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La serie que nos ocupa es una superproducción. Hay grandes escenarios, dinero a raudales, muchos actores y extras, ambientación solvente y músicas originales que deben costar un pastón. Además, hay una historia real que es oro puro de verdad, lo tiene todo para llamar la ... atención: sexo, noche, dinero, traición, asesinato, Playboy y Hollywood. Ni el 'caso Arny' tiene tanta materia prima.
Somen Banerjee, nacido en Bombay, es un empleado de gasolinera en Los Ángeles. En una escena bien básica, comprendemos que no es feliz. Maniático y calculador, le apasiona el mundo de los ricos y famosos como si fuera un crío, y tiene empapelado todo su cuarto con gentes de gomina y Rolex a los que observa mientras degusta sándwiches caducados. A la fuerza, ahorra un buen dinero, y decide montar un negocio. Poco a poco, con una idea «brillante», funda el primer club de striptease masculino solo para mujeres de la ciudad, el 'Chippendales'. Triunfa, y con ayuda de colaboradores cada vez lo hace más profesional y menos pegajoso. Se convierte en lo que siempre quiso: un nuevo rico con alma de crío. A partir de ahí todo se descontrola, la empresa se hace gigante, y llega todo lo truculento. Estaba cantado.
El principal problema es el protagonista. Hablar con acento indio no quiere decir ser idiota, pero parece que a los guionistas les ha parecido equivalente, y en especial las secuencias donde hablan indios entre sí son vergonzosamente infantiles (con el dueño de las gasolineras al principio y con su madre después, ¿quién le ha dado el OK a esas escenas tan extremadamente tópicas?). No han sabido centrar el tono de Kumail Nanjiani, que sabemos que puede ser un comediante inteligente (está en YouTube su monólogo en SNL) al que aquí no han sabido dirigir correctamente. Recuerda a veces su rictus al villano farmacéutico de 'Dopesick' una serie muy superior de la misma plataforma, pero el mundo de la noche es frívolo y no tiene nada que ver con el de la salud. Convertirse en un mafioso suele requerir mucha astucia, y este hombre no sabe por dónde le da el aire, con arranques de ego absurdos y una sensación perpetua de estancamiento, de que no avanza y no aprende nada. Es demasiado estúpido para que nos lo creamos.
Puede que el Somen Banerjee real fuese así de insufrible. Uno de los rasgos de personalidad más conseguidos se observa cuando, indignado por el trato racista que sufre en un restaurante, se le ocurre implantar el mismo modelo en su negocio sin pensar por un minuto con conciencia de raza, porque su modelo aspiracional es una clase alta donde ingenuamente piensa que la procedencia dejará de importar. El hecho de ser indio en un mundo de blancos ricos —aunque mediocres— se esboza como problema mínimamente, cuando fue central en las relaciones con sus socios. Su personalidad hace que nunca consiga que se le respete, y eso choca con las ideas de cartón piedra que le habían vendido (por eso también es muy inverosímil la pleitesía que le rinde Ray Colón, cien mil veces más audaz que Banerjee, o el incomprensible amor de Irene).
Como buena serie basada en hechos reales, conecta con algunos episodios de los que podríamos tirar más. Aparece un Peter Bogdanovich muy joven, y la pareja que hacían Paul Snider y Dorothy Stratten, con un crimen muy serio (asesinato machista y suicidio) que se pasa muy por alto en la serie, como si fuera un mero adorno. La parte true-crime no termina de cuajar porque no marca el tono de nada, son tres o cuatro secuencias demasiado desconectadas de lo demás.
Es una historia de los ochenta. Pero, en ocasiones, lo que parece es una serie de televisión de los ochenta por la falta de capas, las conversaciones que ya hemos visto mil veces y la perezosa falta de complejidad de los personajes (solo el retrato desacomplejado de las drogas y el sexo homosexual son de 2023). Con todo, está bien hecha, se nota la inversión, el resto de actores no están mal, las coreografías son muy buenas, la historia real merece ser conocida (ya hay docuseries)… pero la historia humana falla porque no les comprendemos. Quizás funcione como advertencia sobre las consecuencias de tener una vida vacía y comprarle el discurso a los gurús del emprendimiento, porque después de «triunfar», ¿qué haces?
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