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«La bandera no es la encarnación del sentimiento, sino de la Historia». La cita pertenece a Woodrow Wilson, vigesimoctavo presidente de Estados Unidos, y sirve de arranque de 'La bandera', largometraje que adapta una obra teatral de Guillem Clua nunca representada: 'Al damunt dels nostres cants' (Encima de nuestros cantos), título tomado del primer verso del himno patriótico catalán 'El cant de la senyera'.
Esa bandera que nunca veremos a lo largo de la hora y 28 minutos del filme es la que planta en el jardín de su casa un viejo profesor de Historia, viudo y jubilado (estupendo Imanol Arias), que dicta sus memorias a una escritora (Ana Fernández). En sus recuerdos, la realidad se mezcla con la fabulación. Ha vivido acontecimientos históricos y ha conocido a algunos de los personajes clave del siglo XX. La catarsis familiar se producirá el día que invita a sus dos hijos a comer. Uno es un triunfador en los negocios, casado y a punto de ser padre (Miquel Fernández); el otro, un artista bohemio sin un clavo que lleva toda una vida viajera dando tumbos (Aitor Luna).
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El director Martín Cuervo ('Todos lo hacen' 'Con quién viajas') no esconde el origen teatral de la pieza. Salvo un flashback inicial en una escuela franquista, la acción transcurre en el salón de la casa que los hijos sueñan con heredar. El loco resultará al final el más cuerdo, que monta toda la pantomima para abrirles los ojos a sus vástagos y que redescubran lo que define su identidad como familia. «Todos elegimos la mentira más convincente. ¿No va de eso la vida?», se escucha en esta tragicomedia que no tuvo suerte en el palmarés de Málaga.
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