«Se vende piedra de tropezar en perfecto estado, solo la he utilizado dos veces»

Durante este periplo de reconversiones de las cuencas de León, hemos vuelto a repetir siempre los mismos errores que ya se manifestaron en aquella de 1991-92

Miércoles, 2 de junio 2021, 10:47

Ríos de tinta se han vertido sobre los fondos mineros que, como el poema de Jorge Manrique, se podría equiparar a su metáfora sobre la vida y la muerte. «Nuestras Vidas son los ríos que van a dar en la mar, que es el ... morir…», pues eso podría trasladarse a los dineros públicos de la minería, dineros e inversiones que no han podido evitar el final de unas cuencas mineras que dieron impulso energético al país y que ahora languidecen sin alternativa alguna de desarrollo.

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Durante este periplo de reconversiones de las cuencas de León, hemos vuelto a repetir siempre los mismos errores que ya se manifestaron en aquella de 1991-92, ayudas al empleo, incentivos al cierre y subvenciones a entidades locales para mantener artificialmente un nicho de empleo sin realmente ir a la raíz del problema, crear empleo alternativo que minimizara el impacto económico de los procesos de cierre. Sería estúpido creer que esta cuestión era sencilla, pero a estas alturas, nadie duda de que lo que se hizo fue más bien un impulso no meditado para evitar que la sociedad saliera a la calle y defendiera un futuro creíble. Un parche, una huida hacia delante que, no hace falta decir, siempre termina mal.

De aquellas empresas caza subvenciones, pasando por las agencias de desarrollo provincial y sus correspondientes polígonos industriales, no ha quedado nada más que aquellas iniciativas empresariales ligadas a emprendedores locales, sector empresarial autóctono y muchas infraestructuras (plazas, casas de cultura, pistas polideportivas…) de las que alguno se atreve incluso, a penar la responsabilidad en los propios alcaldes, olvidando que quien establecía las subvenciones, quien planteaba los criterios y fijaba los objetivos eran las administraciones superiores.

Podríamos debatir horas y horas sobre si esas inversiones han sido buenas o malas, yo soy de la opinión de que muchos ayuntamientos consiguieron un grado de desarrollo, desde el punto de vista de los servicios, significativo gracias a ese esfuerzo inversor. La duda estriba en si ése debió ser el destino de los mismos, y la respuesta es fácil, simplemente hay que dar un paseo por los diferentes pueblos mineros y lo que queda en ellos para concluir que hubiera sido mucho más fértil haber definido una estrategia clara de inversión favoreciendo la creación de empleos que fijaran población en las cuencas que lo que realmente se hizo.

Ahora, uno se debate entre aquellos que plantean e impulsan comisiones de investigación para depurar los vicios de antaño en el devenir de las inversiones de los fondos mineros y los que salen en la prensa con alcaldes mineros prometiendo empleos temporales ligados a los propios ayuntamientos, mientras siguen aprobando nuevas subvenciones energéticas o de infraestructuras, olvidando que este camino se lleva andando desde el pasado siglo. Y es que entre las loas y los datos económicos engordados artificialmente del Plan de Dinamización de los municipios mineros o la eterna promesa de los Fondos de la transición Justa, me viene a la memoria un chiste de esos de redes sociales, que con una foto de tremendo pedrusco decía «Se vende piedra de tropezar en perfecto estado, sólo la he utilizado dos veces…»

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