Episodio 9
El hombre de las mil deudas
Fuera del Radar
El hombre de las mil deudas
José Ángel Esteban: ¿Qué tal? Bienvenidas y bienvenidos a
nuestras historias. La vida a veces te da palos. Eso lo sabemos
todos. En un mal momento puedes llegar a pensar que no vale la pena
seguir adelante.
J: En momentos malos, llegué hasta a plantearme el quitarme de
en medio.
JAE: La de Javier es una de esas historias dramáticas,
desesperantes y tristes. Por cierto que no mencionemos su apellido,
y eso algo que respetamos, porque afecta a su familia y a alguno de
sus amigos más cercanos. El caso de Javier es uno de esos en los
que parece evidente que el destino ha decidido ponerse en contra.
Primero un golpe, luego otro y otro… y otro más.
J: Yo ni en mis peores pesadillas hubiera pensado que iba a
pasar por esta situación.
JAE: Una situación que a veces sirve para aprender que lo
fuerte que se es cuando te ponen las circunstancias a prueba.
J: Había noches que me despertaba llorando.
JAE: Antes de que todo comenzara a torcerse, Javier era socio
de una empresa.
J: Al final entras con una ilusión en un proyecto que te
ofrecen, yo como socio minoritario.
JAE: Pero las cuentas empezaron a no cuadrar y las deudas
comenzaron a crecer.
J: Hubo una temporada que todas las mañanas me llamaban dos o
tres empresas, despachos de abogados, de bancos, reclamando el
dinero.
JAE: Su vida personal también comenzó a resentirse.
J: Yo me pasaba las semanas de viaje y eso veías que no, que no
funcionaba.
JAE: Y además de perder dinero, trabajo y compañía, también
tuvo que desprenderse de su casa, de su hogar.
J: Cuando conseguimos vender la casa, a los dos o tres años,
fue por lo que me quedaba de hipoteca.
JAE: Cuando pensaba que nada más podía ocurrir, que ya tenía
todo en contra, Javier siguió cayendo más abajo…
J: Dijo «disculpe, pero tengo que informarle que hemos
encontrado...», sus palabras fueron «algo grande y feo».
JAE: Esta es la historia de un hombre corriente. Y de sus
dificultades. Del pozo en el que se vió atrapado.
JAE: De la noche a la mañana, la vida de Javier se desmorona.
Pasa del cielo al infierno. De disfrutar de una existencia apacible
a encontrarse en una pesadilla de llamadas, deudas y reclamaciones.
De sentirse satisfecho a perderlo todo. Es la historia de una
caída. Y de lo que pasa después en el medio del túnel. Una historia
de resiliencia. De esas que tal vez cambian el sentido de la vida.
Sigue contándola Inés Martínez.
Inés Martínez: Estamos en Logroño. Esta no es la ciudad natal
de nuestro protagonista, pero sí es el lugar donde ha vuelto a ser
feliz. Aquí se ha hecho fuerte después de un viaje que no habría
podido ni imaginar hace apenas unos años. Por ejemplo, en 2005,
cuando Javier era el socio de una empresa:
J: Se convirtió en dos empresas, una editorial y una imprenta.
IM: Se dedicaban sobre todo a preparar material para
oposiciones.
J: Ampliamos a otra serie de materias: sanidad, bomberos, de
todo ese tipo, y coordinamos grupos de trabajo muy grandes fuera.
IM: En aquel momento el negocio iba viento en popa.
J: Pues la verdad que fueron años de mucho trabajo. Todo fue
creciendo poco a poco. Con mucho esfuerzo. La empresa se fue
consolidando.
IM: Tanto es así que decidieron invertir.
J: Había perspectivas de llegar a acuerdos con grandes
editoriales para imprimir sus libros en digital y la dirección de
la empresa apostó muy claramente por esa línea de negocio.
IM: Fue pasando el tiempo hasta 2008, un año del que cuesta
olvidarse… El año de la crisis.
J: Sí que es cierto que la crisis afectó primeramente a otros
sectores: el sector inmobiliario, los bancos, etc. Y a nuestro
sector, que se dedicaba al mundo de la edición de libros para
preparar oposiciones y libros de formación, llegó más tarde.
IM: Pero llegó. Con el tiempo se frenaron todas las ofertas
públicas y todos los planes de formación. El negocio cayó en
picado.
J: Tienes que reducir plantilla, tienes que reducir costes,
vendes menos. Los acuerdos que se iban a firmar con editoriales
quedaron todos en stand by.
IM: Y las consecuencias fueron inevitables.
J: Se tuvo que meter un concurso de acreedores.
IM: Dentro del equipo directivo no todos los socios estaban de
acuerdo sobre el rumbo que iba tomando la empresa.
J: Ahí empezaron las fricciones entre los socios, en lo que era
el proceder tanto en la editorial como en la imprenta.
IM: Algo que nunca esperó que pudiera pasar.
J: Te tiras años trabajando, viendo que el esfuerzo tiene su
recompensa y jamás piensas que eso va a ocurrir jamás. Jamás.
IM: Javier finalmente decidió dar un paso a un lado.
J: Y yo decidí dejar de trabajar con ellos. De hecho, llegamos
a un acuerdo en el que yo les cedí mis participaciones porque yo no
estaba de acuerdo con cómo se estaba llevando la situación y me
desvinculé completamente de la editorial.
IM: Y así es como dejó el trabajo. Renunció. Ese parecía el
final de una etapa. Un proyecto que no sale del todo bien, que se
termina a tiempo. Una experiencia, también un aprendizaje… Pero no
iba a ser así de sencillo. El frenazo en su vida laboral dejó a
Javier con más tiempo para darle a la cabeza.
J: Me dio tiempo a pensar, a saber lo que quería, a saber si
era feliz con mi trabajo y mi vida personal. Tomé una serie de
decisiones y decidí separarme.
IM: Esa ruptura no fue un impulso, surgió de una reflexión
meditada y sensata.
J: Cuando viajas y te das cuenta de que no echas de menos a la
persona con la que convives, una relación de 10 años, pues te das
cuenta de que eso realmente no te hace feliz.
IM: En esta época es cuando comienza el giro vital de Javier.
J: Mi vida y mi corazón empezaban a estar en otro sitio.
IM: Un giro que está acompañado por la búsqueda de un trabajo,
de un propósito y también de una casa, un nuevo hogar.
J: Me tuve que alquilar un apartamento porque yo me fui de casa
y pusimos la casa a la venta.
IM: En este nuevo comienzo también llegó un nuevo compañero:
Óscar.
J: Una vez que ya me había separado, yo seguía trabajando, yo
seguía viajando. Conocí a la que hoy es mi pareja, que llevamos 11
años.
IM: La pareja comienza una relación a distancia, desde Madrid
(donde vivía Javier) y La Rioja (donde está Óscar). Aunque en este
momento él no lo supiera, Óscar iba a ser su apoyo incondicional,
su mayor soporte en todo lo que quedaba por venir. Porque la
situación con la empresa no deja de empeorar y la relación entre
los socios se tensa.
J: Fue cuando determiné que esa situación era insostenible y
dejé la empresa. Ahí fue cuando llegamos a un acuerdo con las
participaciones.
IM: La decisión fue firme y Javier confiaba en que marcara el
punto definitivo. Abandonar la empresa, romper cualquier vínculo
con ella, y dejarlo todo aquello atrás.
J: Yo me mudé a vivir a La Rioja, me puse a buscar trabajo.
IM: Estando ya en la misma ciudad que Óscar, en ese momento lo
prioritario para Javier era recuperar su vida laboral. Darle un
sentido a su rutina. Encontrar una nueva vocación.
J: ¿Y yo qué sabía hacer? Pues sabía de artes gráficas, sabía
como se hacía un libro de procesos..
IM: Se lanzó a buscar trabajo aprovechando la experiencia que
había adquirido en el mundo de la impresión.
J: Me resultó fácil encontrar un perfil comercial dentro de las
artes gráficas, que era a lo que yo podía optar. La parte jurídica
la tenía ya muy en desuso.
IM: Mientras su cabeza estaba centrada en su nueva vida, en
Óscar, la nueva ciudad y su nuevo puesto de trabajo, las
dificultades que arrastraba con la imprenta seguían su curso.
Empezaron a surgir problemas jurídicos.
J: Empezaron a llegar demandas, demandas por cantidades muy
importantes.
IM: Las compras y las inversiones de la empresa ahora son un
lastre que va aumentando la presión frente a los acreedores.
J: Inversiones en maquinarias de imprentas digitales, de
guillotinas de troquelado, las que son inversiones fuertes.
IM: Y entonces a Javier le llega el primer aviso.
J: Cuando te llega la primera demanda por 200.000 o 300.000
euros dices «¿Qué voy a hacer yo? ¿Cómo voy a pagar esto?». Y te
llega una demanda, y te llega otra…
IM: Las cantidades fueron aumentando hasta que la deuda se hizo
inasumible: 3 millones de euros.
J: A mí esas demandas eran como si me clavaran puñales en la
espalda porque has jugado a algo aunque no sepas jugar.
IM: Para él, que era socio minoritario y se sentía desvinculado
de la empresa, estos pagos le resultaban injustos.
J: No sentía que la deuda fuera mía. Yo no había gestionado
esas inversiones simplemente era socio, que ya era condición
suficiente para tener que responder a los papeles que había
firmado.
IM: Javier estaba devastado. A su estado anímico no le ayudaba
la presión y persecución a la que se veía sometido cada día.
J: Hubo una temporada que todas las mañanas me llamaban dos o
tres empresas, despachos de abogados, de bancos reclamando el
dinero. Eso eran cartas, burofaxes. Yo lo sentí como un acoso y
derribo. Yo entiendo que están en su papel.
IM: La situación se volvía insostenible.
J: Me llamaban todas las mañanas. Tuve que cambiar el número de
teléfono.
IM: La idea de que esto iba a repetirse como un bucle sin fin
llegó a hacerle mella.
J: ¿Y esto va a ser así toda la vida, toda la vida voy a tener
que estar soportando que me llamen? Que no son amenazas, son
recomendaciones que te dan.
IM: En esta situación tan delicada y angustiosa, cuando Javier
miraba al lado siempre se encontraba el apoyo de Óscar. Aunque él
también tenía sus momentos de debilidad.
O: Ahí sí que hubo un momento en que lo pasó muy mal y yo lo
pasé mal por la parte que me toca de la convivencia.
IM: Óscar era consciente de que, a pesar del buen carácter de
su pareja, la situación era tal que podía explotar por algún lado.
Le tocaba hacer de contrapeso. Y ahí es donde juega un importante
papel su personalidad, calmada y paciente.
O: Por los miedos de cómo le podría seguir afectando la
situación. Esa bola mental que se puede hacer y que, bueno, no
sabes en qué momento puede desencadenar en una depresión o en una
reacción o lo que sea.
IM: Javier era consciente de que con Óscar agarrándole era más
difícil que cayera.
J: Realmente he sido un afortunado, sobre todo por el apoyo
como pareja, de estar ahí y de quitarle hierro a todo.
IM: Y así, compensando la balanza, se enfrentaron juntos al
siguiente paso. La empresa ya no era solvente y no podían hacer
frente a las deudas. La única solución pasaba por presentar el
concurso de acreedores, un proceso en el que se intenta que un
deudor insolvente satisfaga a varios acreedores:
J: La verdad que yo puse todas mis esperanzas en el concurso de
acreedores porque me parecía tan injusto tener que hacer frente a
deudas tan descomunales.
IM: Su esperanza se desmoronó. El concurso fue denegado en el
Supremo y Javier se vino abajo.
J: Era una presión que si estás en una situación anímica normal
se puede sobrellevar, pero cuando tienes esa carga, esa presión, a
mí me rompía.
IM: Para Óscar, este momento fue el golpe más duro que recibió
su pareja:
O: El peor momento durante todo este tiempo fue con el primer
«no» del procedimiento judicial. Cuando todos estábamos diciendo
«si esto es de cajón, esto sale, es un «sí» o «sí» o «sí» pero,
claro, te sale un «no». Moralmente él estaba mal.
IM: Fue ahí cuando Javier empezó a no ver la salida.
J: Llegué a pensar en quitarme del medio, porque no veía
solución.
IM: Una vez que se toca fondo, hay dos soluciones: anclarse en
el pozo para siempre o intentar salir de él. Y Javier decidió
salir. Y lo hizo sin miramientos. Sin darle vueltas. Sin pasar por
un largo proceso de reflexión. Fue una cuestión de actitud.
J: Ahí mi cabeza hizo un clic. Dije «Se acabó. Ya no lucho más,
pero esto ya no me va a hundir.»
IM: Después de años confiando en que la justicia le aportaría
una solución, la sentencia del Tribunal Supremo le hizo despertar y
pasar página.
J: Dije «no, esto ya está, esto ya llega a su fin, ya lo he
intentado, no ha salido bien, viviré, aprenderé a vivir con ello,
lo guardaré en algún cajón de mi de mi ser. Pero esto no me puede
hundir más».
IM: Desde 2011, Javier había dedicado toda su energía a un
problema que ahora empezaba a entender que se le escapa a su
control.
J: Tuve que pasar un periplo muy, muy malo, muy malo para darme
cuenta de que de que no tenía la importancia que yo le estaba
dando.
IM: Comenzó a darse cuenta de que tenía todo lo que necesitaba.
Tenía el apoyo de su pareja, su cariño. Era realmente feliz. Así
que centró su atención en no pensar en sus problemas económicos.
J: Era súper feliz, soy súper feliz. Y ahí mi cabeza dijo se
acabó, esto ya no tiene solución. Tiro la toalla y vamos a intentar
hacer la vida más normal…
IM: Sin embargo, quedaba una última batalla. La más importante.
J: Y, bueno, en ese «no sé qué más me puede pasar», pasó.
JAE: Después de años enfrascado en una deuda millonaria,
luchando en procesos judiciales, con cambios de empleo y mudanzas
de por medio, Javier comienza a ver la luz del túnel. Pero justo
entonces recibe una noticia que va a paralizarle. Enseguida
retomamos el relato.
JAE: Superada aparentemente una época complicada, casi
imposible en la vida de Javier, las angustias económicas parecían
despejadas. Pero esa tranquilidad, sin embargo, va a durar muy
poco. Sigue contando Inés Martínez.
IM: En 2018, Javier va al hospital por una revisión rutinaria.
Óscar, su pareja, tenía un viaje de trabajo y no estaba con él.
Igualmente, esa cita médica no parecía nada importante:
O: Yo estaba en un viaje porque además sí había una prueba en
la que tenía que ir acompañado y tuvo que ir una amiga porque yo no
estaba. No podía ser yo el que iba con él a la prueba médica.
IM: Javier había tenido unos problemas estomacales, nada
aparentemente grave. Pero entonces llegó el diagnóstico. A Javier
las palabras del médico se le quedaron grabadas a fuego en la
memoria.
J: Me dijo «sí, es un cáncer de colon».
IM: El shock fue tremendo.
J: Claro, en ese momento dices a ver cómo asimilo yo esto que
me acaba de decir.
IM: Llegó a casa y se sentó en el sofá. Pensando. No
reaccionaba.
J: Ahí me quedé en casa solo, dándole vueltas. Dándole vueltas
a la palabra 'muerte'.
IM: Y después, llegó el momento de tener que decírselo a Óscar.
J: Si te digo la verdad, esperar la llamada de Óscar.
IM: Y en ese momento, cambiaron los papeles. Óscar dejó de ser
el fuerte, como acostumbraba:
O: Realmente yo fui la persona que me vine abajo. Él lo llevó
bien, el tenía más fuerza moral y supo contener mejor los miedos,
ese primer momento de duda, de «se te cae el mundo encima». Lo
llevó bien y yo lo llevaba peor.
J: «Hoy te dejo llorar, pero se acabó. No vamos a llorar, vamos
a pelear hasta donde lleguemos. Pero esto no me va, no me puede
hundir. Es un bache nuevo.»
JAE: Y así fue. En esos momentos tan duros, en los que te ves a
punto de caer, es imprescindible contar a tu lado con alguien que
te sujete. Óscar se fue recomponiendo.
O: De todo se sale. Y habrá que adaptarse y aprender a convivir
con ello. Y ya está. Las ganas que él tenía de salir de esto, de
olvidarse de toda esa etapa negra y poder tener una vida normal
como cualquiera.
IM: Javier lo cuenta incluso sorprendido. No era consciente de
su fortaleza.
J: La verdad es que me pilló con la cabeza tan fuerte… En ese
momento que había pasado por todo el tema del concurso, de las
demandas, que lo había pasado tan mal, que por mi cabeza se había
pasado en bastantes ocasiones quitarme de en medio… En ese momento
dije «basta, hasta aquí, ya no puedo más.»
IM: Javier empezó muy motivado el tratamiento contra el cáncer
de colon. Día a día abría su caja de pastillas de quimio y radio y
las tomaba con la naturalidad de quien confía en que todo va a
salir bien. Pero, además, tenía que operarse.
J: La cirujana nos confirmó que era un cáncer de colon, que era
un señor cáncer de colon, que era grande, que estaba muy cerca del
ano, lo cual era un problema.
IM: La médico le explicó con detenimiento cómo iba a ser la
operación.
J: Ella nos explicó la cirugía, todo, pero yo no la oía
realmente. En mi cabeza estaba pensando en mi pareja, en mis
padres, en «esto se me ha acabado. Este billete ha llegado a su fin
y se acabó el viaje».
IM: Cabía la posibilidad de que, después de la cirugía, Javier
tuviera que vivir con una bolsa en el estómago para siempre.
J: ¿Quién quiere vivir con una bolsa en el estómago? Si te toca
te toca y lo asumes como tienes que asumir tantas cosas.
IM: El pánico a un desenlace inesperado entró en escena y
Javier tomó, una vez más, una importante decisión.
J: Tanto miedos me entraron, aunque yo no lo transmitía, que me
senté con quien era mi novio y hoy mi marido y le dije «cari, nos
tenemos que casar». Así, sin pedida, sin anillo, sin nada de
romanticismo.
IM: Y Óscar dijo «sí, quiero».
O: Fue algo más provocado o acelerado por el tema del cáncer,
porque queríamos que antes de que hubiera una operación estuviera
todo lo más atado posible, con lo cual ese fue el punto de vista
inicial. «Tengo que ir al notario, firmo»...
IM: Lo que iba a ser un mero trámite se convirtió en una boda
preciosa. Lo recuerdan como el día más bonito de sus vidas.
J: «Bueno, venga, vamos a ampliar un poquito más. Pues ya que
estamos…». Al final, hicimos una fiesta en casa de lo más íntimo.
Contratamos un pequeño catering y para mí fue la mejor boda del
mundo mundial.
O: Fue un día bonito, porque fue un día que en principio puede
parecer que no se coció de una manera normal, que no fue una boda
al uso: la preparamos con mucho tiempo, llamamos a todo el mundo,
lo hacemos todo…
IM: La boda significó un paréntesis en el tema de la empresa.
O: Lo hicimos además como queríamos, lo hicimos muy rápido, muy
fácil y con amigos, sin complicarnos mucho, pero hacerlo muy
divertido.
IM: Y también lograron olvidarse, al menos durante unas horas,
de la enfermedad.
J: Eso sí, a las 12 de la noche, entre algo que bebí y que
estaba flojo, estaba ya metido en la cama el resto de la fiesta.
Pero para mí fue un día maravilloso, fue un día como de despedida,
de decir «por si no nos volvemos a ver.»
IM: Poco después de la boda llegó el día de la operación. La
posibilidad de que Javier tuviera que vivir con una bolsa en el
estómago cobró de nuevo protagonismo. Antes de la anestesia el
médico le dijo que si despertaba con la bolsa a su costado
izquierdo significaba que sería para toda la vida. Si, por el
contrario, la bolsa estaba a la derecha, era temporal.
J: Y mi obsesión era saber dónde tenía puesta la bolsa.
Desperté de la anestesia y medio grogui y medio moribundo me eché
las manos a la tripa y vi que tenía varias bolsas puestas. Pero,
claro, una era la bolsa temporal, que me confirmaron que era
temporal, y las otras eran de drenajes.
IM: Tras el tratamiento de quimio y radio, esa primera
operación, un descanso para recuperarse y una segunda operación,
Javier comenzó con la rehabilitación. En más o menos año y medio
pasa de la incertidumbre de enfrentarse a un cáncer, a revisiones
periódicas en las que las noticias son muy buenas.
J: Y la verdad que lo recuerdo como un proceso muy bonito.
Fíjate, todo lo duro que es que te digan que tienes un cáncer, que
pasas una quimio, para mí lo recuerdo con tanto cariño… Me ha dado
la vida.
IM: Hacía tiempo que la deuda empresarial había pasado a un
segundo plano. Se había centrado en curarse, disfrutar de los
suyos, hasta que llegó una llamada de su abogada.
J: Pues en ese transcurso, el despacho de abogados me dijo
«Javier, ha cambiado la regulación, ya se ha aclarado el concurso
para los doctores como personas físicas. Ya está todo más claro».
IM: Él no se imaginaba retomando el tema. Lo había dejado
atrás. Había aprendido a vivir con ello.
J: Y a la cual ya me había mentalizado, absolutamente
mentalizado, de que mi vida iba a estar sujeta a esta deuda de tres
millones y pico de euros. Pero ya me daba igual.
IM: Aun así, superar la enfermedad le había demostrado a Javier
que era más fuerte de lo que pensaba.
J: El sobrevivir al cáncer, al tratamiento y a toda esa
situación, me dio fuerzas para todo. Me dio ganas de vivir, me dio
ganas de luchar por lo que realmente merece la pena.
IM: Prepararon el papeleo y en cuestión de meses llegó la
resolución tan esperada. Javier había sido completamente exonerado
de su deuda.
J: Y ese día fue como, uf, como si de repente te quitas 50
kilos de encima y dices «Dios, esto es verdad».
IM: Fue un antes y un después.
JAE: Habían sido muchas cosas en pocos años: una lucha contra
un cáncer, una separación y un cambio de vida radical de por medio.
Por fin podía vivir tranquilo.
J: Pues ese día me hinché a llorar y solo en casa porque no me
lo creía. Y también me quedé un poco como con chasco. Pero, tú
fíjate, estás esperando que algo pase, que algo cambie, pero nada
cambió. O sea, no salió confeti del techo ni nada por el estilo.
JAE: Óscar también respiró aliviado…
O: Estaba por aquí en Logroño, estaba en la oficina, me llama.
Con mucha alegría de decir «Por fin, has acabado. ¡Por fin!»
JAE: Y Javier volvió, definitivamente, a ser el que era.
O: Es muy alegre y muy social. Muy, muy social, muy de estar
siempre con gente y siempre estar con amigos y siempre tratar de
pasarlo bien. Y ahora todavía mucho más.
IM: Se acabó la deuda, se acabó el cáncer. A día de hoy Javier
lleva las riendas de su vida. Todo el drama, todas las penas que
sufrió han servido para que valore más que nunca las pequeñas
cosas.
J: Realmente el pasar por esta situación me ha hecho ser
superman.
IM: También a quienes le rodean.
J: Gracias a la pareja que tengo, pues tuve un apoyo
incondicional, me dio mucha tranquilidad personal.
IM: Podríamos decir que es un hombre nuevo.
J: Ahora es que me como el mundo con patatas, es que no hay
problemas, y si los hay, no tiene la importancia que realmente
tienen. Ahora sí te puedo decir que soy feliz, vamos, absolutamente
feliz.
JAE: Gracias, Javier. Gracias, Inés Martínez.
En España la Ley de Segunda Oportunidad, a la que Javier se
acogió, permite enfrentarse y superar una mala situación económica
provocada por endeudamientos excesivos, sin descuidar los derechos
de cobro de los acreedores.
Hoy, además, Javier da charlas motivacionales en el mismo
hospital en el que fue operado y comparte allí su experiencia con
el cáncer.
Esta es una de las historias de Fuera del Radar. Un podcast de
periodismo narrativo que se mueve más allá de la noticia. Soy José
Ángel Esteban. Gracias por escuchar.
Esta historia ha sido escrita e investigada por Inés Martínez.
La edición en Logroño es de Irene Martínez. Fuera del Radar es un
podcast narrativo desarrollado por los periodistas de las cabeceras
regionales del grupo Vocento. La edición y coordinación general es
de Andrea Morán, la producción sonora de Rodrígo Ortiz de Zárate
con la ayuda de Iñigo Marín Ciordia y la dirección y producción
ejecutiva de José Ángel Esteban.
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