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«Las chicas buenas van al cielo, las malas a todas partes», se lee en una pancarta que tienen en el local las protagonistas de 'Las buenas compañías', el largometraje con el que la actriz y directora Sílvia Munt aspira a la Biznaga de Oro ... en el Festival de Málaga. Estamos en Rentería en 1977. Tiempos convulsos. Una asociación de mujeres jóvenes y combativas practica la sororidad antes de que supiéramos el significado de la palabra. Todavía faltan ocho años para que se legalice el aborto en España, así que socorren a las mujeres a las que no les queda otro remedio que acudir a aborteras clandestinas o tratar de poner fin al embarazo ellas mismas introduciéndose una percha o una aguja de punto poniendo en riesgo su vida.
Nuestra guía en esta historia de iniciación y despertar a la vida será Bea (Alicia Falcó, vista en 'Cuéntame'), una chica de 16 años rebelde y desconcertada, que no quiere seguir el destino de su madre (Itziar Ituño), que limpia la casa de unos burgueses del pueblo. Los días del verano que cambiará su existencia transcurren entre manifestaciones, lanzamientos de pintura al violador local y porros en noches estrelladas. Su amistad con la nieta de los ricos (Elena Tarrats), tan hastiada como ella, pronto dará paso a un nuevo sentimiento que le hará descubrir su sexualidad.
'Las buenas compañías', que llegará a los cines el 5 de mayo, se inspira libremente en hechos reales. La asociación de mujeres protagonista todavía existe. Más de 1.500 embarazadas cruzaron la frontera para abortar en Biarritz gracias a ella. De fondo, la cinta rememora el caso de 'Las 11 de Basauri', un sonado proceso judicial que impulsó la Ley del Aborto. Hace cuarenta años, el Tribunal Supremo tumbó una sentencia de la Audiencia Provincial de Bilbao que había absuelto a varias mujeres por interrumpir voluntariamente su embarazo. Los jueces habían tenido en cuenta su precaria situación económica y la falta de acceso a medios anticonceptivos, negados por los médicos de la Seguridad Social.
Eran mujeres casadas, de clase obrera, casi todas del barrio de El Kalero, que habían dejado sus trabajos para cuidar de sus hijos. El fiscal pedía seis meses de prisión para ellas y sesenta años de cárcel para la mujer que había practicado los abortos. Tras varios retrasos en el juicio, previsto para 1979, debido a la presión social y la atención mediática finalmente la vista se celebró en 1982. Nueve fueron absueltas y solo fue condenada la abortera tras tres años de pesadilla. Tras acogerse a indultos, el Tribunal Constitucional ratificó la sentencia del Supremo en 1985, el mismo año en que se aprobó la Ley del Aborto.
«Casi todo lo que sale en la película procede de relatos de viva voz de esas mujeres, que todavía siguen luchando», explica Sílvia Munt, que cumple 25 años detrás de las cámaras. «Ellas eran invisibles en aquella época, la gente estaba a lo que estaba y costaba mucho que les hicieran caso». No es la primera vez que una película aborda los años de la Transición en el País Vasco, sin ir más lejos la reciente 'Érase una vez en Euskadi', pero sí es original el enfoque desde el punto de vista de la lucha feminista y no desde ETA o el nacionalismo. «Yo tenía 17 años en aquel momento y parte de mi ser también está en la película», admite la realizadora barcelonesa. «Los adolescentes sentíamos esa rabia inocente por recuperar libertades. Yo era tan rebelde como Bea, una hija de padres separados que se tuvo que hacer mayor de golpe. Estas mujeres tenían cierta libertad para moverse, pero no salen en los libros de los movimientos de izquierdas. Las cosas de las mujeres pasaban inadvertidas».
'Las buenas compañías' recuerda en hora y media qué significaba ser mujer en este país hace poco más de cuarenta años. La valentía necesaria para llevar el pelo corto y huir del destino al que la sociedad condenaba. El peso de la familia, el de la religión y el del pueblo se hace insoportable para la protagonista, que tiene al padre en la cárcel y una madre asustada que manda callar cuando se habla del aborto. Suena el 'Nadie te quiere ya' de Los Brincos y en la feria se come algodón de azúcar antes del primer beso. «Mi madre murió el año pasado. Era una mujer culta y separada de una familia republicana, que murió con el secreto y la culpabilidad de haber cometido dos abortos en aquella época», descubre la directora. «Las mujeres vivían en soledad y en silencio este tema. Mis tres hijas, de 28 y 33 años, leyeron el guion y se sorprendieron de este pasado reciente, imprescindible para saber por qué estamos donde estamos».
Para Sílvia Munt, las reivindicaciones de aquellas pioneras se han empezado a conseguir hace apenas una década. «En 1977 chillabas, pero seguías encontrándote exhibicionistas. Las madres carecían de la amorosidad que ahora tenemos, sometidas como estaban a tantas presiones y a una cultura de hace décadas. Daba mucha rabia verlas calladas, como víctimas». Pero si alguien era invisible en aquel tiempo, eran las lesbianas. «Si lo sentías, no lo verbalizabas. Y mucho menos con la madre. Eso se vivía en silencio, no eras lesbiana, sentían atracción por alguien y con eso convivías. Los padres acababan aceptándolo, pero no verbalizándolo». 'Las buenas compañías' reivindica el derecho al aborto en un momento en el que el movimiento feminista aparece dividido. «Simone de Beauvoir decía que cada día que pasa aprendes a ser mujer», recuerda la realizadora. «El feminismo exige aprender continuamente, no anclarte en cuatro fundamentalismos. Y hay cuestiones muy delicadas. A mí me costó tener una posición sobre la ley trans o la legalización de la prostitución. El movimiento feminista no tiene que caer en la trampa de autoflagelarse, porque perderemos la fuerza. Hay que ser inteligente para encontrar un denominador común aunque haya diferencias en los grandes temas».
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