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Desde un confinamiento que amenaza con hacerse resistente y cuando muchas Administraciones atienden solo telefónicamente (por decir algo, porque raramente atienden) y la mayoría entendemos (o lo intentamos) que por culpa de la segunda ola de la pandemia no tenemos acceso a muchos servicios (incluso ... esenciales), los profesores, el personal de administración y servicios, el resto del personal de limpieza, cafeterías, fotocopiadoras, seguridad, y los alumnos de la Universidad de León seguimos defendiendo a diario con nuestra presencialidad en las diferentes Facultades y Escuelas la esencia de nuestro sistema educativo superior.
La Universidad de León, a la que tanto me enorgullece pertenecer, está activamente presente en la sociedad leonesa a la que no solo le debe su propia existencia; le debe, sobre todo, y más en estos momentos que en otros, convertirse en adalid de prestigio y ejemplaridad a la hora de formar en sus aulas a ciudadanos socialmente comprometidos.
Este es el reto que nos impulsa cada mañana, desde el primer día del curso, la motivación que nos anima (y sé que hablo en nombre de muchos) a adaptarnos e intentar hacer las cosas bien, garantizando con ello, en los mejores términos posibles, el desarrollo presencial de las diferentes enseñanzas universitarias.
Y ello pese a que acudir a diario a nuestras aulas, en los momentos actuales, resulta muy poco cómodo porque nos enfrenta a la primera línea de la COVID-19 (si piensan que exagero miren las cifras publicadas hace unos días) sin que ello se acompañe necesariamente del reconocimiento que debería llevar aparejado. Sin desmerecer a ningún colectivo, también en la comunidad universitaria es fácil encontrar auténticos héroes dignos de absoluta admiración. Y es que esta maldita pandemia ha puesto a prueba la capacidad de adaptación, la creatividad, el trabajo y la dedicación de mucha gente ejemplar que se ha tenido que enfrentar al cambio más drástico que jamás afrontado en el mundo de la educación superior.
Pues bien, en nuestra Universidad, todos nosotros, profesores, personal y alumnos nos hemos ido adaptando a velocidades vertiginosas a un sinfín de nuevas situaciones, intentando cada cuál ofrecer lo mejor de sí mismo.
Todos, sin excepción, nos hemos enfrentado a lo que ha hecho falta (y, además, de un día para otro), hemos cavilado fórmulas que nos permiten la mejora constante, hemos actualizado nuestros conocimientos virtuales, hemos investigado todas las plataformas y herramientas de docencia «on line» y sorteado con buena voluntad y con ingenio la falta de un apoyo institucional de las Administraciones que por razones presupuestarias llega tarde (o simplemente no llega) y siempre menor que el deseable. En definitiva, hemos puesto un gran esfuerzo y lo seguimos haciendo, cada uno desde su responsabilidad y sus cometidos, en demostrar que la educación es lo mejor que tenemos y que, por eso mismo, debemos mimarla si queremos que tenga el protagonismo que se demanda socialmente.
Por todas estas razones, un comportamiento como el ocurrido el pasado viernes en el Colegio Mayor San Isidoro, debido a un pequeño grupo de descerebrados (imbéciles, que dirían otros) y absolutamente anecdótico resulta también tremendamente injusto porque pone en entredicho la encomiable labor callada de tantos otros que se enfrentan a la realidad actual con sentido común y responsabilidad, fórmulas indispensables para garantizar la salud comunitaria y, con ello, también la presencialidad (tan importante) en nuestras aulas.
Este es el motivo por el que he querido aprovechar mi columna de hoy para, apelando a la responsabilidad que como colectividad se nos presupone, dar un toque de atención a aquella minoría que, sintiéndose por encima del bien o del mal, incumple las medidas y restricciones que nos afectan a todos, poniendo el foco de atención en comportamientos indeseables que manchan el buen nombre de la institución académica leonesa; eso sí, no por ello quiero dejar de reivindicar también desde aquí las altas dosis de vocación y el fuerte compromiso que la gran mayoría estamos demostrando con nuestra Universidad y con la sociedad leonesa, que creo que en estos momentos es lo destacable.
Y lo que digo, se lo aplico muy en particular a nuestros alumnos que, con carácter general, están teniendo un comportamiento impecable dentro y fuera de las aulas, cumpliendo con las medidas de prevención y seguridad que se les demandan y que nos afectan a todos. Personalmente, despertar con cada clase su curiosidad por aprender, activar su talento y su sentido crítico, me resultan absolutamente inspiradores y hace que cada día me merezca la pena.
Salir de la compleja situación que vivimos va a ser un auténtico logro que exigirá dosis enormes de responsabilidad a todos los sectores de quienes formamos, en el sentido más amplio posible, la comunidad universitaria leonesa, desde primero hasta el último. Nos toca arrimar el hombro y trabajar codo con codo para demostrar que, incluso en circunstancias tan difíciles como las actuales, seguimos luchando por esa «Universidad que todos queremos» con la que estrené esta columna de opinión.
P.D.: Un abrazo desde aquí a la Tuna de la Universidad de León a la que las circunstancias han obligado a aplazar su Certamen y del que tanto disfrutamos todos. Esperaremos impacientes el de 2021.
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