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El patrimonio histórico y monumental de la provincia de León es incalculable. Los leoneses contamos con grandes restos históricos que hacen de nuestra tierra, uno de los territorios más ricos en cultura. Por esta razón, Leonoticias se acerca este verano, a vista de dron, a los castillos y murallas más espectaculares de la provincia.
El primero de todos es el Castillo de Grajal de Campos, considerado como el primer castillo artillero de España.
Grajal de Campos tuvo durante la Edad Media una gran importancia estratégica en el marco de las guerras entre León y Castilla. Las primeras noticias, que se remontan al siglo X, hablan de un «castellum» o «castello Graliare», aunque quizás se refieran más bien a la condición amurallada de la propia villa que a una fortificación en específico. Cuando en 1413 Fernando de Antequera y su mujer Leonor de Alburquerque donan Grajal junto a todos sus términos a los Vega, se menciona entre ellos una «casa fuerte» situada en «la dicha villa».
Aunque no existen testimonios arqueológicos, según los expertos podría tratarse de una construcción de tapial que seguiría el modelo de «castillo-residencia» bajomedieval, contando en su interior con diversas estancias y cámaras, y funcionando como un símbolo de poder del señor y lugar de administración de justicia.
El punto de inflexión para la historia del castillo lo supone el ascenso de Hernando de Vega como señor de Grajal en 1513. Noble, muy influyente en época de los Reyes Católicos, se ganó rápidamente la confianza de los monarcas, de quien sería consejero y conseguiría títulos y cargos, entre ellos el de Comendador de Castilla y la alcaidía de numerosas fortalezas por todo el noroeste de la Península. Su interés en el desempeño del arte de la guerra, acorde al modelo de noble de la época y el conocimiento de primera mano de las novedades en la infraestructura militar, serían algunos de los factores que le llevarían al derribo de la antigua fortaleza en 1517 con la intención de volverla a «labrar y mejorar».
El proyecto convirtió al castillo de Grajal en uno de los más avanzados de la Península en su tiempo. En él trabajaron maestros que seguramente conocían, al igual que Hernando de Vega, las novedades de los tratadistas en arquitectura militar y balística.
El castillo posee una estructura cuadrangular con cuatro cubos en sus ángulos. Se redujo la altura de los muros, aumentando su espesor e incorporando un pronunciado talud para así adaptarse a la nueva artillería de pólvora, y se añadieron troneras de buzón para los cañones. No obstante también se mantuvieron elementos más tradicionales, como las almenas y las escaraguaitas (especie de garitas semicirculares en voladizo), sin duda para no desligarse del modelo reconocible de castillo tradicional. Y es que, el castillo de Grajal, junto a su función defensiva, también constituía una representación visual del poder y la autoridad señorial en sus territorios. Una imagen que se reforzaría dentro del conjunto urbanístico con su iglesia parroquial y el palacio, y con la labor de mecenazgo y coleccionismo que llevaron a cabo, propia de una mentalidad moderna.
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