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Acto del Encuentro en la procesión de los Pasos. Inés Santos

Semana Santa | Procesión de los Pasos

El Encuentro luce ante la Catedral de León en la jugada maestra de Jesús

En una mañana de Viernes Santo frenética en Santa Nonia, la decisión de la cofradía permite disfrutar, de forma más modesta, del acto central de la Semana Santa de León

Viernes, 18 de abril 2025

No fue a la hora nona en esta ocasión, sino a la del ángelus cuando las puertas de Santa Nonia se volvían a abrir en una mañana de emociones desmedidas a las puertas de la catedral de la pasión leonesa.

Jesús le puso la cara a la cruz. La jugada maestra tejida entre bambalinas de la capilla encontró una ventana en el cielo para que León disfrutara de su principal procesión de Semana Santa.

Fue con media hora de retraso, lo que necesitó el Dulce Nombre para decidirse, pero con un rotundo éxito en la ejecución de un plan que reducía el recorrido pero permitiría que los Pasos llevaran a la calle 13 obras de arte un acto para el recuerdo. La junta de gobierno esperó, decidió recortar por la calle Ancha y llegó a Santa Nonia antes de que el cielo se volviera a abrir.

Así se fraguó una mañana de Viernes Santo en la que los nervios del primer momento se convirtieron en caras de felicidad y preparativos acelerados para que la procesión saliera adelante.

Todos arrimaron el hombro, desde los braceros a los que se les ordenaba paso ligero, hasta las bandas que interpretaban una marcha tras otra. A las 8 de la mañana, la procesión se ponía en marcha y a las 9:30 acababa de salir de Santa Nonia, cuando el primer paso ya encaraba Mariano Domínguez Berrueta.

En la plaza de Regla, la expectación era total. Las sillas habían esperado vacías la decisión que se estaba tomando a un kilómetro de distancia. Iba a haber procesión y Encuentro, en una año donde se regresaba al marco incomparable de la pulchra leonina.

Los pasos fueron llegando: Oración, Prendimiento, Flagelación... pero lo hacían sin detenerse ante la fachada principal del templo. Doblaban esquinazo y Ancha abajo. Así lo fueron haciendo uno tras otro, hasta que lo hizo Nuestro Padre Jesús Nazareno, que se llevó la mayor parte de los aplausos.

El público tiraba de mantas, gorros, guantes y bufandas para defenderse del frío, pero no se contaba con un pequeño chaparrón que sorprendía cuando las cruces empezaban a llegar a la plaza. Los paraguas empezaban a brotar, se temía lo peor, pero solo fue una nube pasajera y el espectáculo podía continuar.

El tiempo se detuvo cuando San Juan se postraba en Sierra Pambley y la Madre Dolorosa hacía lo propio en Domínguez Berrueta. Todo estaba listo para el momento culmen de la pasión leonesa. Poco a poco, ambos pasos fueron aproximándose. Y con los primeros sones de la marcha Dolorosa la tensión por lo emotivo se podía sentir.

En una de las paradas, con un solo de corneta, el bracero mayor del discípulo ordenaba a los suyos la genuflexión ante la virgen y ahí se pararon los relojes por unos segundos.

Con los toques para volver a posición y el estallido de la banda de música, las palmas rompían el silencio y llevaban el éxtasis al que solo le faltó el ya clásico Orando al Cielo, marcha sustituida en esta ocasión.

León volvió así a recordar la pasión de Cristo con un acto que la lluvia no logró borrar y en un enclave único con el que la mano de los hermanitos se imponía en su jugada maestra.

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