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Rialto 11, la librería que sobrevivió dentro de un libro

Sevilla tuvo una librería llamada Rialto 11. Fue el proyecto emprendedor de Belén Rubiano, pero también un negocio que tuvo que echar el cierre cinco años después. Sin embargo, ese no fue el final de su historia

Transcripción

RIALTO, 11, LA LIBRERÍA QUE SOBREVIVIÓ DENTRO DE UN LIBRO

AMPARO ESTRADA: Belén Rubiano tenía un sueño.

BELÉN RUBIANO: En ningún sitio yo era tan feliz como en una librería, e intuía que en el otro lado del mostrador iba a ser aún más feliz.

AE: Un sueño desde pequeña... Y cuando eres niña, lo imaginas con todo detalle. Y peleas e insistes hasta que lo logras. Lo haces realidad. Levantas ese pequeño negocio.

BR: Yo quiero ser librera…

AE: Pero a veces fracasas. Lo que has levantado se hunde y no lo puedes evitar.

BR: Yo era consciente de que podía arruinarme. Podía salirme mal… pero merece la pena.

AE: Pero hay otras maneras de volver a levantar ese sueño. Una librería… en tinta de imprenta. Una librería escrita.

BR: Empiezo a tener claro que algún día voy a escribir 'Rialto, 11'. Y que la librería en papel va a estar viva, aunque el local cerrara sus puertas.

AE: Y lo que fue una empresa levantada a pulso, un lugar de vida y de encuentro, se inmortaliza en un libro que es más que un recuerdo.

BR: Una especie de vaciado es, por ejemplo, empezar 'Rialto' con mi infancia y quienes me conocen bien saben el ejercicio de impudor que yo tuve que hacer para escribir 'Rialto' así.

AE: «Yo tenía una librería en Sevilla…». Bueno, no es una granja en África, al pie de las colinas de Ngong, como en la novela de Karen Blixen, que luego fue película con Meryl Streep, pero así —Yo tenía una librería en Sevilla— es como empieza el libro de Belén Rubiano. Y es la historia de una aventura y de un fracaso, de un fracaso empresarial.

BR: Todo. Todo. Que mereció la pena, por supuesto. Pero es que… ocurren muchas cosas para que yo pueda tener Rialto.

AE: O, tal vez, no es un fracaso. Es la historia de una... visión.

BR: «Conozco una profunda quietud. Mi espíritu no se inquieta por nada del mundo. La brisa que viene del bosque de pinos hace volar mi bufanda. La luna de la montaña brilla sobre mi arpa. Me preguntáis la razón del éxito o del fracaso? La canción del pescador se hunde en el río».

AE: Son unos versos de Wang-Wei, el poeta chino del siglo ocho. Y para Belen Rubiano explican el aliento que hay tras el empeño de quien emprende, de quien hace realidad su sueño.

BR: Tú sabes que eso va para adelante y que debes poner todo de tu parte para amarlo y para que salga lo mejor posible. Porque si va a tener éxito o fracaso, es irrelevante.

AE: Hola, bienvenidos a 'La empresa de mi vida'. Un podcast donde queremos conocer la vida real que hay detrás de las empresas. Sus protagonistas nos la cuentas. Sus sueños, sus fracasos… los momentos más difíciles y los más preciosos. Porque de todo ello hay en la vida, y en la empresa. Hoy estamos con Belén Rubiano, emprendedora, librera, escritora por la magia de las palabras, las que encierran los libros y las que explican su historia.

AE: Vayamos al principio. Una niña de un pueblo de Sevilla que aprende a leer casi sola a los tres años.

BR: Fue intuitivo porque mi madre compraba una revista de moda. Y en la parte central había unas páginas apaisadas donde era para los niños, ¿no? Pues historieta, viñetas y tal. Y lo intuía, e incluso me acordaba de un mes para otro, pues a esta niña le pasó esto, lo otro…

AE: Un día se da cuenta de que en las viñetas hay unas letras. Y sus historias inventadas con los dibujos ya no le bastan.

BR: ¿Y si yo me estoy imaginando que la niña le ha dicho esto a este señor que yo veo dibujado al lado y le ha dicho una cosa completamente diferente? Y recuerdo eso empezar por las palabras que más se repetían, los nexos, los artículos…

AE: En su descubrimiento de la lectura, no obstante, contó con ayuda.

BR: Y luego en Marchena había… se llamaba 'una amiga'. No sé si sigue existiendo. Una amiga solía ser una mujer de cierta edad que no se había casado y que en su casa, pues cuidaba niños por la mañana, en una habitación donde no había nada, ni juguetes, ¿eh? Jugábamos entre nosotros y además nunca echamos de menos ni un solo juguete. Cada niño tenía que aportar cada mañana su sillita de enea…

AE: Iban niños entre uno y cinco años y a los mayores la señora les enseñaba a leer. Belén tenía tres.

BR: Entonces yo me pegaba mucho para ir pillando cosas para luego descifrar la revista que yo tenía en casa. Y digo «Claro, ha dicho esto…» y enseguida me encontré con que podía leer.

AE: Marchena era el pueblo. Hace unos cuantos años. La vida era distinta entonces.

BR: Allí nos dejaban nuestras madres unas horas para poder hacer recados o sencillamente tener un ratito de paz. Y bueno, si querías hacer algo pues también te podías llevar tu bastidor y bordar. Es que lo contamos ahora y parece que en en… ni siquiera 50 años, en menos, ha cambiado tanto todo. Pero era así la vida.

AE: En su casa solo había tres libros. Uno de ellos, el Estatuto de los Trabajadores.

BR: La cubierta era entelada. Ahora mismo puedo recordar exactamente la textura de la cubierta con esa trama vertical y horizontal. Y recuerdo además pasearme por la casa con el libro en la mano, bajo el brazo, como imaginando de mayor que voy a ir por ahí siempre con un libro encima.

AE: De Marchena se marchó a estudiar a Sevilla con 18 años. El pueblo se le quedaba pequeño. Y en Sevilla encontró una oferta en el lugar que anhelaba: una librería.

BR: Yo respondí a un anuncio en el ABC que pedían un «varón fuerte y licenciado» para ser dependiente de una librería. Yo no era ninguna de las tres cosas, pero salió bien. Yo siempre he sentido lo de los libros y la librería como una llamada. De cumplir mi destino.

AE: La librería en cuestión era de una señora de Burgos.

BR: Yo le tengo muchísimo cariño. Ella creyó muchísimo en mí. Es verdad que era muy estricta y es verdad que le teníamos muchísimo miedo todos. Pero también es verdad que éramos muy jóvenes.

AE: En aquella librería hacía de todo, hasta perseguir ladrones.

BR: Yo estaba deseando que alguien robara un libro. Y yo decía «así lo persigo y salgo de aquí un rato» porque vaya tarde que lleva...

AE: La señora de Burgos le dio su primera oportunidad. Pero Rubiano quería algo más. Quería perseguir el sueño de abrir su propia librería.

BR: Sabes que merece la pena y que si no lo intentas, de eso sí te vas a arrepentir siempre. Es más, te parece imposible no intentarlo.

AE: Y empezó buscando el sitio donde levantar su sueño

BR: Pues yo iba caminando y un local que me gustaba apuntaba el teléfono o lo memorizaba…

AE. Y de repente, lo encontró.

BR: Y yo recuerdo cuando vi esa esquina y apunté el teléfono, el temor que sentí a que se pudiera alquilar esa misma tarde…

AE: Fue el destino. La placita, llamada realmente Padre Jerónimo de Córdoba, se conocía por algunos vecinos como plaza del Rialto. Allí hubo un cine con ese nombre de aroma veneciano. Y sí, allí consiguió levantar su librería, y las librerías a veces se parecen a sus dueños...

BR: Era muy pequeñita, con techos muy altos. Tenía unas molduras en el techo muy elegantes. Un escaparate a la calle por el que entraba, por la orientación, muchísimo sol…

AE. Dos ventanas grandes daban a la calle.

BR: Y la puerta, muy sólida porque, como había sido antes una joyería, pues estaba blindada su madera, su eh, una señora cerradura…

AE: Con unos preciosos azulejos de colores azules y amarillos, con ángeles y cestos de frutas, en los que tenía prohibido clavar nada.

BR: Una condición que me puso a que no se dañaran, que no se podía perforar, no se podía colocar nada. Y digo no se preocupe, porque yo precisamente los voy a tapar. Solamente quedaba un rinconcito como de 50 centímetros y eso azulejos estaban a la vista, pero eran tan hermosos…

AE. Por supuesto, allí vivió multitud de anécdotas.

BR: Todas esas historias con las que te encuentras le pasan a cualquiera. Le pasa a alguien que tiene una frutería, un taller de relojería, una clínica dental. Es que es… donde pasan las personas, vemos cómo viven y cómo son.

AE: En una librería la gente se abre, se desata.

BR: Cuando están con su gestor, el que le hace la declaración de la renta, o cuando están comprando el pan, en la cola del supermercado, en la peluquería disimulan un poco o lo intentan, pero en una librería les da igual. En el fondo es que saben que el librero, la librera, para hacer eso, tiene que estar tan pirado como tú.

AE. Porque una librería es la vida misma.

BR: El tiempo, más que una línea o que una flecha, es como una madeja de lana. Y está todo, todo ha ocurrido. Ya está todo plegado. Pero yo sí creo que está de algún modo escrito. Es como cuando leemos un libro y vamos por la página 56, o la 100 o la 256 y no sabemos qué va a pasar. Y tenemos una gran incertidumbre o intriga en esos libros que nos provocan eso. Pero realmente está escrito

AE. La vida, pues, es como un libro.

BR: Nuestra vida es igual, la vivimos con esa incertidumbre, esa pasión, ese miedo a veces. Y no sabemos además por qué página vamos. Nuestra vida es otro libro, pero nadie sabe cuántas páginas tiene el suyo.

AE: Si quieres vender libros hay una cosa que no puede faltar.

BR: Si tienes un negocio cara al público tiene que gustarte la gente. Toda la gente, la que, la que se parece a ti, y la que no se parece en nada, la que te gusta y la que no. La gente que no te gusta te tiene que gustar. Tienes que sentir esa curiosidad.

AE: Se puede pensar entonces que ser librero es charlar con la gente

BR: También leer mucho

AE: Pero hay más cosas

BR: Hay mucho más.

AE: Que tienen que ver con levantar una empresa

BR: Que salgan los números, que nunca salen, porque está hecho para que no salga el margen comercial del libro, es una barbaridad.

AE: Y con la incertidumbre que sobrevuela al pequeño empresario.

BR: Era duro llegar a fin de mes y empezar el mes siguiente. No había diferencia entre la dureza de empezar un mes y de acabarlo. Pero merecía. Merecía totalmente la pena. No tiene precio.

AE: Mereció la pena. La empresa mereció la pena… a pesar del final.

BR: Haber tenido la suerte de ser librera en Rialto, incluso la mala suerte de tenerla que enterrar tan jovencita, con cinco añitos se me murió. Pues todo eso también conforma el futuro. Las cosas no son ni buenas ni malas. Son como la quieras interpretar o las puedas interpretar. Y el amor que le pongas. Incluso no solo a la celebración. Hay que ponerle amor también a las despedidas.

AE: El miedo al fracaso no debe frenarte.

BR: Prueba. Y si decides que sí, que te merece la pena que salga bien o mal, pero que salga que seas capaz de asumir esos riesgos una vez que has probado, que para ti sea un casi pecado pensar en no intentarlo, para adelante.

AE: Así lo hizo Belén Rubiano.

BR: Incluso hay veces que te dices bueno, qué locura, lo voy a dejar estar y ocurre algo que te ayuda a seguir para adelante.

AE: Son señales, incluso melodías interiores, cuenta ella.

BR: Bueno, pero eso lo he sentido a lo largo de la vida. No solo con Rialto. Hay como pruebas y pequeños indicios que te dan la impresión de que por ahí sí. Y no significa que el lugar al que vayas a llegar, eso lo sabes, vaya a ser permanente. Sabes que tienes que hacerlo y vas recibiendo información si estás atento. Y me sigue pasando. Sabes cuándo van a suceder las cosas que estás imaginando y sabes cuándo debes arriesgar.

AE: Levantado ya aquel pequeño negocio, no paraban de ocurrírsele ideas para intentar vender un poco más.

BR: Pues la idea de la pizarra se me ocurrió primero, porque yo a mí siempre me ha gustado la tiza. Escribir con tiza. Entonces, en mi casa de Marchena, en la parte de arriba donde jugábamos los niños, no estaba esa parte habitada… En cualquier puerta de madera se nos daba permiso para pintar con tizas.

AE: Y puso una pizarra a la puerta de la librería para que la leyeran al pasar.

BR: Un día se me ocurrió ofrecer un texto que cambiaba cada mañana en la pizarra y unos versos o una frase que me hubiera gustado. Y empecé a hacerlo y gustó muchísimo, muchísimo.

AE: Todos los días cambiaba de autor.

BR: Yo todas las noches preparaba, descolgaba la pizarra de la puerta, la metía dentro para que no la robaran, la borraba y ya la tenía preparada. Elegida la frase para el día siguiente y normalmente la dejaba ya escrita, dibujada con tiza de colores.

AE. Hasta el día que se la inventó. Cuando Enrique Vila-Matas fue a Sevilla.

BR: Y me vino a la mente «Anoche soñé que yo no era la sombra de Vila-Matas». Y se la puse a un heterónimo que, eh, creo que Pessoa se inventó cuando tenía siete años, lo que llamaríamos ahora un amigo invisible, que era el capitán Thibaut.

AE. La magia de la vida hizo que el propio Enrique Vila-Matas pasase en taxi por delante de la librería.

BR: Y Enrique Vila-Matas la leyó… pensando que era la pizarra de un bar. Eran las 14:30 de la tarde. Tenía hambre pensando en leer, pues croquetas, cazón en adobo, esas cosas. Y se quedó al leer eso, decía: No puede ser, Lo he leído, pero eso no está escrito ahí.

AE. El escritor llegó a la Universidad donde le esperaban para un acto y comentó su desconcierto al leer una frase supuestamente de Pessoa, que murió antes de nacer Vila-Matas, referida a él mismo. En la facultad no tuvieron la menor duda

BR: Seguro que es una de las tonterías de Belén.

AE. El escritor quiso entonces conocer a esa librera tan atrevida.

BR: Veo a Enrique Vila-Matas haciéndole una foto a la pizarra. Y me asomé y venía acompañado de alguien de la Universidad y me dijo «Bueno, aquí te lo dejo, que quiere estar aquí». Y desde el primer momento estuvimos súper a gusto…

AE: La librería que tantas amistades creó ya no deja ver aquellos azulejos azules y amarillos. Ahora es un restaurante.

BR. Considero que es un regalo que me han hecho, poder constatar cómo son exactamente o cómo eran esos azulejos… ya no es una posibilidad y me parece muy adecuado para un libro.

AE: La librería cambió y también la vida de Rubiano.

BR: Yo es que creo que exige una fortaleza especial cada día de nuestra, de nuestra vida. Si sabemos lo que es, si somos capaces de comprender ese milagro. Porque las cosas más felices, como encontrar a una persona de la que te enamoras, pasan en un segundo. Pero las cosas más atroces que a mí me han pasado en la vida. Y una fue una caída muy malograda. Y en un segundo mi vida cambió.

AE: La vida te exige un esfuerzo permanente.

BR: Cary Grant hablaba de la heroicidad de despertarse por la mañana y pensar: «tengo que llegar a la noche».

AE: Ahora ya no tiene la librería, pero lo que aprendió allí le ha servido para la vida y la escritura.

BR: Yo he aprendido mucho de los clientes, porque tú sabes cuando un libro es bueno por quienes lo leen.

AE: Lo que nunca faltan son los libros.

BR: Yo he sido tan feliz desde el principio leyendo que decía que hay gente que que vive para para eso, para enriquecer a otros.

AE: Feliz y libre.

BR: Yo asocio la libertad a la lectura en todos los sentidos.

AE: Aunque después de tantas lecturas empieza a ponerse límites.

BR: Leer parece una actividad siempre blanca y hay que tener mucho cuidado con lo que se lee. Yo cada vez lo tengo más. Estoy evitando hasta novelas policiacas muy delicadas. En el fondo, la tolerancia que tenemos al mal se disipa un poquito.

AE: Para Rubiano, escribir tiene mucho que ver con cómo eres como persona.

BR: Hay que ser muy humano para escribir bien.

AE: Durante esos años de su vida, su mayor deseo se cumplió.

BR: Cuando yo empiezo a leer esas descripciones de lugares donde exclusivamente se venden libros y nada más que libros, empiezas tú también a sembrar en la imaginación esa creación. Y esa sí se cumplió tan bien que fue Rialto.

AE: Y ahora no descarta volver a tener una empresa. Ni tampoco escribir otro libro.

BR: Y el tiempo dirá y la vida dirá si me da tiempo a hacerlo, y si tengo el coraje y la la calidad necesaria para hacer lo que yo quiero hacer.

AE: Pero mientras eso llega, Marchena sigue ahí, y la espera.

BR: Marchena no ha cambiado nada. Y otra cosa que me gusta es que estoy segura de que no se ha dado cuenta de que me fui. Pero yo sí la echo de menos. Y por eso le estoy dando vueltas a la idea de volver.

AE: Porque la vida es perseguir los sueños. Se cumplan o no. O se transformen en algo distinto a lo imaginado. Y la vida también es tener un lugar al que volver.

AE: Este capítulo de La empresa de mi vida surge a raíz del libro 'Rialto 11. Naufragio y pecios de una librería', de la editorial Libros del Asteroide, donde Belén Rubiano volcó parte de su vida y de sus emociones.

Este ha sido otro capítulo de 'La empresa de mi vida', el podcast que habla de las vidas y las historias que hay detrás de los negocios y las empresas.

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Jueves, 9 de enero 2025, 00:10

Belén Rubiano ha pasado de librera a escritora. Y con ella ha vivido la llama de 'Rialto, 11', pues así se llamó la librería y también el libro. Siempre fue su sueño: montar una librería, una empresa como tantas pero distinta a todas las demás, un espacio único que se acaba pareciendo mucho a sus dueños. Y lo consiguió, pero solo por cinco años. El «fracaso» en el negocio fructificó en un libro doloroso y luminoso a partes iguales, que la ha dado a conocer por todo el país, con muchos episodios impactantes e invitados de lujo que pasaban por allí y quisieron quedarse, como Enrique Vila Matas.

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Créditos

  • Una historia de Amparo Estrada

  • Edición de guion Luigi Gómez y Carlos G. Fernández

  • Producción técnica, diseño sonoro y mezcla Iñigo Martín Ciordia

  • Producción ejecutiva José Ángel Esteban