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Imagen de uno de los tramos del recorrido por el faedo. J.L.B.

El faedo de Orzonaga, un tesoro

A pocos kilómetros de León, en la localidad de Orzonaga, perteneciente a Matallana de Torío, encontramos el faedo de las formas infinitas | Un hayedo en una ladera a escasos cuatro kilómetros de esta pedanía ideal para iniciarse con los pequeños en la aventura de la montaña

J.L.B.

Orzonaga

Domingo, 27 de diciembre 2020, 09:51

A menudo cuando visitamos la montaña leonesa nos quedamos obnubilados ante las imágenes que se nos presentan delante de nuestros ojos. Ya sea por los valles del paisaje de Babia, por inmensas moles de caliza de Picos de Europa o por los ocres del otoño de Omaña, son imágenes que quedan en nuestra retina a lo largo del tiempo, pero si hay alguna imagen que hipnotice, es la belleza de un Faedo.

A pocos kilómetros de León, en la localidad de Orzonaga, perteneciente al municipio de Matallana de Torío, encontramos el faedo de las formas infinitas. Un hayedo en una ladera a escasos cuatro kilómetros de esta pedanía ideal para iniciarse con los pequeños en la aventura de la montaña.

Al llegar a la localidad, presidida por un enorme elefante en una colina cercana al municipio, podemos estacionar nuestro vehículo con total comodidad dentro del municipio.

Galería. El faedo de Orzonaga, una ruta para descubrir.

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Galería. El faedo de Orzonaga, una ruta para descubrir. J.L.B.

Para realizar la ruta tenemos dos opciones, la ruta fácil o la difícil. A pesar de ser una ruta circular, la dificultar estriba en la distancia recorrida para superar el desnivel hasta zona mas alta. En la ruta más fácil la cuesta es «más tendida», menos pindia, mientras que la ruta difícil el desnivel a superar se hace de forma más abrupta.

Somo valientes, nos decantamos por la ruta difícil. Después de haber estacionado el coche en la Travesía el Pando, al lado del arroyo de la Mediana, la señal nos indica que el camino que tenemos que tomar es el de la izquierda.

A pocos metros tomamos el camino que nos indica el inicio de la ruta, atravesamos un viejo puente que cruza el arroyo y rápidamente iniciamos un subida con una fuerte pendiente que no nos abandonará hasta que no hayamos recorrido los primeros 2.500 metros de la ruta.

Durante toda la ascensión subimos escoltados por robles que en otoño nos han dejado un tapiz ocre en el camino a lo largo de todo el recorrido, «presta» pisar las hojas de los robles, hacen que la pisada sea más «mullida» lo cual se agradece.

La collada, el sendero y un recorrido de cuento

Después de esta subida, la pendiente se suaviza. Llegamos a una bifurcación, la señal nos indica que debemos ir a la derecha. Iniciamos la marcha adentrándonos en un pinar, hay hasta alguna «bajadita». El recorrido por el pinar es corto, nos encontramos con el refugio Cimero, lo dejamos a la derecha, y seguimos por el camino para dejar el pinar y salir a una collada donde podemos ver las dos vertientes de la montaña.

Una vez dejamos la collada, y ya por un sendero, podemos divisar el inicio del «faedo».

Por fin y después de 4 kilómetros de subida llegamos al faedo, se nota, no pasa desapercibido. Nos adentramos en el bosque de las formas infinitas. El otoño ha dejado un grueso manto de hojas caídas de las hayas, los colores marrones y ocres contrastan con el verde del musgo que rodea el «cepo» de las hayas.

El recorrido, ya cuesta abajo, es de cuento. Las formas que crean estos árboles hacen que cada uno sea único, y cada imagen, dependiendo de la perspectiva sea inenarrable. Ángeles, conejos, perros, pájaros, duendes, son miles las imágenes que te puedes imaginar mirando a tu alrededor en el faedo de Orzonaga.

Inmensas peñas

Seguimos avanzando en el bosque, es otoño, ha llovido el barro hace que el sendero sea impracticable, no pasa nada, avanzamos entre hayas salvando las zonas que se han complicado por las últimas lluvias caídas.

Después de hacer cientos de fotos, y sin querer, dejamos el faedo para llegar al camino que une Orzonaga con Llombera. Iniciamos una bajada muy tendida hacia el pueblo.

Mientras transitamos por el camino de bajada podemos ver el faedo desde la distancia coronado por tres inmensas peñas, lo que hace más acentuado el contraste entre verde del musgo, el ocre de las hojas y el gris de la caliza.

La bocamina y el Belén

Seguimos bajando, por el camino paralelo al arroyo de la Portilla para llegar a una vieja mina abandonada. La bocamina, y como no podía ser menos en esta época, la preside un pequeño Belén acompañado como villancico del sonido del agua emite al brotar por la bocamina, como muestra de homenaje del pueblo a la época navideña.

Llegamos de nuevo a la parte opuesta del pueblo de donde hemos partido, rodeados de arroyos cuyo sonsonete, al avanzar entre las rocas, relaja, ¡y no sabes de qué manera!

Cruzamos el pueblo por la plaza y llegamos de nuevo al punto de inicio de la ruta.

Después de nueve kilómetros y medio de ruta podemos decir que es 100% recomendable para realizar, incluso con niños, y qué ningún leonés que se precie, puede dejar de conocer.

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