Álvaro y Julio se sacan 73 años pero viven con la misma intensidad la devoción por la 'Morenica', Nuestra Señora del Mercado. Sandra Santos

Dos generaciones unidas por una 'madre'

Julio del Valle -92 años- y Álvaro Labanda -19 años- son los mozos de la parroquia del Mercado más veterano y más joven, respectivamente | «Tenemos la responsabilidad de enseñarla a León», explica Álvaro | «Ya no me permiten estar debajo como yo quisiera; estar en sus andas te transforma», sentencia Julio

Lunes, 27 de marzo 2023, 08:27

Ni hay dolor como su dolor ni hay pueblo que tenga tanta devoción como lo hace León con su madre.

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Las almohadillas de su trono se perfuman de servidumbre y pasión en cada Viernes de Dolores. Sus mozos acuden a ella y ella se abre ... camino sobre sus hombros.

Generación a generación, la parroquia del Mercado ha ido renovando su voto con la 'Morenica'. Muestra de ello son Julio y Álvaro, a quienes les separan 73 años y que se unen ante los ojos afligidos de una madre campesina.

Recuerdos ante una madre

Julio del Valle, a sus 92 años, ha conocido a tres párrocos: Heraclio, Enrique y Manuel. Se puso bajo las andas por primera vez en 1958 y este viernes lo volverá a hacer 65 años después. Vivía en la calle Lancia, pero por proximidad iba a misa al Mercado, lo que le permitió «empezar a coger cariño a la virgen» y acabó por apuntarse a la lista de mozos. En aquellos tiempos eran 20 braceros -ahora son 62 y otros tantos suplentes- y empezaban a pasar lista en la puerta de la sacristía. Fue don Enrique quien puso «un poco de disciplina» y tomó las riendas para dar forma a la actual procesión. Siempre ha llevado a la virgen, desde la salida hasta el final, hasta hace unos diez años. «Ya no puedo porque físicamente no me permiten estar debajo como yo quisiera, pero sí hasta las Carbajalas y allí le rezamos la Salve». Es consciente que la procesión ha dado «un giro de más de 180 grados» y los problemas antes era por falta de braceros y no por exceso. En su retina quedan las imágenes «de dolor» de gente que se acerca a verla y recuerdan a familiares fallecidos.

En el otro extremo está Álvaro Labanda, el bracero en lista más joven. Tiene 19 años y ya lleva media vida vinculado a los mozos de la calle Herreros. Empezó saliendo con la cruz de guía junto a su amigo Juan Antonio y juntos entraron en la lista de braceros en 2019. «Siempre la hemos tenido mucho cariño. Junto a mis tíos adornamos la virgen y recuerdo que vení aquí con mi padre; él a pasar lista, yo a encontrarme con mi amigo. Y venía Alberto Flores -fallecido en 2022- y nos decía: «Venga, que ya os tengo los ciriales y la cruz preparados»».

A pesar de su juventud, Álvaro ya ha entendido lo que significa llevar a las calles de León a la Dolorosa tras finalizar su novena. Aún es suplente de bracero, pero aspira a alcanzar el máximo estatus que ya admira. Todos le transmiten «el cariño con el que se la trata, la devoción que hay hacia ella y el tener la responsabilidad de llevar a un Virgen del Mercado a su procesión, a enseñarla a León y el peso de la responsabilidad de tener en sus hombros una imagen que ha cogido tanto cariño y devoción. La llevamos como a una madre». Recuerda emocionado que ella es la encargada de «ver por última vez» a sus seres queridos fallecidos, ya que tanto su tío como su abuelo tuvieron en esta iglesia de la plaza del Grano su despedida.

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Dos generaciones

Ambos forman parte de dos generaciones muy diferentes, pero el más veterano se niega a dar consejos a las nuevas generaciones. Nuestra Señora del Mercado les marca el camino. «Solo ellos lo van acrecentando, no hace falta darles ningún consejo. Ellos lo aceptan muy bien porque tienen una devoción y lo hacen porque quieren; al que no le gusta, no participa».

Y es que la Antigua del Camino de los Franceses aguarda la esencia de la pasión que León siente por su Semana Santa. La devoción ha llegado a desbordase en ocasiones, tal y como recuerda Julio. «Hay mujeres que incluso antes de salir el paso, cuando estamos formados en la iglesia, han querido poner el hombro en la virgen para tenerla encima. Eso llorando, eh, llorando».

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Los mozos del Mercado se encargan de que todo esté listo para el momento en el que la talla asome enjoyada y engalanada por el dintel de la iglesia. Una vez en la calle, se viven un montón de anécdotas.

Anécdotas del Mercado

Ambos recuerdan procesiones con lluvia. Julio señala a los abandonos de algunos mozos «porque su físico no les permitía seguir», lo que les hacía quedar «diezmados» y con la obligación de tirar «por la virgen». «Eso te daba fuerzas y tirabas, y claro que llegabas». Más simpático es el recuerdo de Álvaro, que en su posición de cabeza de procesión, con la cruz de guía, siguieron hasta la calle Santa Cruz mientras la virgen entraba en las Carbajalas: «Llovía y la procesión se dio media vuelta y nadie nos lo dijo. Allí estuvimos esperando 20 minutos hasta que vino mi madre a decírnoslo».

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Y desde la misma cruz erigida en el lugar donde la leyenda cuenta que se apareció la talla coinciden en su descripción. «Es como una madre; pero una madre mucho más espiritual, más personal».

Una virgen que engrandece

También lo hacen en la petición para este Viernes de Dolores. Y, por supuesto, tiene que ver con el tiempo: «Como todos los años, que no llueva. No espero mucho porque todos los años que salimos es una procesión que ha ido muy bien y es muy bonita».

Y el más veterano de entre los mozos, se confiesa para terminar. Él volverá a sacar fuerzas de donde haga falta para dirigirse a la virgen, dedicarle una oración y ceder su hombro a León. «Te transformas debajo de las andas. Y ya cuando vamos a entrar, ya es casi casi superior a las fuerzas de uno. Vienes derrotado físicamente y te engrandeces». Luego toca rezar la última Salve y ahí se despiden los mozos que se citarán de nuevo en un Viernes de Dolores más.

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