En los tiempos en los que vivimos podemos comprobar que están muy de moda los cambios en los modelos de producción y consumo de energía para conseguir que sean más sostenibles, y ahí entran en juego el aumento de las energías renovables, lo que dará ... lugar a una mejor preservación de nuestro ya deteriorado planeta. Esto es lo que se viene denominando transición energética. La nueva forma de entender el mundo en estos aspectos llevó al Gobierno de nuestra Nación a crear un Ministerio denominado de Transición Ecológica.
Todo esto está muy bien y, de hecho, ya me he manifestado en otras ocasiones a favor de este tipo de actuaciones, aunque siendo crítico en parte por cómo se hace. Así veo un «pequeño» problema como es si de verdad la política actual en estos ámbitos busca con ganas esta transición, si cuando se dejan de utilizar estos tipos de producción energética calificados como poco limpios llevan aparejada la búsqueda de alternativas reales a los territorios afectados por las mismas. Este modelo de desarrollo de estas zonas que pierden gran parte de su potencial económico con estas actuaciones debe tener en cuenta que es fundamental proceder a la búsqueda de recursos endógenos, unos recursos económicos que procedan de las capacidades internas de esas zonas afectadas.
Centrando más el tema, tenemos claros ejemplos de lo que hablo y así, sin ir muy lejos, en días pasados nos hemos enterado de que dentro de dos días se va a proceder a la demolición de las dos torres de refrigeración de las Central Térmica de la Robla. Se habla de que esta demolición de las dos torres de 100 metros de alto y casi 75 metros de diámetro le va a suponer un gasto de 13 millones de euros a la empresa eléctrica actual propietaria del complejo. Hay que recordar que la Central Térmica de La Robla cesó en su actividad hace dos años, dos años en los que no se han buscado alternativas efectivas a la pérdida de empleo que ha llevado aparejada. La necesidad de esta costosa demolición está más que en entredicho, ya que su derribo en primer lugar no genera ningún beneficio efectivo para este territorio, ya afectado por una crisis económica galopante. Pero además, hay que tener en cuenta que estas torres son un símbolo muy importante de la zona cuya destrucción seguro que no gusta en absoluto a sus gentes. No tengo duda de que sería mejor mantenerlas y buscarles un uso de algún tipo que las haga atrayentes tanto a nivel turístico como empresarial, algo que sirva para relanzar económicamente y no consista en destruir por destruir. Es necesario construir y no destruir, al menos sin opciones reales de desarrollo económico posterior a esta demolición. Y aquí es donde se aprecia perfectamente la carencia de transición energética a la que me refiero.
En definitiva, este tipo de actuaciones que parecen beneficiosas tanto para nuestro planeta como para sus gentes no siempre son efectivas y lo que se aprecia, no digo que siempre, pero sí en muchos casos, es una falta de voluntad política para conseguir unos objetivos que pueden ser beneficiosos para algunas cuestiones y claramente perjudiciales para otras. Ojalá quienes están al frente de estos Ministerios tan de moda últimamente se den cuenta de que van por mal camino si no tienen en cuenta estos inconvenientes que afectan de manera fundamental al desarrollo económico de muchos sitios, como ocurre con nuestra querida montaña central leonesa. A recapacitar…
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