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La irrupción de 'The Newsreader' en el intricado universo de la producción audiovisual -la ficción se estrenó en 2021, pero a nuestro país llegó en 2022 de la mano de Cosmo- supuso un soplo de aire fresco. Sí, ha habido otras ficciones que narran el ... día a día en una redacción -ahí están, sin ir más lejos, 'The Newsroom' o 'The Morning Show'-, pero el hallazgo en 'The Newsreader' estaba en su original enfoque. Ambientada en la redacción una cadena ficticia australiana en los ochenta, la serie recorre a lo largo de los seis episodios que componen cada temporada algunos de los hitos locales e internacionales de la época, casi como si de una ficción procedimental se tratara, y al mismo tiempo va reflejando los procesos de la labor periodística y las relaciones y dinámicas de poder en una redacción.
Entre los temas que tocaba aquella primera entrega estaban desde el estallido del Challenger, en el que viajaba a bordo Christa McAuliffe, profesora de secundaria y madre de dos hijos, que se iba a convertir en la primera civil de la historia en viajar al espacio, hasta el desastre nuclear de Chernóbil, pasando por la llegada del cometa Halley, el atentado de Russell Street en Melbourne, en el que murió la primera mujer policía en el desempeño de su trabajo; la salida de Lindy Chamberlain de la cárcel, que pasó cuatro años en prisión acusada erróneamente de haber matado a su hija de 9 años, o la crisis del SIDA.
Y mientras la serie representaba la cobertura de aquellas historias, también retrataba el día a día de una redacción más bien discreta, que gira en torno a las dos estrellas de los servicios informativos, el veterano Geoff Walters (Robert Taylor) y la algo menos talluda Helen Norville (Anna Torv). Ambos llevan años presentado el informativo más importante de la cadena, pero ella está cansada de que todas las informaciones trascendentales caigan siempre del lado de su compañero. Harta de agachar la cabeza y seguir al pie las directrices que marca el director de la cadena, Helen pide conducir un boletín semanal con reportajes en profundidad que hablen de los temas verdaderamente importantes. Conscientes de que la periodista es un polo de atracción para la audiencia, deciden concederle el programa pero con una condición: Dale Jennings (Sam Reid), un joven y diligente periodista, algo inexperto delante de las cámaras, pero con ganas de comerse el mundo, supervisará la producción. Tras un tira y afloja, Helen acabará poniendo el grito en el cielo y será despedida, hasta que la tragedia del transbordador Challenger lo cambie todo. A lo largo de los seis episodios, la lógica animadversión entre Helen y Dale se iba convirtiendo primero en una amistad y luego en una relación sentimental, pese a que este parece guardar un oscuro secreto, mientras Walters, arrinconado, acababa largándose del canal y probando suerte en otro lugar.
La segunda temporada da comienzo con Helen y Dale convertidos en la pareja de moda en la televisión y arranca con las elecciones del 87. Un nuevo director general quiere dar nuevos bríos al canal. No está muy convencido con la agresividad de Helen y quiere además incorporar a una estrella del humor, que debutará precisamente en el especial de las elecciones. Un especial en el que, además, prometen dar los resultados definitivos minutos antes de que se hagan oficiales, gracias a la poderosa informática. En frente, la pareja tendrá a Walters, que se ha ido a una cadena de la competencia desde la que volverá a cubrir la noche electoral como lleva haciendo desde hace décadas.
Con un ritmo magistral, la ficción retrata con pulso asuntos como las presiones de los inversores, la habitual pugna entre la información y el entretenimiento o el peculiar amarillismo que, poco a poco, fue introduciéndose en la televisión de los ochenta. Lo hace tocando temas como el tiroteo en Clifton Hill que puso en shock a la sociedad australiana, ocurrido en agosto del 87; el hundimiento mundial de la bolsa en el llamado Lunes Negro de octubre de ese mismo año, las protestas de los aborígenes en Australia mientras la princesa Diana y el príncipe Carlos se daban un baño de masas en un viaje en el que ya se rumoreaba que el matrimonio hacía aguas, la celebración del Bicentenario de Australia en enero de 1988 o el problema de las drogas -resulta brillante la manera tan personal de enfocar un asunto, el de la heroína, que destrozó miles de familias-.
Torv y Reid siguen brillantes en los papeles de Helen y Dale, una pareja que a lo largo de esta nueva entrega pasará por importantes altibajos -ser una celebridad no siempre es positivo-, en parte por ese secreto que atenaza al segundo. Los dos se las tendrán que ver con el director de la cadena, cada vez más nervioso con las presiones que recibe desde arriba. En este sentido, la ficción es también un estupendo retrato de los juegos de poder y de la enferma competitividad de una profesión feroz, donde las zancadillas están a la orden del día. El nacimiento y desarrollo de nuevas parejas sentimentales también permite abordar temas como el machismo, el racismo o la xenofobia. En definitiva, una gran segunda temporada para esta serie disponible en Cosmo, a través de distintas plataformas, y Filmin, que ya ha confirmado una tercera temporada.
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