaga o Sevilla, «pero al final se ha echado en brazos de Sevilla y vemos vírgenes sevillanas de doce varales de palio». Él ha intentado huir de eso e insiste en su propuesta porque «si mi estilo es el peor aún no he conocido el resto de propuestas». Le dicen que su forma de hacer tallas es «peligrosa y arriesgada», pero insiste en que solo pretende crear algo distinto. «No sé si es un error, lo que me parece un error es traer el estilo andaluz a León, ¿no podemos crear algo que sea nuestro? Lo he intentado, este es mi tercer intento y tengo 70 años; si vuelvo a fracasar, ya no sé si habrá tiempo para más».
No tiene una obra favorita, pero se decanta por una a la que tiene un cariño especial: el Cristo del Gran Poder, a la que cataloga de «un capricho excesivo». El titular de la cofradía de San Lorenzo fue un «agradecimiento» a la única penitencial que le pagaba por sus trabajos. Está tallado de una partida de caoba brasileña destinada al retablo de la catedral de la Almudena -Madrid- y en este cristo se encuentran los mejores tablones. «Fue lo comido por lo servido», afirma. Lo hizo con su hijo, por ello el cariño especial. Uno lo planteó, el otro realizó la anatomía interna y el primero remató el vestuario. «Es una pieza que a mí me puede en la calle. Este cristo, te llena la calle».
Su mente ya está completando el paso que iba a llamarse 'Las Tentaciones de Pedro' pero que el obispado a determinado que se llame 'La Mujer Piadosa'. Y, sin huir de la crítica al Ministerio de Igualdad, aquí también entra en la polémica. «¿Solo los hombres iban a seguir a cristo?», se pregunta, y él mismo se responde: «Yo estoy convencido de que no». Melchor cree que hubo más de 12 seguidores de Jesús y que también habría mujeres porque desde el inicio de los tiempos «la mujer ha tenido cerebro y capacidad y si María Magdalena fue capaz de romper moldes y unirse a un grupo vanguardista que iba en otra dirección, ¿no iba a haber dos mujeres?».
Por delante sigue pensando en nuevos proyecto. Al Gran Poder le faltan más mujeres, un crucificado y tres apóstoles, «por lo menos». Si le dejan suelto y tiempo, completará la cofradía. «Mi salud es bastante precaria y puedo decir que me queda..., pero intento completar esta cofradía par que entre las escenas que se representan en los pasos y las figuras esta cofradía tenga una pasión completa».
Buena salud, de momento, tiene su unión con el Gran Poder. Una relación mutuamente beneficiosa. «A ellos les interesa que yo trabaje gratis para ellos y a mí me interesa que ellos procesionen mi obra. Entonces, estamos encantados de la vida. Ya llegará el momento de que no nos llevemos tan bien, pero de momento estamos muy bien».
Se lamenta que no haya tiempo para más, él quiere seguir hablando. Y nos cita para sacar a la luz su crítica sobre el Museo de la Semana Santa, pero eso ya será otro barro que tocar y otra figura que moldear.
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Abel Verano, Lidia Carvajal y Lidia Carvajal
Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
José A. González y Álex Sánchez
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