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Molly no deja de pensar en aquel joven que hace ya una veintena de años saciaba su apetito hundiendo la cabeza entre sus piernas. Recuerda cómo le acariciaba el cabello en cada embestida. No habría ningún problema si no fuera porque en estos momentos se encuentra en terapia junto a su marido. Hace años que no él no se acerca a ella. Tuvo un cáncer de mama, ya superado, y desde entonces pasaron a ser 'paciente' y 'salvador'.
De eso discuten ahora frente a la profesional, hasta que una llamada interrumpe la conversación. Es el médico de Molly: aquel dolor en la cadera no era a causa de un mal gesto, el cáncer ha vuelto, ha hecho metástasis en los huesos y está en estadio 4. A Molly le quedan pocos meses de vida. Desorientada, pero aún con la imagen de aquel joven en la cabeza, sale de la consulta y llama a su amiga Nikki, que acude a recogerla en coche.
Así comienza 'Dying for Sex', la serie disponible en Disney+, una comedia excepcional, que hunde sus raíces en hechos reales, los que protagonizó Molly Kochan, una mujer con diagnóstico de cáncer terminal, que decidió dejar a su marido de quince años para empezar a explorar la amplitud y complejidad de sus deseos sexuales. Toda una experiencia que después contaría en su propio pódcast, conducido por su amiga Nikki Boyer.
Con estos mimbres, lo cierto es que el punto de partida de la ficción ya resultaba atractivo, y más con el elenco que finalmente ha llevado a la pantalla la historia, encabezado por Michelle Williams en el papel de Molly, y con Jenny Slate, Jay Duplass, Rob Delaney, David Rasche y Sissy Spacek, entre otros. Pero la serie corría el riesgo de quedarse en lo superficial y convertirse en una suerte de catálogo de fetiches y experimentación, un mero conjunto de prácticas sexuales, filias y fobias destinadas a impactar y sorprender al espectador.
Nada más lejos de la realidad. Creada por Elizabeth Meriwether y Kim Rosenstock, 'Dying for Sex' es una serie de una hondura excepcional que, a través de esta revolución sexual forzada por la enfermedad, no solo explora los anhelos y deseos de una mujer desencantada con el rumbo que ha tomado su vida en los últimos años, con sus coqueteos por el mundo de las 'apps' de citas, del sadomasoquismo, de las cuerdas y las correas, de las mascotas o del intercambio de roles, personificados en ese delicioso vecino al que da vida Rob Delaney; sino también el miedo a la muerte y el dolor, la amistad como ese barco salvavidas que lo puede todo, la dedicación exclusiva y la extraña soledad que atraviesan quienes ejercen de cuidadores, el regreso a las raíces familiares –ahí esta Gail, la madre de Molly, a la que da vida Sissy Spacek– o el papel fundamental de los terapeutas y los médicos un proceso tan traumático y doloroso como liberador.
Y lo hace de forma brillante e inteligente, con una sensibilidad y un sentido del humor y de la ironía estupendos, que saben dejar espacio al drama y al melodrama cuando la narración lo requiere, sin miedo a despertar la emoción de un espectador al que toca el alma de lleno. Estructurada en ocho capítulos de entre 27 y 36 minutos, la ficción toma por el camino interesantes decisiones. Por ejemplo, el interés romántico de la historia, que lo hay, da un paso a un lado hacia el final de la misma, pues lo contrario hubiera sido forzar las cosas. Otra muestra: además de atesorar algunos de los momentos más emocionantes y bellos de la serie, el último capítulo, 'No es tan grave', es también una detallada y didáctica guía de lo que experimenta el cuerpo humano cuando se está muriendo, explicitando que a menudo se nos prepara para la vida, pero casi nunca para la muerte.
A todo ello hay que sumar unas interpretaciones rotundas entre las que, sin duda, hay que destacar el excelente trabajo de Michelle Williams, lleno de verdad, que traspasa la pantalla con su capacidad para pasar de la risa al llanto en apenas un instante. Dirigida por Shannon Murphy (seis capítulos) y Chris Teague (los otros dos capítulos restantes), esa sinceridad también se refleja al representar de forma realista y sensual unas escenas subidas de tono que encajan como un guante en este certero relato.
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