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Raquel Sanz, viuda de Víctor Barrio, contempla una foto de su marido en una exposición de El Norte de Castilla en Sepúlveda.
«¡Fíjate si el legado que deja Víctor es que cambien las leyes! Lo que ha pasado es la supergota que colma el vaso»

«¡Fíjate si el legado que deja Víctor es que cambien las leyes! Lo que ha pasado es la supergota que colma el vaso»

Raquel Sanz, viuda del torero Víctor Barrio, demandará a quienes pudieron cometer un delito de injurias con sus vejaciones e insultos en Internet

César Blanco Elipe

Miércoles, 13 de julio 2016, 19:57

«La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla». Gabriel García Márquez pareció adivinar la calamidad. Una reflexión en voz alta con la que, sin quererlo ni saberlo, el maestro colombiano le ha pasado ... los trastos del duelo a Raquel Sanz. La viuda de Víctor Barrio preferiría no contar, desearía no rememorar ni pasar veloz las páginas desordenadas de unos recuerdos que ahora rebosan en su cabeza. Sí le encantaría escribir. Como periodista que es y el cordón umbilical que unía a su marido con el cosmos mediático que tanto asusta a la galaxia taurina, querría coger el teclado del ordenador y enviar un correo electrónico, aunque fueran solo tres líneas fugaces y concisas, para informar de la buena nueva de que el torero, su esposo, ha salido una vez más a hombros por la puerta grande de alguno de los cosos donde sus faenas emocionaban y sacudían al aficionado. El sábado pasado, en Teruel, tenía que haber sido uno de esos días de portátil, prisas y wi-fi para que sus colegas periodistas tuvieran a tiempo la última hazaña de Víctor Barrio.

Han pasado 64 horas desde que vio morir a su marido en la plaza de la ciudad aragonesa. El martes, la viuda se pone al teléfono y lo primero que dice es «gracias». A la Policía Nacional, a Protección Civil, a los médicos, a los aficionados, al pueblo de Sepúlveda, a la corporación municipal de la que forma parte como portavoz en la oposición del grupo del Partido Popular, a los segovianos, a los periodistas... Intenta no olvidarse de nadie porque es la primera vez que habla con un medio desde la fatal tarde de Teruel.

Sus palabras se revuelven en un torbellino de emociones. Está cansada, pero dice sentir una «fuerza sobrenatural», la que «me inyecta Víctor desde el cielo». Atiende a El Norte de Castilla con una entereza, un cariño y una amabilidad inimaginables para lo vivido y sufrido en estas 64 horas. Menos de tres días. En ese álbum de instantáneas sonoras y visuales que abre y hojea en su mente, evoca que ella y su marido «últimamente habíamos hablado de los comentarios en las redes sociales contra los toreros que habían sufrido una cornada y le dije a Víctor que si le sucedía a él, iba a remover Roma con Santiago para que se hiciera justicia. Y me dijo que sí».

«Son seres, pero no humanos»

La sepulvedana, de 31 años, confirma así que «firmaré la demanda que sea, pero porque también es una orden de Víctor y para que se haga justicia». La faena judicial que le espera aún tiene algunos lances antes de que se concreten los detalles con la Fundación Toro de Lidia, que presentó su predisposición a denunciar al menos a seis personas. Perfiles que aprovecharon el lodazal de las redes sociales para embadurnar en él sus odios y rencores antitaurinos y lanzarlos «mezquinamente» como dijo la Guardia Civil contra la memoria del torero segoviano fallecido, la viuda y familiares.

«Las ofensas no me duelen. Vienen de gente que ni me conoce, ni conoce a Víctor. Pero con lo que sea ilegal, que se haga justicia», sentencia Raquel Sanz. Se muerde la lengua, porque así también lo hizo su marido muchas veces, recuerda. La crueldad y el ensañamiento de los comentarios, en los que incluso se desea la muerte de la viuda, no pueden con las «inmensas muestras de apoyo» que ha recibido por miles en las últimas horas. «Son comentarios de cuatro personas que no tienen alma; son seres, pero no humanos. Víctor ha muerto toreando, haciendo su oficio, y jamás había insultado a nadie por ser antitaurino».

A pesar del dolor que podría omitir todo discernimiento, abre un paréntesis cargado de respeto hacia los muchos defensores de los animales que reprueban las corridas de toros y que le han hecho llegar sus condolencias, al mismo tiempo que renegaban de aquellos que han vejado e insultado con la excusa de su beligerancia contra la tauromaquia y sus actores. «Por la memoria de Víctor, espero que la sociedad vea lo que hacen y cómo son algunos antitaurinos, que son desalmados».

La muerte de Víctor Barrio en la arena turolense ha abierto de par en par los chiqueros de un debate mayor que supera al mero enfrentamiento entre partidarios y detractores de las corridas de toros. Esa fatal cornada también ha rasgado la cortina de impunidad en la que se esconden quienes aprovechan las redes sociales para injuriar.

La serenidad del presidente

El Gobierno en funciones va a estudiarlo. Raquel Sanz, la periodista, lo sabe de muy buena fuente: «Anoche [por el lunes] me llamó Mariano Rajoy, y si ya estaba ganada para la causa No te puedes imaginar qué serenidad me transmitió», apunta durante la conversación de ayer. Resopla con admiración y agradecimiento. Y es que, «¡ufff!, el presidente del Gobierno se pone a nuestra disposición; hablamos del vacío legal con el tema de las redes y del amparo y me transmitió que iba a hablar con el Ministerio del Interior para trabajar en ello».

Ojalá. Le tiembla la voz, no por la debilidad sino por el amor y devoción a su marido, solo con intuir que el jefe del Ejecutivo y de las siglas políticas a las que representa en la villa de Sepúlveda cumple su palabra y las autoridades maniobran en la espesura de la red de redes para desbrozar y erradicar a «los desalmados», como insiste la viuda en calificar a quienes se alegraron de la cornada mortal de Víctor Barrio o se mofaron y burlaron de una tragedia que no solo atravesó el corazón del diestro segoviano, sino también el de sus familiares y amigos. Deja escapar un suspiro de emoción cuando piensa que el sacrificio de su esposo pueda servir a la causa de limpiar el chapapote que se expande en ocasiones por el océano de opiniones que se vierten en las redes sociales. Un legado que trascendería la gloria taurina. Sería la gran faena que dejaría para el recuerdo el matador segoviano. «¡Fíjate si lo que nos deja Víctor es que cambien las leyes! Lo que ha ocurrido es la supergota que ha colmado el vaso», concluye Raquel Sanz.

«Era alegre, solidario... era mi vida, lo primero»

  • «Vivo en una nube. No me creo que sea él». Raquel Sanz intenta rebelarse contra esa cornada mortal que mató a su marido el sábado. «Estoy con el corazón partido, como él», comenta con una sorprendente entereza que apenas se deshace cuando le asalta la imagen proyectada hacia un futuro truncado. «Siempre me daba fuerza y yo a él». En ese horizonte no estaba a corto plazo aumentar la familia. «Con Víctor toreando por España, no me imaginaba a mí sola tanto tiempo con un hijo en casa». Decidieron posponerlo.

  • La viuda «de Sepúlveda, mujer rural y orgullosa de serlo»se enamoró de un muchacho de la vecina localidad de Grajera, espabilado pero no muy buen estudiante. «No sacaba buenas notas, pero era muy listo y alegre », recuerda a brochazos iluminados por «los muchos buenos momentos» que han pasado juntos.

  • «Fue Víctor el que nos metió la afición porque no éramos una familia taurina», admite. Hacía treinta años que un matador no moría en una lidia. Quizás todo ese tiempo sin luto fuera un aliado de la confianza intranquila de Raquel Sanz. «Jamás me hubiera imaginado que terminara así, pero nunca hacía planes para después de una corrida».

  • «A Víctor no le gustaba que se frivolizara con las cornadas. Hay quienes se hacen una foto en el hospital con el dedo pulgar hacia arriba y parece que le quitan importancia, pero es que te estás jugando la vida», enfatiza la viuda,. El sábado estaba en la plaza. Cuando vio la cornada «desde el primer minuto sabía que había muerto». Ahora, «los apoyos reconfortan porque queda claro cómo era Víctor alegre, bueno, solidario, que siempre nos hacía reír Era mi vida, lo primero».

De momento, abriga los temblores y escalofríos que le asaltan cuando recuerda la fatídica tarde del sábado con el calor de sus amigos y de la familia. Sobre todo, alaba el valor y la dignidad de su suegra. «Ya no es lo que dijo, sino su tono» en uno de los momentos más crudos de los que se han sucedido en estas ya casi 65 horas posteriores a la cornada.

El respeto hay que ganárselo

Esther Hernanz, madre de Víctor Barrio, intervino tras el funeral del lunes, cuando los sollozos y el desconsuelo se desbocaban. Tirando de su fortaleza interior, de una entereza encomiable y de una serenidad que disimulaba las costuras de una vida truncada, pidió respeto para los toreros que se juegan la vida como lo hizo su hijo. Un respeto y una dignidad que se han de procurar los compañeros de profesión de Víctor Barrio con su actitud día a día y su defensa del mundo del toro. A ellos dirigió esas palabras tras la ceremonia, que ahora hace suyas Sanz.

No hay reproches. Nunca los hubo. La viuda hace hincapié en que su marido nunca se quejó, «aunque el mundo del toro fuera injusto y tuviera pocas oportunidades». En tal caso era ella y así lo admite la que explotaba de vez en cuando por el hermetismo de ese universo que llora la muerte de su marido. «Víctor nunca se prostituyó para lograr sus sueños, todo lo que hizo lo hizo con dignidad», dice en el único momento en el que se le entrecortó la voz. Su esposo tenía 29 años y la llave para abrir muchas puertas grandes. «No toreó más porque siempre anteponía el respeto a sí mismo».

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