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Taxicómanos

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A la última ·

Viernes, 28 de febrero 2020, 00:13

Que las cabezas no están buenas ya lo sabíamos. Lo que no sabíamos es que, por culpa de este febrero loco al que le falta frío y le sobra un día, iban a empeorar: el lunes detuvieron en Cartagena a un tipo que intentaba huir ... en taxi tras perpetrar un atraco a una sucursal bancaria. Acabáramos: coger un taxi para escapar es más de Rufufú que de Dillinger. Lo que hubiera hecho Monicelli con esto. O los guionistas de «La que se avecina».

Recuperado del susto, el taxista ya tiene una anécdota que contar. Como los que dejan a Miguel Ángel Revilla a la puerta de la Moncloa o llevan a Pablo Iglesias a los debates electorales. Torra no, Torra ha llegado a la mesa de diálogo en coche oscuro, que viste más. Pero podría haber cogido un taxi: Karmele Marchante se subió a uno envuelta en la estelada y no pasó nada. Sería antes de que insultara a los taxistas llamándoles maleducados y sucios, también es verdad. Pero no seré yo quien se meta con el gremio del taxi, que una es usuaria activa. Por torpeza, claro, que tener carnet y no conducir es peor que no tenerlo, y que lo mío ya no se soluciona ni tomando unas clases de refresco en la autoescuela de Cuenca, la de «Famosos al volante». No me queda más remedio que seguir sufriendo cuando el taxi se queda atrapado en un atasco y veo subir el taxímetro, y comienzo a registrar la cartera buscando monedas por todos los rincones. A pesar de ello, agradezco esa tregua en medio del día, esa sensación de estar entre dos lugares, ese tiempo detenido que, a veces, sirve para algo: a Jabois, la primera frase de «Malaherba» se le ocurrió en un taxi mientras esperaba a que le cobrasen. No aspiro yo a tanto: con que me dé para media columna voy lista. Y le dejo hasta propina.

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