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Los contenidos más vistos en España durante la pandemia fueron las películas alemanas y las series turcas. Desde entonces, ahí siguen. Y subiendo: 'Secretos de familia', la serie que desembarcó en Antena 3 hace dos semanas, ha sido muy bien acogida en España y se ... ha vendido a más de 20 países.
Turquía es una potencia audiovisual desde hace mucho tiempo, y el éxito de las telenovelas turcas es un caso digno de estudio, hasta el punto de que el documental 'Kismet: cómo los culebrones turcos cambiaron el mundo' examina el fenómeno y cuenta el impacto que estas producciones han tenido sobre las vidas de mujeres que habitan en lugares tan distintos como Oriente Medio o los Balcanes, mostrándoles que hay otros valores, otras formas de vivir. 'Secretos de familia' cuenta con algunos elementos que pueden contribuir a ese cambio, como es mostrar a la mujeres más jóvenes con formación y cierta independencia. Pero, además, tiene los componentes clásicos de cualquier serie turca destinada al consumo masivo: una pareja de protagonistas guapísimos, unos dilemas morales que hacen que el espectador tenga que tomar partido, una occidentalización de la estética y las costumbres que apenas se ajusta a la imagen que tenemos de Turquía (y que propician que la serie se venda estupendamente en cualquier continente) y una emocionalidad exagerada que se explota hasta el paroxismo y se subraya en fosforito utilizando la música, la cámara lenta y todos los recursos habidos y por haber.
Para completar la ecuación, en el caso de 'Secretos de familia' hay que sumar otra variable: la intriga. La serie comienza con la aparición de una chica muerta en un contenedor de basuras y, durante su desarrollo, surgen diferentes sospechosos, más que en el Cluedo, para jugar a averiguar quién lo hizo.
El primero que aparece como presunto culpable es Çinar, el hermano del fiscal Ilgaz Kaya. Ilgaz es un señor atractivo de mirada intensa, conocido en su profesión por su honestidad, y que vive con sus hermanos y con su padre, un jefe de homicidios de la policía tan incorruptible como su hijo. En defensa de Çinar aparece Ceylin, una abogada joven, pizpireta y muy resuelta que está dispuesta a saltarse algunos límites en tal de conseguir lo que se propone. Al igual que Ilgaz, también vive con su familia, formada por una hermana que se ahoga en un matrimonio infeliz y es madre de una adolescente, una hermana pequeña que acaba de entrar en la universidad, una madre ama de casa y un padre que pasó una temporada en la cárcel al ser acusado falsamente de un delito. Desde luego, el título no engaña: en esta serie, familia hay (mucha), y también secretos. Y Ceylin e Ilgaz, unidos por unas circunstancias extremas en la búsqueda de la verdad, los irán descubriendo a lo largo de los 34 episodios de los que consta la primera temporada.
Familias y sospechosos aparte, lo que es inevitable es que dos protagonistas tan guapos y con tanto pelazo, prototipo cada uno de su género, se enamoren. Porque ahí es hacia donde se dirige la historia: en cuanto Ceylin conoce a Ilgaz, saltan chispas. Pero, en lugar de devenir en una suerte de actualización de 'La costilla de Adán', con Katharine Hepburn en la defensa y Spencer Tracy en la acusación, la narración va dando giros enrevesados y dramáticos. En esas líneas argumentales se mueve la serie, apelando a las emociones más primarias y mostrando situaciones cada vez más rocambolescas. Lo que sea en tal de enganchar al espectador.
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