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Como si la tierra subiera hasta el pecho y no te dejase respirar. Es una de las ideas visuales que representan la ansiedad en esta serie, la frontera difusa con la depresión, conceptos y sensaciones que nos inundan en estos tiempos —o por dentro, sintiéndolos, ... o por fuera, en los medios, en las encuestas, en los demás—. ¿Cómo ligar una sensación aparentemente tan poco atractiva en lo visual —no queremos, por lo general, ver a gente que no puede ni salir de la cama— con una serie de éxito, con gran cartelería y anuncios invasivos, destinada a un público mayoritario? Pues mezclándola con la acción. Pero en este juego del huevo y la gallina no sabemos si fue antes la acción o el existencialismo. ¿Cuál vende mejor?
La manera de conducir a la acción a alguien desesperado, angustiado, con las manos atadas, y rodeado de obligaciones y deudas, es simple: permitirle desatar su rabia contra un desconocido casi aleatorio. La manera de saltarse las imposiciones sociales que le permiten sobrevivir pero le asfixian es encontrar una víctima, de la que no sabes nada, pero con la que puedes ser cruel porque encima te sube la apuesta: está igual de desesperado que tú, al filo de la locura. El 'beef' —término profusamente utilizado en las peleas dialécticas, por ejemplo, entre raperos— está servido.
Un detalle nada banal tiene que ver con la conducción, asesina de los buenos modales y fuente suprema de estrés. Es dando marcha atrás y a punto de chocarse donde se conocen nuestros protagonistas, pero tendrán que ir mucho más atrás en su vida para resolver la serie. La espiral de violencia toca techo en el penúltimo capítulo con un punto incluso slasher.
En este relato sin moralejas se intenta el juego de ricos y pobres, aunque tampoco es la esencia de la trama. Y dentro del mundo de los ricos, también se juega al rico que nace contra el rico que se hace. En este caso no hay nuevos-ricos que den vergüenza por ostentar «sin conocimiento»: la protagonista, interpretada por la también humorista Ali Wong, es una emprendedora que sí se ha partido el lomo y ha creado una marca exitosa, pero que le mata de ansiedad. Está casada con un artista hijo de artistas que, en cambio, vive liviano, buenísima persona pero sin realmente empatizar con los problemas de nadie. Hay un pequeño foco de tensión ahí pero, de nuevo, no es el centro de la trama en absoluto.
Al otro lado de la balanza está el personaje interpretado por Steven Yeun, permanentemente al borde de la quiebra o el encarcelamiento, rodeado de miseria moral y desencanto, y apartamentos ruinosos. Según avanzan los capítulos le vemos más y más mezquino, hasta el punto de que nos cuesta mucho quererle. Lo que ambos comparten es una inmensa crisis de soledad. Por mucha gente que tengan alrededor, hay una barrera insalvable de comunicación. Sus familiares y amigos viven en otras burbujas.
Varias soluciones se le proponen a los protagonistas en esta gran huida hacia delante: el poder de la religión y la comunidad, la meditación, la terapia de pareja, el dinero fácil e ilícito, el sexo salvaje, o finalmente el intangible valor espiritual del arte contemporáneo. Ninguna de estas vías les acerca al fin de su sufrimiento.
Es solo un reconocimiento profundo en el otro, en el diferente pero igual, lo que permite una cierta redención. El valor de la empatía con tu peor enemigo, en un alucinado último capítulo que horrorizará a algunos y fascinará a otros, un poco alejado del tono general de la serie.
De lo que no se le puede acusar es de mal hecha. La imagen es literalmente perfecta, llena de ideas, exquisitas la música y la fotografía, muy creíbles las interpretaciones y con talento para dar con la imagen icónica. No aburre, no se le ve el plumero fácilmente… es marca de la casa de la productora A24, responsable de grandes pelotazos recientes como 'Midsommar', 'El Faro', 'Uncut Gems', todas de 2019, o la gran ganadora de los oscars este año, 'Todo a la vez en todas partes'. La estética se mima mucho, y un detalle banal como los nombres de los capítulos se vuelve tremendamente sugerente (citas de grandes poetas muy bien sacadas de contexto). Puede que en el guion no haya nada realmente novedoso, el problema humano se parece a otras películas, más o menos profundas, pero el envoltorio desde luego es brillante. Lee Sung Jin, el creador, dice que la historia está cerrada, pero que tiene otro par de temporadas listas por si le dan luz verde. Probablemente lo consiga.
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