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Si hace treinta años la muerte de Sonia Martínez, sola como un perro en una habitación de la Jiménez Díaz, espoleó el morbo de todo un país, hoy quizá sea ese mismo sentimiento el que lleva a recuperar su historia en un documental estremecedor disponible en RTVE Play (también el miércoles 11 de diciembre en La 2 a las 22 horas). Lo de estremecedor no obedece tanto a una biografía ya sabida, la de una presentadora joven y guapa que acaba en el infierno de las drogas, sino por el tratamiento informativo del que fue objeto en la España de los primeros años 90.
Mira que hemos criticado 'Sálvame', pero es que cuando Pepe Navarro y Nieves Herrero eran jóvenes y disfrutaban de audiencias millonarias, el acoso informativo a la presentadora superaba cualquier atisbo de decencia moral. En el documental dirigido por Ángela Gallardo y César Vallejo aparecen periodistas que hacían batidas en la Casa de Campo para descubrir a Sonia Martínez prostituyéndose. En el colmo de la abyección y la falta de vergüenza, habla el reportero que tomó la fotografía de su cuerpo dentro del féretro en el tanatorio de Orcasitas al que no acudió nadie. Una imagen que fue portada de la revista 'Teleindiscreta': «Ha muerto Sonia Martínez. El trágico final de la que fue una gran presentadora de televisión».
Los niños de la Generación EGB que crecimos amamantados a la Primera Cadena y el UHF en los 80 nos enamoramos de Sonia Martínez. Veníamos de María Luisa Seco y Torrebruno, y ahí estaba la sonrisa de la novia que todos hubiéramos querido tener. Una chica madrileña de clase media, que iba a un colegio público y veraneaba en la sierra de Gredos. Hermana de una gimnasta olímpica, Sonia también llegó a competir en natación, pero carecía de la disciplina necesaria. A los 15 años dejó de estudiar y se puso a lavar cabezas en una peluquería.
Su golpe de suerte fue que un conocido de la familia les avisó de que Televisión Española buscaba nuevos rostros para programas infantiles. Tenía 18 años cuando apareció en '3, 2, 1... contacto' y 20 cuando sustituyó a Mayra Gómez Kemp en 'Dabadabada'. Vinieron las portadas y las noches sin fin. La periodista Chelo García Cortés acierta a definirla en el documental: no era una mujer de físico deslumbrante, «de calendario de camionero, pero sí la palomita que muchos quisieron tener». Se le atribuyeron romances con Maradona, Futre, Juanito, Cayetano Martínez de Irujo y media Quinta del Buitre.
También probó suerte en el cine. Empezó como estudiante de literatura en 'Epílogo', de Gonzalo Suárez, y prosiguió empuñando una pistola en 'Perras callejeras', de José Antonio de la Loma, un título no muy distinguido del cine quinqui. Dos hechos provocaron que su vida se torciera. La muerte de su madre en sus brazos, que la sumió sin saberlo en una depresión, y unas fotos en topless tomadas en Ibiza durante un descanso mientras rodaba una serie alemana. Televisión Española no podía consentir que la presentadora favorita de los niños apareciera desnuda, así que rescindió su contrato en el programa 'En la naturaleza'.
Era el verano de 1986 y Sonia todavía era una cría de 22 años. Su cese originó una tormenta política y obligó a comparecer en el Congreso de los Diputados al director general de TVE, José María Calviño. La presentadora argumentó que su despido obedecía a una venganza por resistirse al acoso sexual de un realizador del ente público, pero nadie la hizo caso. Eran otros tiempos. Ganó en los tribunales y tuvieron que readmitirla, llegando a grabar una sección en 'La bola de cristal' que nunca se emitió. Hubo intentos de iniciar una nueva vida en Nueva York y en Burgos, y parejas que no la convenían. Alcohol, cocaína y heroína. A los 25 años su padre ha vendido el piso familiar y no tiene dónde dormir. Necesita 20.000 pesetas diarias para su adicción.
Sonia Martínez se convirtió en una apestada del todo cuando se supo que era portadora del virus del sida, del que se contagió al compartir jeringuillas. Ni siquiera la dejaban alojarse en hoteles, como recuerda un amigo en el documental, que cuenta con los testimonios, entre otros, de Rosa Montero, Valeria Vegas, Nieves Herrero y Pepe Carabias, que ponía voz al muñeco Paco Micro en 'Dabadabada'. El actor alaba a «una chica con una chispa y una alegría que eran poco habituales en la televisión en aquella época. La quisieron convertir en un sex symbol y no lo era». Y se emociona al recordar la última vez que se cruzó con ella, cuando se prostituía en la Casa de Campo.
En 'La última noche de Sonia Martínez' también intervienen dos familiares cercanos: su hermana Irene y su hija. Aquel bebé que nació como niña con VIH y síndrome de abstinencia felizmente superado, y que la presentadora entregó a los servicios sociales consciente de que era incapaz de cuidarlo, hoy es un hombre, Hugo Padilla, que ha ido descubriendo a su madre, fallecida a los 30 años cuando él tenía 3.
Han pasado solo 30 años, pero aquella España de portadas de 'Interviú', yonquis de extrarradio y noches en Pachá parece muy lejana. La mirada de Sonia Martínez, que habló en programas de sus penurias a cambio de dinero hasta pocos días antes de su muerte, se fue apagando según la vida le iba pasando por encima. Su hermana Irene desvela que la telefoneó poco antes de morir: «Llamo para despedirme. Me voy a escapar del hospital ya».
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