Y la Esperanza se abrió camino tras dos años de pandemia. Una esperanza que se alzaba un metro sobre las cabezas de los papones, los primeros en hacerlo bajo capillo y túnica, y que alumbraba a todo León con su lento caminar.
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La capital volvió ... a disfrutar de la Procesión de Jesús de la Esperanza en un Sábado de Pasión donde los penitentes de la Sacramental Cofradía de Nuestro Padre Jesús Sacramentado y María Santísima de la Piedad, Amparo de los Leonese se hizo esperar al otro lado del pórtico de la Colegiata de San Isidoro.
Se agolpaban los ciudadanos en Santo Martino para no perder detalle de la espectacular salida de este desfile en un marco incomparable.
La puerta permanecía cerrada y tardó en abrirse, pero lo hizo para recibir la magistral talla de Jaime Babío: Nuestro Padre Jesús de la Esperanza Cautivo ante Anás. Los braceros, como cargadores, a dos hombros, llevaban en volandas y al ritmo del viento metal y la percusión a este cautivo que estrenaba silla de talleres sevillanos. Y lo hizo bajo los sones de la Banda del Cristo de la Victoria, en su única salida procesional en la capital leonesa.
La cofradía de Nuestra Señora del Carmen de Lorenzana acompañó a los cofrades de azul marino, al igual que lo hicieron los representantes de la guardia de oración de San Isidoro, mostrando el estrecho vínculo entre la basílica y el Sacramentado.
La segunda talla en procesionar fue la Virgen de la Piedad y del Milagro, que se puede venerar en el templo isidoriano durante todo el año. El paso era conducido por mujeres, que también con sus dos hombros conducían el penar de la madre arropando a su hijo muerto.
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La juventud se abría paso entre esta joven cofradía que llegaba cargada de futuros papones que ya hoy hacen sus primeros pinitos en busca de seguir una tradición que arraiga como ninguna otra en León.
Y cerraba la procesión Nuestra Señora la Virgen de la Esperanza, ya a un solo hombro, como marca el estilo leonés, y lo hacía estrenando manto, aunque algo deslucida por la falta de su habitual palio azul. Tampoco se pudo ver la famosa petalada que se lanza desde la colegiata, y que fotógrafos y curisoso habían acudido a inmortalizar tal como recogían los programas oficiales.
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Durante varias horas, los 400 papones del Sacramentado pudieron llevar la esperanza a León, mostrando con sus largos capillos que la luz al final del túnel de la pandemia ha llegado y mostrando que no es necesario irse a Sevilla para ver una de las mejores Semana Santa del mundo.
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