Tonterías mías
A la última ·
Solo sé que don Ignacio Sánchez Galán cobra en un día lo que yo en un año y eso, tampoco hace falta que me lo restriegue, me hace sentir tonto.Secciones
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Solo sé que don Ignacio Sánchez Galán cobra en un día lo que yo en un año y eso, tampoco hace falta que me lo restriegue, me hace sentir tonto.En realidad, no sé muy bien a qué se dedica Sánchez Galán. Supongo que irá de despacho en despacho con una nutrida falange de edecanes, ejecutivos y secretarios, pero desconozco qué decisiones toma, qué estrategias decide, cómo ha conseguido llegar hasta ahí arriba, en qué ... restaurantes come, si alguna vez ha cogido un libro de la biblioteca o si va mucho al cine. Solo sé que don Ignacio Sánchez Galán cobra en un día lo que yo en un año y eso, tampoco hace falta que me lo restriegue, me hace sentir tonto.
No diré que esta tontería mía me pilla de sorpresa. Es algo que venía barruntando desde hace tiempo y no pasa nada. Cuando uno asume que es tonto la vida de pronto se vuelve sencilla. Fingirse inteligente y culto resulta agotador: hay que leer a los nóbeles bielorrusos, hay que ver películas iraníes en versión original, hay que escuchar ópera infatigablemente, hay que saber manejar un hierro del nueve, hay que descubrir lejanos matices de vainilla en cada copa de vino tinto. La tontería, en cambio, le quita a uno de cuidados y puede así dedicarse sin remordimientos al único pecado capital que vale realmente la pena: la pereza. Desde que el señor Sánchez Galán me llama tonto me siento, además, señalado por alguien importante. Leo que luego se ha disculpado, pero por mí no hacía falta, don Ignacio. Este subidón de autoestima no lo vivía desde que un día Stoitchkov, el futbolista, se giró hacia mí, que estaba gritándole en la grada, y me dedicó una peineta.
No obstante, siendo tonto de la manera profunda e irrevocable en que lo soy, debo decir que tampoco me parece muy inteligente que un empresario desprecie de golpe a tres millones de clientes, pero qué sabré yo, que no tengo ni medio MBA.
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