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Miguel Ángel López
Lunes, 11 de julio 2016, 20:03
Lloraban los hombres curtidos en mil faenas y cornadas, los toreros que habían contenido el desconsuelo en la iglesia de San Bartolomé. Desde El Juli a Enrique Ponce o Jaime Ostos. Las lágrimas las provocaron las palabras de Esther Hernanz, madre de Víctor Barrio, al finalizar la ceremonia. Ella, tan rota como su esposo o su nuera Raquel, mantuvo la entereza. Serena, intervino después del funeral y agradeció primero los testimonios y la compañía de quienes estos días han estado con ellos, unidos en el dolor, también al grupo de sepulvedanos que acompañaba a su hijo cada vez que toreaba, a los miembros de la Asociación Cultural Amigos de Víctor Barrio y otros cercanos.
Y después, sin citar la controversia que rodea en estos tiempos al mundo de los toros, quizá más consciente que nadie del riesgo que asumió Víctor cuando decidió ser torero, que siempre respetó aunque le causara zozobra, tiró de su fortaleza interior para pedir respeto para los toreros, para los profesionales que se ponen delante de un toro y se juegan la vida porque, ahora lo sabe, que la pierdan es algo que puede suceder.
Luego, Esther Hernanz si dirigió a los compañeros de su hijo, a los toreros, les dijo que el respeto y la dignidad se la tienen que procurar ellos con su actitud cada día, en su profesión y en la defensa del mundo del toro. Había finalizado la ceremonia, recogida, muy castellana y silenciosa. En la iglesia de San Bartolomé de la villa de Sepúlveda lloraba todo el mundo.
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