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El patrimonio histórico y monumental de la provincia de León es incalculable. Los leoneses contamos con grandes restos históricos que hacen de nuestra tierra, uno de los territorios más ricos en cultura. Por esta razón, Leonoticias se acerca este verano, a vista de dron, a los castillos y murallas más espectaculares de la provincia.
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Es momento de adentrarse en el Castillo de Ponferrada, que se ha convertido en un activo centro cultural y le ha devuelto su carácter de símbolo e imagen de la ciudad.
Como viene sucediendo en otras ocasiones, el castillo de Ponferrada tuvo su origen en un primitivo asentamiento fortificado, aprovechando la estratégica situación en un altozano a la orilla izquierda del río Sil. De esta época (Primera Edad del Hierro) se han hallado algunas estructuras de planta circular, tan típicas y habituales en los castros. Asimismo, la muralla que poseería parece seguir el perímetro del actual castillo. Esta pequeña población continuaría hasta la Plena Edad Media.
En el año 1080, el obispo Osmundo de Astorga manda construir un puente reforzado con hierro (Pons Ferrata), debido al auge que estaba alcanzando el camino de peregrinación hacia Santiago, lo cual indica ya la existencia de una población más consolidada.
Sin embargo, las primeras noticias alusivas más directamente a la historia del castillo se remontan al siglo XII. En el año 1178 el rey Fernando II de León permite el establecimiento de la Orden del Temple en Ponferrada con el objetivo de proteger a los peregrinos y crear un poder que mediara en los enfrentamientos constantes de los nobles gallegos y leoneses por el territorio del Bierzo. Los templarios permanecerán en el castillo durante todo el siglo XIII hasta su violenta disolución en el año 1312. Durante este tiempo reforzarán el perímetro de la muralla y construirán viviendas y otros espacios en su interior, aunque de esta etapa apenas conservamos ningún resto.
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Tras ser confiscado a los templarios, el castillo pasó a manos del rey Alfonso XI, quien a su vez se lo entregaría primero a Pedro Fernández de Castro, luego al duque de Arjona y finalmente, ya en el siglo XV, a Pedro Álvarez Osorio, conde de Lemos. Durante esta época se impulsarán diversas obras de mejora y ampliación del edificio que darán como resultado el aspecto que actualmente posee. Especialmente fructífero es el periodo de patronazgo del conde de Lemos, quien reforma la zona del Castillo Viejo construido por sus predecesores, y añade todo el conjunto del Palacio Nuevo, así como varias torres y la monumental entrada con todo su sistema defensivo.
En el siglo XVI vuelve a pasar a manos de la Corona, y luego a los marqueses de Villafranca, quienes detentarán su posesión hasta el siglo XIX, aunque sin realizar ninguna reforma destacable.
Desde su abandono final, el castillo sufrió un notable deterioro e incluso una demolición parcial con la intención de construir en su interior un campo de fútbol a comienzos del pasado siglo. Afortunadamente, en el año 1994 se ideó el Plan Director de restauración de la mano del Ayuntamiento de Ponferrada y el arquitecto Fernando Cobos, llevando a cabo la consolidación y reconstrucción parcial del edificio, convirtiéndose en un activo centro cultural y devolviéndole su carácter de símbolo e imagen de la ciudad.
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