Una calle de Cork al lado de uno de los canales que forma el río Lee.

Cork, la ciudad rebelde de Irlanda

La segunda urbe del país se levantó hace siglos contra el dominio inglés y hoy lo hace frente a los tópicos al mostrar una variada oferta cultural, gastronómica e histórica

David Valera

Jueves, 1 de septiembre 2016, 09:25

Verdes paisajes, gastronomía gaélica, lucha de religiones, huellas de batallas y ciencia planetaria. Ese es parte del magnífico cóctel que ofrece la ciudad de Cork, la segunda más importante de Irlanda. Una urbe levantada en el condado homónimo, apodada como la ciudad 'rebelde' por ... su lucha contra distintos poderes británicos que dominaron la isla esmeralda durante siglos. Hoy en día lo hace contra los tópicos que rodean al país. Los amantes de la naturaleza pueden disfrutar de las estampas bucólicas del campo irlandés, pero también de las postales que ofrece el río Lee al atravesar y dividir el municipio o disfrutar de las playas de los pueblos costeros aledaños.

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Una ciudad llena de la energía que le infunden los jóvenes que acuden a su universidad, que sorprende con suculentos manjares tradicionales más allá del 'fish and chips', pero también con la cocina más vanguardista. Unas calles que muestran a través de catedrales e iglesias las cicatrices de un conflicto religioso aún reciente, pero que también acogen el arte urbano con coloridos murales.

La última parada del Titanic

  • Si hay un barco cuya trágica travesía es conocida en todo el mundo es el Titanic. Sin embargo, es menos sabido que la última parada que hizo el transatlántico antes de iniciar el fatídico viaje por el Atlántico fue en el puerto de Cobh, un pueblo del sur de Irlanda situado a apenas una veintena de kilómetros de Cork. Allí embarcaron los últimos pasajeros del emblemático navío y también tuvieron la suerte de bajarse unos pocos afortunados. Ahora, la historia de ese último amarre en puerto y detalles sobre la vida en el mítico barco puede contemplarse en el Museo del Titanic. Allí, además de observar fotografías de la época, también se recrean los camarotes de primera y tercera clase y se pueden visionar varios vídeos explicativos sobre la tragedia.

  • Pero Cobh, como ciudad costera y habituada a ver atracar en sus puertos a numerosos barcos, tiene una vinculación especial con el mar. Desde sus muelles vieron a decenas de naves que sirvieron para transportar a miles y miles de emigrantes irlandeses a países de todo el mundo, especialmente hacia EE UU, en busca de nuevas oportunidades en el siglo XIX. Una historia de la emigración y de la evolución de la navegación que puede disfrutarse en el Museo de la ciudad (Cobh Heritage Centre).

Cork rebosa vitalidad, sobre todo en su casco antiguo que nace junto al paso del serpenteante río Lee. El centro de la ciudad esconde en su interior uno de los tesoros mejor guardados y más turísticos: el English Market. Este mercado levantado en el siglo XVII y que ha sido reconstruido en tres ocasiones desde entonces alberga en sus múltiples recovecos docenas de puestos en los que se puede comprar (y degustar) cantidad de productos frescos; desde ostras, boquerones hasta chorizos o frutas que hacen las delicias de cualquier visitante.

Incluso la reina Isabel II ha visitado este mercado, como muestran algunas de las fotografías expuestas en los bulliciosos pasillos de esta especie de bazar gastronómico Además, es lógico que tras pasear entre tantos alimentos surja el apetito. Por eso también cuenta con una serie de restaurantes en los que se puede probar, por ejemplo, el típico estofado irlandés.

Pero además, si se quiere paladear todo el abanico de platos tradicionales del menú de Cork, es posible realizar alguna de las rutas gastronómicas por el centro de la ciudad que ofrecen catas de distintas especialidades de los restaurantes. Por la noche, se puede disfrutar de los tradicionales pub irlandeses con abundante comida y una agradable música en directo. Pero en la ciudad hay mucho más y también se puede cenar en el lujoso Greene's Restaurant con vistas a una pequeña cascada interior y probar una carta de platos de cocina moderna.

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Partitura para las campanas

Irlanda celebra en 2016 los cien años de su independencia del Reino Unido. Los carteles conmemorativos que adornan algunas de las principales calles y edificios de Cork rinden homenaje a numerosos protagonistas de ese acontecimiento. Pero durante varios siglos, irlandeses e ingleses tuvieron una historia compartida que no siempre fue fácil ni en paz. Y las iglesias escenifican ese conflicto. De hecho, uno de los puntos de fricción ente ambas comunidades era las limitaciones del catolicismo que profesaban mayoritariamente los irlandeses, frente al protestantismo inglés. Por eso, los principales centros religiosos de Cork son protestantes, mientras que los templos católicos están escondidos en calles secundarias.

Así, la Catedral de San Fin Barre, levantada en 1870 siguiendo el estilo gótico francés del siglo XIII, se erige majestuosa con sus torres y es coronada con una impresionante escultura de un ángel de oro. El interior del templo, donde también sobresalen sus coloridas vidrieras y las 1.260 esculturas, posee un gran simbolismo debido a la relación que mantuvo esta iglesia con la Francmasonería. De hecho, cuenta con una placa en memoria de la única mujer francmasona en Irlanda, Elizabeth Aldworth. Además, también destaca una de las columnas centrales, llamada la de los héroes, donde están inscritos los nombres de más de 400 hombres de la diócesis que murieron en la Primera Guerra Mundial. Asimismo, cuenta con un órgano de casi 4.000 tubos que lo convierten en uno de los más grandes de todo el país.

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La Iglesia de Santa Ana, construida en 1722, es una de las gratas sorpresas de la ciudad. No sólo porque conserva una pila bautismal de 1629 o porque se puede subir a la cúpula y disfrutar de las magníficas vistas de Cork, sino por la insólita posibilidad de que cada visitante haga repicar las campanas del templo. Y es que en una de las plantas superiores hay cuatro tiradores y una partitura para orientar a todo aquel que quiera hacer sonar el campanario con distintas melodías que serán escuchadas por los transeúntes de las calles colindantes. Una experiencia única.

Como toda ciudad irlandesa, Cork también tiene en las afueras un castillo: el Blackrock Castle Observatory. Como su nombre indica ha sido adaptado para albergar un pequeño museo astronómico interactivo, muy adecuado para niños, y que cuenta con un telescopio guarecido en una cúpula situada en la torre más elevada. Eso sí, sólo puede utilizarse las escasas noches en que el cielo irlandés está despejado.

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Tigres y cruceros

¿Quién puede imaginar encontrarse en mitad de irlanda a tigres, leopardos, jirafas, monos...? Pues sólo hay que recorrer unos pocos kilómetros desde Cork para llegar al Fota Wildlife Park, un extenso parque de 40 hectáreas lleno de animales salvajes que se mueven en semilibertad y hacen las delicias de niños y no tan niños. La cantidad de especies, una treintena de mamíferos y medio centenar de aves, son contempladas por más de 400.000 personas al año y convierten al parque en una de las principales atracciones de la región.

Viajar a Cork también permite visitar algunos pueblos cercanos. Es el caso de Kinsale, cuya historia muestra también la transformación de Irlanda. Este pequeño pueblo de pescadores se ha convertido en el lugar de retiro y ocio para los habitantes de Cork, pero también para un creciente número de turistas. Es posible navegar por su bahía en uno de los barcos habilitados que realizan ese pequeño crucero o alquilar una moto de agua en su club náutico. También pasear por sus coloridas calles, donde las puertas multicolores de las casas otorgan un aire de cuento al pueblo.

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Además se puede visitar el Fuerte Charles, una fortificación construida en forma de estrella -de hecho está considerado uno de los mejores de este estilo- en el siglo XVII para defender la costa irlandesa de una posible invasión española en tiempos de Felipe II y que posteriormente se amplió y fue protagonista de otras batallas de la historia irlandesa.

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