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Imagen de 'El juego del calamar'. RC
'El juego del calamar' (temporada 2): el horror de la polarización y el caos

'El juego del calamar' (temporada 2): el horror de la polarización y el caos

Los nuevos episodios de la serie coreana derivan hacia un escenario que es una alegoría de la sociedad actual

Moisés Rodríguez

Miércoles, 29 de enero 2025, 14:49

'El juego del calamar' no es ningún juego. Ni una serie de supervivencia más. Producción de desbordante éxito, en su origen el producto disponible en Netflix destilaba un aroma que ya nos sonaba de sagas como 'Los juegos del hambre' o 'Divergente'. Más juveniles y occidentales las películas, pero ambas propuestas incluyen un evidente trasfondo de crítica hacia la clase dominante. La producción coreana, en cambio, ha decidido ir un paso más allá, rompiendo cualquier status quo y plasmando una teoría del caos que se parece en demasía a la sociedad global en la que vivimos.

Prometo no hacer espóiler más allá de que tendremos que esperar unos meses para asistir al desenlace de esta locura. Pero que nadie se indigne. Al fin y al cabo también nos pasa con las guerras, que durante unos días nos hablan de ellas hasta en los partes meteorológicos, durante un tiempo parecen no existir, de vez en cuando nos cuentan alguna masacre para que no olvidemos de que están ahí, y con suerte y de repente la noticia es un misterioso acuerdo de paz que parece haber brotado como las setas.

Mientras llega la tercera temporada, la segunda de 'El juego del calamar' nos deja inquietos. Y ya no porque la siniestra niña de 'Luz verde' amenace con volver de nuevo, y esta vez con refuerzos. Más allá de un entorno que vuelve a conjugar las voces dulces y el colorido infantil con el baño de sangre, el argumento resta esta vez importancia a los seis juegos tradicionales en la que los participantes deben luchar por la supervivencia. Es más, subsistir o morir deja de depender de las habilidades o del azar, para pasar a estar a expensas más que nunca de caprichos personales o de la inteligencia colectiva de un conjunto de participantes cada vez más polarizados, más extremistas e irreconciliables.

Sociedad dividida y las etiquetas

La sociedad de la producción asiática se divide entre los que quieren jugar y los que prefieren escapar del mismo modo en el que la sociedad real tiende a los extremos. Durante años hemos aceptado el A o B como si fuera un juego inofensivo: frío o calor, mar o montaña, pelis o series, Real Madrid o Barça (hay quien te repite la pregunta cuando le dices que eres del Valencia o del Levante: 'Vale, pero, ¿entre Madrid y Barça?'), izquierdas o derechas… y aquí, cuando hemos entrado en política, ya hemos caído en la trampa.

Porque las etiquetas, cuando de ellas depende el bienestar, pesan. Una insignia con velcro en el pecho, cruz o círculo, es capaz de generar un caldo de cultivo propicio para el caos. También para una lucha por la supervivencia sin reglas, en la que todo está justificado para seguir adelante o, más tétrico aún, ganar más dinero. En la temporada 2 de 'El juego del calamar' ya no generan tanta ansiedad las competiciones a vida o muerte como la sensación de ausencia de reglas: la incertidumbre que causa la consciencia de no depender de uno mismo, sino de estar a expensas de las decisiones de los demás.

De ese entorno polarizado extrae rédito una clase dominante. ¡Vaya, prometí no hacer espóiler! Bueno, dejémoslo en que los líderes no dejan de ser un número más. Que destacar, salirse del carril, 'hacerse el héroe', no sólo no está de moda sino mal visto. El 'jugador número XX', que cuando es eliminado deja de importar, porque de hecho no ha importado nunca. Su cuerpo es introducido en un ataúd con estética de caja de regalo, pero ataúd al fin y al cabo, para convertirse en un puñado más de billetes para regocijo de los más codiciosos. Migajas. Promesas de riquezas pasajeras por parte de la clase dominante que, mientras los concursantes deambulan hacia su propio beneficio, prosigue con su exterminio. ¿Les suena? En unos meses veremos dónde termina todo este caos. Me refiero a 'El juego del calamar', claro.

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