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La muerte de Rufino Juárez García el pasado miércoles, el único hijo de los fusilados en Villadangos que quedaba con vida, ha sido el último varapalo recibido por los familiares de las víctimas represaliadas. Y es que como para él, para decenas de generaciones comenzaba un duro transitar el día que se enterró al primer hombre de los 71 que se calcula están en el cementerio de San Juan.
«Es duro, desgasta, supone lágrima a veces», resume Olga Rodríguez, bisnieta de Santos Valentín, maestro herrador en Mansilla de las Mulas y asesinado durante la represión en Villadangos entre el 16 y el 19 de octubre de 1936. Santos pasó antes de su asesinato por el campo de concentración de San Marcos, donde recientemente se homenajeó al último preso vivo, acto en el que participó la propia Olga, también reconocida periodista y escritora.
En ese acto reclamó un proceso de «verdad, justicia y reparación», algo para lo que es fundamental esta exhumación que podría comenzar a mediados de este mes en Villadangos del Páramo. Un proyecto de intervención en el cementerio coordinado por la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica para, como ella misma define, «cumplir con ese derecho básico que define a la humanidad como civilización, y es el derecho a recuperar los restos de los seres queridos desaparecidos. No hay enterramiento digno hasta que no estemos los familiares presentes y se dé fin a las desapariciones forzosas».
Olga Rodríguez
Este es para ellos el punto clave de este justo empeño, no sólo recuperar y enterrar dignamente a sus familiares, sino saber dónde están realmente de una manera comprobada. «Nuestros seres queridos están desaparecidos y sólo tendremos la certeza de dónde están hasta que los exhumemos. No hay dignidad para ellos mientras sigan estando desaparecidos. El problema es que no sabemos si están allí o no, cómo fueron enterrados, si en una o varias fosas. Son personas desaparecidas que hay que identificarlas».
Otro episodio desagradable para ellos fue el rechazo en concejo abierto de la Junta Vecinal de Villadangos al proyecto de exhumación presentado por la ARMH, un capítulo que prefieren olvidar cuanto antes, remarcando que al margen de estos acontecimientos «también hemos encontrado comprensión en el pueblo».
Por ello, recalcan que si alguien no ha entendido en qué consiste las intervenciones que se van a realizar en el cementerio de San Juan de la localidad «nos ofrecemos a un café y ofrecer un punto de vista técnico. Yo estaría encantada de hablar con todas las vecinas de este pueblo tan estupendo para explicar que puede suponer para mí y mi madre», explica Olga Rodríguez, quien destaca su enorme arraigo con León a pesar de estar ya lejos de aquí desde la adolescencia.
La desaparición forzosa es un delito contemplado por la ley internacional como de lesa humanidad que no prescribe. Por ello, no hay dignidad para las víctimas mientras no se intente poner fin. «Con este tipo de desapariciones el crimen se perpetua porque el cadáver no aparece nunca, y las familias no pudimos ver los cadáveres en su día ni los restos ahora», recalca Olga Rodríguez, a la par que incide en que «el final es recuperar los restos, pero lo primero es que nos dejen buscarlos».
Tras diversas exhumaciones realizadas por la ARMH, objetos, información y detalles también han salido a la luz, por ello Olga cree que «en la exhumación no solo se rescaten los restos sino la verdad».
El anhelo de recuperar los cuerpos de sus seres queridos comenzó desde la primera exhumación que la ARMH llevó a cabo en España en el año 2000. Fue entonces cuando entrar en ese terreno desconocido también supuso conocerse y descubrir que «la unión hace la fuerza». Como la política represiva implicaba que las desapariciones forzosas alejaran a las victimas de sus localidades de origen para asesinarlos, los familiares de Villadangos provienen de diversos pueblos de la provincia leonesa y entre ellos ya se ha establecido unos «lazos de afecto muy bonitos», explica Olga, implicada en un proceso que a las familias les ha supuesto entrevistas para encontrar testimonios sobre la ubicación de la fosa, visitas al ayuntamiento de Villadangos y un recorrido que han realizado «a pulso».
Ahora parece que tras los obstáculos e intentos puede llegar el momento de ver cómo no caer en el desánimo ha servido para recuperar, al fin, la verdad que no tuvieron las 71 almas enterradas en de Villadangos.
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