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Naomi Scott da vida a Skye Rilei en 'Smile 2'.
'Smile 2', más de lo mismo en un contexto único e interesante

'Smile 2', más de lo mismo en un contexto único e interesante

Naomi Scott borda a una reina del pop acechada por un mal que dibuja siempre una estremecedora sonrisa en la segunda parte de la saga creada y dirigida por Parker Finn

Iker Cortés

Madrid

Miércoles, 16 de octubre 2024, 15:00

Había ganas de 'Smile 2'. Estrenada hace ahora un par de años, la cinta original superó todas las expectativas y se convirtió en la película de terror más taquillera de 2022, recaudando 200 millones de dólares en todo el mundo. Aquella cinta contaba cómo la psicóloga de un centro hospitalario, con un trauma considerable, atendía a una paciente que llega a la clínica con una crisis de ansiedad brutal. En un momento determinado, la joven tropieza y cae al suelo, aterrada por algo que solo está en su cabeza, y hace añicos un jarrón de flores. Y entonces, cuando parecía que se iba a morir, la paciente se levantaba con una aterradora sonrisa y procedía a rebanarse el cuello con un pedazo de cerámica. A partir de ese momento, la médico comenzaba a experimentar todo tipo de horrendas visiones, acechada por un mal desconocido que no le daba tregua.

La estructura de 'Smile 2', que este viernes llega a las salas de cine, es básicamente la misma y en algunos tiros de cámara incluso parece replicarse y homenajearse a sí misma -sigue planificando las secuencias de forma fantástica-, pero Parker Finn toma una decisión interesantísima: encajar la historia de terror en el día a día de una reina del pop. No en vano, en las notas de producción de la secuela, el cineasta llega afirmar que durante la realización de la primera película nunca se le ocurrió que tendría la oportunidad de crear una segunda. «Pero era consciente de que si iba a abordar una secuela, tenía que encontrar un personaje del que pudiera enamorarme de nuevo y algún elemento temático y emocional que se pudiera explorar», indica el director. «La clave para desbloquear la situación fue descubrir el personaje de Skye Riley». Porque la protagonista, a quien da vida Naomi Scott, es una artista a lo Karol G o Taylor Swift, a quien conocemos en el programa de Drew Barrymore. Es allí donde cuenta que se ha recuperado del terrible accidente de coche que sufrió junto a su novio que falleció en el impacto. Explica que la presión y la exigencia por la futura gira la llevaron a caer en el alcohol y las drogas y que perdió el control de su vida. Ya tenemos otro trauma.

Parker Finn, dirigiendo al terrorífico cuerpo de baile.

La artista, que siempre va acompañada por su madre y su asistente Joshua, pasó un año en rehabilitación y ahora se está preparando para un nuevo 'tour' que está al caer. Sin embargo, el accidente, además de dos cicatrices, una de ellas bastante severa, le ha dejado un dolor de espalda que solo consigue aplacar con vicodina, así que esa misma noche, a espaldas de su madre y después de los ensayos, decide ir a casa de un antiguo camello para que le proporcione el medicamento. Cuando llega allí, el chaval está colocado, alteradísimo y con un discurso inconexo. Tras un intercambio de palabras, el joven se mete en una habitación para sacar las pastillas pero cuando sale, después de un ataque de histeria donde señala a la nada entre la pared y el techo, cae al suelo ahogado. Skye está a punto de llamar a una ambulancia, pero entonces el camello despierta y cambia su gesto por una amplia sonrisa. Se levanta, toma el disco de una pesa y se machaca la cara hasta morir. Presa del pánico, Skye se larga y trata de seguir con su vida como si no pasara nada, pero pronto una extraña presencia, que toma diferentes formas humanas, comenzará a acecharla.

Una estructura muy similar

Comienza así una secuela típica, más de lo mismo. «Es mucho más desquiciada, más perversa, más sangrienta. Todo lo que le encantó al publico de la primera película, lo hemos multiplicado por diez», reconoce Finn en las notas de producción. Pero es atípica por el contexto en el que se desenvuelve y que acierta sobre todo a la hora de retratar la exigencia que viven quienes se dedican a girar con sus canciones por estadios de todo el planeta. Los extenuantes ensayos, las eternas sesiones de fotos y firmas, la locura de los fans, la soledad que experimentan pese a estar rodeados de personas, la presión por no fallar no solo a sus seguidores sino también a sus familia y a la estructura que, de alguna manera, vive de ellos... 'Smile 2' es, en este sentido, todo un ensayo de las consecuencias de la fama y Naomi Scott lo borda como víctima y juguete roto.

Pero como película de terror y pese a un comienzo espectacular, con un plano secuencia trepidante protagonizado por Kyle Gallner, que conecta directamente con la primera entrega, la secuela es más fallida que su antecesora, quizá porque abusa del 'jumpscare' y tiene más problemas para mantener la tensión. Sigue contando con secuencias impactantes, donde el gore se muestra en todo su esplendor, salvaje y sangriento, pero fuera de ese ámbito, cuando la oscuridad se adueña de la pantalla y el terror debería hacerse más y más insoportable, la cinta parece haberse hecho más pequeña. Tampoco ayuda el hecho de que se juegue, durante periodos de tiempo tan largos, con la idea de que todo puede ser una alucinación ya que cuando tomas esa decisión, todo es válido pero, de alguna manera, todo tiene también menos impacto.

Tres fotogramas de la película.
Imagen principal - Tres fotogramas de la película.
Imagen secundaria 1 - Tres fotogramas de la película.
Imagen secundaria 2 - Tres fotogramas de la película.

Pese a todo, 'Smile 2' es disfrutona y se ve sin problemas, además sigue teniendo escenas ingeniosas -ese cuerpo de baile de sonrisa perenne, el acto benéfico, las secuencias de baile- y mantiene un pie en el humor, con momentos hilarantes como cuando la protagonista busca en internet si el vómito puede dejar rastros de ADN. Con reflexiones interesantes acerca de que el éxito lamentablemente no lo es todo o la espiral autodestructiva en la que acaba entrando quien no lo tiene todo resuelto, la cinta concluye con un final abierto que, esta vez sí, puede cambiar algo las reglas del universo en el que se desarrolla la acción. En definitiva, una cinta de terror entretenida que entusiasma más por el contexto en el que se desenvuelve que por su capacidad para azuzar los miedos del espectador.

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