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Una advertencia: en 'El teorema de Marguerite', en cines desde el 13 de septiembre, hay muchas escenas, muchísimas, en las que sus protagonistas hablan en un lenguaje ininteligible y desarrollan en una pizarra fórmulas que resultan arcanas para el común de los mortales. Enfebrecidos por sus pensamientos, los personajes llegan al extremo de pintar de negro las paredes de una casa para poder escribir con tiza larguísimos desarrollos numéricos.
¿Pueden resultar cinematográficas las matemáticas? Varias películas han tratado de sumergirnos en el cerebro analítico y preciso de sus estudiosos. 'Una mente maravillosa' convertía a Russell Crowe en Johh Nash, experto en teoría de juegos y ecuaciones diferenciales parciales, que se aferró a su inteligencia para pelear con la esquizofrenia que padecía; 'El indomable Will Hunting' mostraba cómo un humilde conserje (Matt Damon) podía ser un prodigio en álgebra, mientras en 'Los crímenes de Oxford' un profesor de Lógica y su alumno desentrañaban una serie de asesinatos.
Presentada a concurso en el Festival de Cannes de 2023, 'El teorema de Marguerite' nos presenta a una extraordinaria estudiante en su último año de doctorado en la Escuela Normal Superior de Lyon (ENS), una de las más prestigiosas de Europa en el campo de las matemáticas. Marguerite (Ella Rumpf, Premio César a la actriz revelación) es la niña prodigio del campus y a la vez el bicho raro. Una friqui que va en pantuflas, objeto de envidia y burla de sus compañeros, siempre abstraída tratando de resolver la Conjetura de Goldbach, uno de los problemas abiertos más antiguos en matemáticas, conocido ya por Descartes.
«Para sobresalir en las matemáticas no basta con encontrar la solución, en responder a una pregunta. Hay que crear y llegar más allá de los límites», le alecciona su profesor, encarnado por Jean-Pierre Darroussin. La llegada de un nuevo doctorando procedente de Oxford, que descubre un error que invalida el trabajo de Marguerite en los últimos tres años, pondrá patas arriba su mundo. Abandonará el campus y se enfrentará a la vida como si fuera una niña. Pondrá a prueba unas emociones que nunca ha experimentado, porque para las matemáticas era mejor prescindir de ellas.
Marguerite se irá a vivir con una bailarina que le llevará a discotecas, experimentará su primer orgasmo y descubrirá que su genio para los números le puede resultar muy rentable jugando al mahjong. El humor dará paso a una predecible historia de amor en esta entretenida fábula sobre el despertar a la vida, la necesidad del trabajo en equipo y la magia de los números. «Todo matemático tiene una historia que contar sobre un colega que enloqueció, se volvió esquizofrénico, nunca se recuperó de un error o se suicidó», afirma la directora Anna Novion. «Es un campo que requiere tanto trabajo que el cerebro puede implosionar».
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