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«Si cierro los ojos, veo el techo de la habitación: amarillo». El nuevo documental de Isabel Coixet, presentado este jueves en la sección oficial de San Sebastián fuera de concurso, toma su título del escenario de las pesadillas que todavía siguen sufriendo un grupo ... de mujeres que hace veinte años soñaban con ser actrices. En 2018, nueve de ellas presentaron una denuncia contra dos de sus profesores del Aula de Teatro de Lleida, un centro con financiación municipal, por abusos sexuales a alumnos y alumnas ocurridos entre los años 2001 y 2008.
Fue demasiado tarde. Ya sea por miedo, por vergüenza o porque tardaron mucho tiempo en entender y digerir lo que había pasado, la denuncia de estas mujeres, apenas unas adolescentes cuando sucedieron unos hechos que se prolongaron durante dos décadas, llegó cuando el caso ya había prescrito y se archivó. Ellas tenían 14 y 15 años. Él, Antonio Gómez, profesor y director del centro en activo hasta hace tres años, pasaba de los 30.
En 'El techo amarillo' ('El sostre groc', en catalán), que se estrenará en cines próximamente, hablan siete de las nueve chicas que denunciaron: a Donosti han venido Violeta Porta, Goretti Narcís, Aida Flix, Marta Pachón, Miriam Fuentes y Sonia Palau. Coixet grabó el testimonio de todas ellas, pero dos prefirieron a última hora no aparecer en el montaje final. Alguna hasta daba un rodeo para no pasar frente al Aula del Teatro. La directora catalana las ha animado a volver al centro, incluida el aula del sótano, donde se cometieron muchos de esos abusos. La del techo amarillo.
«Ya que no van a tener justicia, al menos que este documental sirva de justicia poética», confía Isabel Coixet en San Sebastián, rodeada de las protagonistas de la historia, la mayoría actrices en activo que hoy trabajan en Madrid, Roma y París. «Yo soy un poco cínica, ya me gustaría que una película cambiara el mundo. Me siento un vehículo porque ellas necesitaban contar lo que les pasó. Y sobre todo las consecuencias».
Coixet conoció el caso a raíz de un amplio reportaje publicado por el diario 'Ara'. «Me quedé muy impactada por el rigor de la investigación. No habían dejado hilo por tocar. Ese techo amarillo me impactó». La directora habló primero con los periodistas y después con las propias protagonistas de la historia. Se puso en contacto con Vanessa Springora, la autora de 'El consentimiento', que cuenta en su libro la relación que tuvo a los 14 años con un escritor de 50. Pero al final no la incluyó en la película, que intercala testimonios actuales en el escenario de los hechos con imágenes de vídeos de hace veinte años: los ensayos, las representaciones y los viajes de las protagonistas y su profesor. Unas imágenes que no fueron nada fáciles de conseguir porque a veces estaban almacenadas en antiquísimos teléfonos móviles.
Antonio Gómez era un profesor carismático que deslumbraba a sus jovencísimas alumnas. Sus ejercicios actorales, siempre con contacto, piel con piel, tenían una fuerte carga sexual. Tocaba, besaba, repartía habitaciones en los viajes y dormía con sus favoritas. También mantenía relaciones con profesoras del Aula, que sigue en activo. «Tengo un recuerdo de familia, todo el mundo quería hacer el taller con él», recuerda una de las protagonistas. «Era alguien seguro de sí mismo, un dios para nosotras. Le admirábamos, lo que él decía se hacía». Otra afirma: «Fue mi primer romance, me mandaba SMS, me hacía perdidas. Sentía que alguien tenía un interés romántico en mí». En la película se llama al profesor, pero cuelga el teléfono. Antonio Gómez fue despedido del Aula de Teatre de Lleida, pero reclamó en los tribunales y consiguió una indemnización de 59.000 euros. Ahora parece que da clases en una escuela en Brasil.
reparación
marcadas para siempre
Coixet señala la paradoja de que el abusador ha obtenido una indemnización por despido improcedente y sus víctimas no hayan conseguido nada. «Lo dice Carla Vall, una de las abogadas. Todos estamos en contra de los abusos, pero en el momento en el que uno habla y rompe el statu quo y la paz social... '¿Por qué ahora? Deberías pasar página. ¿No exagerarás? Vas a hacer más daño que bien...'». La directora de 'Mi vida sin mí' sostiene que cada persona que ha sufrido abusos recorre su propio camino. «Unos se curan hablando, otros cierran la herida pero mantienen la cicatriz... Este documental no es una denuncia a una institución ni un auto de fe. Quería contar qué ocurre cuando pasa algo así, cómo quedas y cómo lo puedes superar. Porque ellas tienen vidas estupendas, trabajan y son madres».
Con todo, Isabel Coixet apunta que las víctimas que se han alejado de Lleida son las que mejor lo llevan. Dos de aquellas niñas no quisieron volver a subirse a un escenario, otras se hicieron profesoras de teatro. «Hoy piensan que si en sus clases hicieran lo que hizo ese señor... Espero que gracias a la película los adolescentes vean que hay cosas que un profesor no puede hacer».
OSKAR BELATEGUI
A Isabel Coixet (San Adrián de Besós, 1960) le gusta alternar la ficción y el documental. Su compromiso con la realidad de su tiempo se refleja en ambos géneros. Puede hablar del calentamiento global, como en 'La vida secreta de las palabras', irse con una tienda de campaña durante quince días al ya desaparecido Mar de Aral en 'Aral. El mar perdido' o firmar 'Escuchando al juez Garzón'. «Nuestro deber es decir que los abusos estaban mal hace veinte años y ahora», afirma. «No me vale que hoy tenemos el #MeToo y entonces era diferente. Las cosas estaban mal entonces y ahora».
La investigación judicial nunca negó la veracidad de los hechos, aunque estos hayan prescrito. Coixet se ha quedado con ganas de hablar con el monstruo. «Quería decirle que esto no es un tribunal. Sentía curiosidad por lo que tuviera que decir. Lo intentamos pero no salió. Quizá es otra persona ahora, igual ha reflexionado. Hay gente que cambia», confía. «No creo que el Polanski que tuvo la relación con aquella chica sea el mismo de ahora. Lo que hizo estuvo mal». Y estalla la directora: «Bueno, en realidad no pienso que la gente pueda cambiar...».
'El techo amarillo' servirá para denunciar que los delitos de abusos sexuales a menores prescriben a los diez años, algo «demencial» para la cineasta. «En Estados Unidos y otros países no es así. A mí me parece que hechos así no deberían prescribir, porque las víctimas lo arrastran durante toda su vida. Conozco personas a las que le han pasado cosas terribles de pequeño. Y están ahí, es un dolor que nunca se va y que te marca mal».
'El techo amarillo' también podría haber acabado como película de ficción. Su autora lo barajó, pero prefirió dejarse llevar por las sorpresas que depara rodar un documental. «Como cuando le pregunto a una profesora, se calla y me confiesa que era una de las que mantenían relaciones con él. Esos momentos son oro». La directora de 'La librería' sigue dejándose arrastrar por el romanticismo de un equipo pequeño en la carretera. «Soy muy guerrillera y aprendo mucho. Pero no había hecho hasta ahora un documental tan compacto y contundente».
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