A la izquierda, Pablo Saugar 'Pirri' lleva a Víctor Barrio con sus compañeros; a la derecha, casi treinta y un años antes, Pablo Saugar 'El Pali', su padre, agarra a 'Yiyo', herido de muerte.

Dos 'Pirris' en dos tardes de luto

Pablo Saugar 'El Pali' llevó a José Cubero 'Yiyo' a la enfermería, y su hijo Pablo 'Pirri' trasladó a Víctor Barrio

Miguel Ángel López

Jueves, 14 de julio 2016, 11:23

Pablo Saugar Blasco comparte con su padre mucho más que el nombre, el primer apellido, el cariño y la vida dedicada a la tauromaquia. Es como su progenitor de la saga de los Pirri', pero él sí conserva este apodo como torero de plata, y ... su padre, retirado hace nueve años, mantiene el de 'El Pali'. Ambos banderilleros de esta familia taurina de tres generaciones comparten también una vivencia parecida y que no quisieran haber vivido, una tragedia como testigos en primera fila y protagonistas. Sin poderla evitar, porque estaban en el lugar y en el momento. Ambos llevaron a un torero mortalmente herido a la enfermería de una plaza de segunda, a diestros a quienes les había roto el corazón su oponente.

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Pablo Saugar 'Pali' estaba el 30 de agosto de 1985 en el coso de Colmenar Viejo con José Cubero 'Yiyo', la tarde que 'Burlero', un astado de menos de quinientos kilos, que con el estoque en la cruz dio un último arreón que no pudo evitar el torero; le partió el corazón al cornearle en la axila izquierda y solo pudo decir «Pali, este toro me ha matado» antes de caer desplomado y de que le cogiera su subalterno con otros miembros de las cuadrillas para llevarle con los médicos. Nada pudieron hacer los facultativos de la plaza. José Cubero estaba muerto.

Los bucles de esta vida son así. Casi treinta y un años después, su hijo Pablo Saugar 'Pirri', banderillero, ha sido partícipe a su pesar de un episodio muy semejante. El 9 de julio, en la plaza de Teruel, en la Feria del Ángel, toreaban Curro Díaz, Morenito de Aranda y el segoviano Víctor Barrio. En el tercero de la tarde, el banderillero, que ha dicho en alguna entrevista que el valor del toreo como espectáculo es que el hombre se juega la vida y es capaz de crear una obra que produzca emoción, vio, sin desear que fuera cierto, que las dos cosas ocurrían a la vez, que un hombre se la había jugado y que la emoción, a flor de piel ya antes por las faenas de los toreros, llegaba al culmen. A los rostros lívidos de los aficionados y las cuadrillas.

La cornada de 'Lorenzo', un toro de Los Maños de 527 kilos, era fea. Mortal. Víctor Barrio se quejó de la primera embestida, pero la segunda, en el suelo, le dejó inerte en la arena. Pablo corrió con los demás toreros de plata a por el cuerpo del segoviano; como hizo su padre con 'Yiyo', se apresuró a llevarle a la enfermería. Le miraba el rostro, caído, le asía el brazo que ya no tenía fuerza, pero Víctor ya estaba desmadejado, no reaccionaba ni le devolvía la mirada. El toro 'Lorenzo' le había partido el corazón, como 'Burlero' a 'Yiyo'.

Tres días después de la tragedia, Pablo Saugar no quiere hablar de ello. Le duele. En su perfil de una red social está su último mensaje (no ha puesto más). Se refiere a las palabras de Esther Hernanz, la madre de Víctor, en el funeral de su hijo, con las que pidió respeto para los toreros que se juegan la vida y a ellos dignidad para procurárselo. «Donde estés, que orgulloso tienes que estar amigo Víctor Barrio. Las palabras de tu madre, una lección para todos».

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