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El trajín es constante. Muchas manos para avanza a contrarreloj y llegar a la saca de Jueves Santo con todo en orden.
La capilla de Santa Nonia, la cochera y la carpa de San Francisco viven a estas horas un ritmo frenético de gente que va y viene para que la Procesión de los Pasos vuelva a deslumbrar en Viernes Santo.
Juan Carlos lleva 53 años en el equipo de montaje de la Cofradía del Dulce Nombre de Jesús Nazareno y él ha podido vivir en primera persona todo lo que ha evolucionado la procesión. «Ha cambiado todo. Los volúmenes, los pesos... el paso más grande tenía 40 braceros cuando empecé y algunos, como San Juan y la Verónica, lo llevaban entre 14; ahora el más pequeño tien 84 y el más grande 102».
Durante el año, el grupo de montaje se reduce a unas ocho personas, ahora, tras el desplazamiento de tronos en camiones grúa, el equipo asciende en Semana Santa hasta las 50 personas.
El procedimiento es el habitual y se necesita empezar cuatro mese antes. Este año lo hicieron en octubre porque «en cinco días es inviable tener los pasos limpios, alambrados y preparados, ese trabajo tiene que venir del almacén, situado en Santa Olaja.
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A ello suman las limitaciones que generan pasos como los misterios, que no se desmontan en todo el año para que no sufran las imágenes. «El mayor problema es que hay traciones o razamientos y lo ideal es no moverlas». Los misterios completos se suben al camión a pulso y pasos como la Exaltación tiene un peso de 1.500 kilos, por loq ue requiere movilizar a mucha gente y mucha fuerza. Otros pasos como la Crucifixión, que se estrena, ha requerido desmontar plenamente el chasis del trono -que mantiene el antiguo- tras variar la fijación de las imágenes, con un sistema de abatimiento y empotramiento distinto. «Hubo que rehacerlo entero por dentro, pero se han aliviado 200 kilos».
Hasta ocho personas trabajan en adornar la Verónica y centenares, miles de flores se agolpan a las orillas de cada uno de los trece pasos. En total son 20.000 flores las que están preparadas y el encargado de todo ello es Luis Ángel. «Yo solo hago el diseño de la ornamentación, elijo la flor y los colores, en comunicación con el abad, y el equipo de montaje me ayuda a llevarlo a cabo; la clave son sus manos», apunta.
En la Procesión de los Pasos predominará este año el color rosa, ya que otras tonalidades han fallado. Y, por ejemplo, en el Nazareno se verá mucho rojo o morado, «aunque le favorece el rosa»; mientras que la Dolorosa va a ir de rojo y sus colores preferentes son «rojos o naranjas, pero se demanda también rosa y amarillo clarito».
Según el formato del paso, el número de tallas que recoge y la disposición de las mismas, el grupo de montaje debe acomodar colores, tamaños y los motivos elegidos. «Nos basamos en un criterio estético. Intentamos que varíen cada año las composiciones y los colores, pero prima lo estético, los colores que le vayan bien y composiciones que pidan el paso: unos requieren flores más bajas y otros que tengan más movimiento», recuerda el encargado del adorno floral.
No hay tiempo para el descanso, y por eso se trabaja también con relevos. Si unos necesitan un refrigerio, el siguiente grupo entra en su lugar.
Todas las manos son pocas para poner en marcha la procesión con más tallas de la Semana Santa que, además, en este año par debe compartir espacio con Angustias y su Santo Entierro.
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Antonio Paniagua y Sara I. Belled
Abel Verano
Fernando Morales y Álex Sánchez
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