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La noche se tornó más fría que el día, pero no pudo con la pasión de los leoneses por la Redención. El recogimiento y la tradición volvieron a darse la mano en la Procesión de Nuestro Señor Jesús de la Redención, que llenó el perímetro de la Plaza del Grano de fieles. El bullicio y el jaleo de los momentos previos se fue apagando y León volvió a cerrar su Domingo de Ramos por todo lo alto.
El traqueteo de la Cofradía de Nuestro Señor Jesús de la Redención se apoderó de la capital y la noche le dio un sentir especial a una de las procesiones más queridas y admiradas.
«A vosotros os llamo, hermanos de la Cofradía de Nuestro Señor Jesús de la Redención». Una frase y tres golpes secos dieron inicio a la procesión. La puerta del convento de las Madres Benedictinas se abrió y la Redención comenzó ahí su particular recorrido por las calles de la capital.
La imagen del Padre Jesús de la Misericordia era el encargado de guiar el camino. Los nervios y la emoción se apoderaron de los braceros que sacaron el paso del patio de las Carbajalas y lo cargaron a hombros para iniciar el recorrido. El sonido de las horquetas se hizo fuerte y llegó a inundar cada rincón de la plaza del Grano que esperaba impaciente.
Llegaba el turno del imponente Santo Cristo de la Redención. Los miembros de la cofradía sacaron el trono a la calle mientras otros cargaron con la cruz para colocarla en su lugar. A la hora de levantar el paso, unos momentos de tensión por la falta de coordinación hicieron encoger el corazón de los presentes. Rápidamente se rectificó y con el Santo Cristo a hombros los aplausos sonaron con más fuerza que nunca.
El golpeo de las horquetas sobre el suelo volvió a romper el silencio y los acordes sonaron con fuerza para alzar el paso por las calles de la capital.
Cerraba la procesión el paso de Nuestra Madre de la Divina Gracia que salía por la puerta del convento con la majestuosidad que la caracteriza.
La Redención daba el final esperado a la noche del Domingo de Ramos en la capital con una procesión marcada por la pasión y el respeto.
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Sara I. Belled, Clara Privé y Lourdes Pérez
Clara Alba, Cristina Cándido y Leticia Aróstegui
Javier Martínez y Leticia Aróstegui
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