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Alex Garland, durante el rodaje de la película. Murray Close
«Cuando Trump habló de inyectarse lejía, pensé que estaba alucinando»

Alex Garland

Director de cine y guionista
«Cuando Trump habló de inyectarse lejía, pensé que estaba alucinando»

Estrena 'Civil War', una cinta antibelicista que imagina una nueva guerra civil estadounidense en un futuro cercano, que el pasado fin de semana se coronó en la taquilla norteamericana

Iker Cortés

Madrid

Viernes, 19 de abril 2024, 00:03

A Alex Garland (Londres, 53 años) se le nota exhausto. No es para menos. Al recorrido promocional que lleva con 'Civil War', la cinta que este viernes llega a la cartelera española, hay que sumar que en su estreno en Estados Unidos, el pasado ... fin de semana, la película fue número 1 en la taquilla, superando los 25 millones de dólares de recaudación. No es la primera vez que el guionista de cintas como '28 días después' -por cierto, ya esta en fase de preproducción '28 años después', de nuevo con Garland y Danny Boyle al frente- y responsable de películas como 'Ex_Machina' o series como 'Devs', vive un éxito de tal calibre, pero la propuesta de 'Civil War' parecía una de las más arriesgadas, quizá por los paralelismos que traza con la realidad actual.

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Protagonizado por Kirsten Dunst, el largometraje imagina una nueva guerra civil en un futuro cercano en EE UU: las Western Forces, una alianza armada entre Texas y California, se han rebelado contra el gobierno federal y la desintegración de la nación es cada vez más palpable. En ese contexto, cuatro reporteros -un veterano, dos de mediana edad y una novata- emprenden un viaje de Nueva York a Washington DC para tratar de entrevistar al presidente, que lleva catorce meses sin dar la cara. Con estos mimbres, Garland teje una 'road movie' deslumbrante, tensa e hipnótica.

-¿De dónde surge una idea como 'Civil War'? Porque cualquiera apuntaría a la división cada vez más profunda en Estados Unidos entre republicanos y demócratas o el resurgimiento de la ultraderecha y el fascismo en buena parte del mundo. ¿Es el hilo tan directo?

-De ambas. Creo que no solo en Estados Unidos hay una gran división, sino también en mi país y en muchos países. Es algo indiscutible. Además creo que también se está produciendo un auge del fascismo. Bueno, yo no lo llamaría fascismo como tal sino comportamientos fascistas. Y lo veo muy a menudo.

-En esa polarización, ¿hay alguien más culpable?

-Esa es una pregunta muy complicada. En cierta manera podría decirse que sí, pero por otro lado. Utilizando mi país como ejemplo, aunque podría utilizar cualquier otro para ilustrarlo, la responsabilidad principal recae sobre el extremismo de derechas, que en Reino Unido estaba encabezado por Nigel Farage, que introdujo la política extremista en la política general, pero eso no excusa a la izquierda. Yo soy de izquierdas y la izquierda tiene que plantear una oposición efectiva a la derecha. No digo que sean siempre oposición, me gustaría que llegasen al Gobierno, pero si son oposición deben ser efectivos y no lo lograron. ¿De quién es la responsabilidad entonces? Es compartida. Podría añadir que en mi propio país vi un primer ministro de derechas totalmente corrupto, a quien se le regaló una mayoría política por el fracaso de la izquierda. Todo el mundo lo veía venir. Todo el mundo decía: «¡Por favor, haced oposición contra Boris Johnson, porque si no vamos a tener que convivir con él!». Si eres realmente de izquierdas, tienes que llegar al poder, no ser la oposición, tienes que sacar a Boris Johnson de ahí, pero no fue así.

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-Una idea muy interesante de la película es que no explica las causas del conflicto, ni apunta a culpables. Ni siquiera desliza el signo político del presidente. ¿Por qué?

-Porque hay diferentes formas de hablar de política. Una de ellas es plantear la izquierda contra la derecha y la división que existe sobre todo en las democracias occidentales, pero también en otros lugares del mundo, es la de la izquierda contra la derecha. Esa es la división a la que estamos acostumbrados. Pero ni quería ni quiero sumar a esa polarización. De hecho, yo lo que quiero hacer es todo lo contrario. Yo quiero separar el tema de la izquierda y la derecha y lo que quiero plantear es el centro contra el extremismo. Yo soy de centro izquierdas, soy miembro del Partido Laborista y yo el problema no lo tengo con la gente de derechas. Yo tengo amigos de derechas, puede que no coincida con ellos en el tema de impuestos, el mercado libre, el mercado regulado, pero respeto su opinión, pero lo que no tengo es amigos extremistas. El extremismo es muy peligroso de una forma totalmente diferente, es que no tiene nada que ver. Y entiendo que en tu pregunta hay otra cuestión implicita: ¿Por qué no ponerle una etiqueta a lo que estoy mostrando? ¿Eso quiere decir que la película es apolítica? Tengo que decir que no. El gran problema al que nos enfrentamos en estos momentos no tiene que ver con el mercado libre o el mercado regulado sino con gente como Nigel Farage o Donald Trump, que están ocupando el lenguaje político.

«El gran problema al que nos enfrentamos en estos momentos es gente como Nigel Farage o Donald Trump, que están ocupando el lenguaje político»

-De hecho, la cinta sí que toma parte con un mensaje abiertamente antibelicista, donde no hay épica posible y se muestran los horrores de la guerra tal cual. ¿Está lanzando una advertencia acerca del futuro que nos espera? ¿Cree que puede pasar?

-Es una advertencia, desde luego, y creo que sería un absurdo crear una película que no fuera antibelicista. Yo, desde luego, no lo querría hacer.

-¿Entenderá el público el mensaje?

-No lo sé. Pongamos que yo hablase también español, podríamos malinterpretarnos incluso si estuviéramos comunicándonos en el mismo idioma. En una película, eso se magnifica. La gente entiende las películas en función de sus propias vivencias y de sus creencias y no hay nada que podamos hacer, es la naturaleza humana.

-La película llega a las salas de cine en un momento en el que los conflictos bélicos parecen multiplicarse. Rusia y Ucrania, Israel y Gaza, Irán e Israel… ¿Está el ser humano abocado al fracaso? ¿Hay forma de no sucumbir al pesimismo?

-Podría decirse que sí, que hemos fracasado, objetivamente. La guerra solo puede ser el producto de un fracaso, desde luego. ¿Quién ha fracasado? Ese es otro tema. Con respecto al pesimismo, te pondré un ejemplo. si coges una democracia occidental, como España, hay un sistema de separación de poderes, a los que va controlando la prensa, porque España corre el mismo peligro que el resto de los países y es que si no hay un gobierno honesto, que actúe de forma justa, puede acercarse al extremismo y el fascismo. ¿Es pesimista contar con esa separación de poderes y la exigencia de responsabilidades o es sentido común? ¿Soy pesimista? Yo creo que para los países es muy fácil acabar virando al fascismo y en este sentido sí te podría decir que soy pesimista, pero por otro lado creo que lo podemos evitar, así que también soy optimista.

«Durante la pandemia, llevar o no mascarilla se convirtió en algo político. Eso ilustra perfectamente cómo funciona la polarización y cómo está acabando con nosotros»

-Escribió la película durante los primeros meses de pandemia y la cinta llega ahora a unas salas que en los últimos meses han visto el estreno de títulos tan especiales como 'Pobres criaturas', 'La zona de interés', 'Anatomía de una caída', 'Los que se quedan'... ¿Cree que el parón forzoso de la pandemia es el responsable de la vuelta a unos guiones más elaborados?

-Creo que en algunos casos sí. Creo también que si echamos la vista atrás en los cuatro años antes de la pandemia, los motivos para realizar este tipo de películas ya existían, pero es cierto que quizá se volvieron más evidentes con la pandemia. Ese parón forzado nos hizo reflexionar, es posible, sí. Quizá la pandemia lo aceleró todo, quizá hubieran salido esas películas igualmente, pero un poquito más tarde. Una de las cosas que ocurrieron durante de la pandemia es que aquí estoy hablando de la izquierda y la derecha, los impuestos, la economía. Durante la pandemia, llevar o no mascarilla se convirtió en algo político. Se podía ver la ideología política de una persona en si llevaban mascarilla o no. Eso ilustra perfectamente cómo funciona la polarización y cómo está acabando con nosotros. Cuando el presidente de Estados Unidos dijo que iba a inyectarse lejía, pensé que estaba alucinando (ríe).

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