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La actriz Victoria Abril, protagonista de la cinta de Agustín Díaz Yanes 'Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto', de 1995
Nadie hablará de nosotras cuando hayamos sobrevivido a un crimen
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Nadie hablará de nosotras cuando hayamos sobrevivido a un crimen

Ponferrada no tiene memoria. Los políticos siguen mudos sobre la presunta tentativa de asesinato a la abogada y política Raquel Díaz, que lleva tres años esperando (sentadísima) el juicio a Pedro Muñoz. Ni un solo partido -ni uno- ha dado la talla en esta vergonzante historia de terror y cobardías que tanto recuerda al caso Nevenka. Mientras se esconden de los periodistas que sí preguntan, hay quienes ultiman el próximo pacto de gobierno

Jueves, 8 de junio 2023, 10:03

Al cumplirse tres años del espanto de Toreno, alguien -ni se sabe muy bien quién- quiso quizá limpiar su conciencia y se puso a organizar un acto en recuerdo de Raquel. No porque Raquel haya muerto, ni porque se hayan acordado ahora de lo que uno (el horror) y otros (el olvido) le han hecho, sino porque después de posar muy sonrientes en la rotonda de homenaje a Nevenka -dos décadas después de aquella otra vergüenza- debe de quedar súper feminista volver a sacar la pancarta y pegar cuatro gritos. Algo muy beligerante, del tipo de «¡no estás sola!», «¡ni una más!», «¡yo sí te creo!», «justicia para Raquel!».

Pensé que era una suerte que alguien se acordara al fin de Raquel en su ciudad, que las cosas habían cambiado, que se habían dado cuenta de que era impresentable que todos hicieran como si nada hubiera pasado. Pensé que ya que tanto insistían en lo mucho que les importaba su opinión, le harían caso y respetarían sus únicas peticiones: que no se politizara ningún acto, que nadie se aprovechara de su desgracia. Pensé que ni un solo político tendría la jeta de aparecer por los juzgados. Me equivoqué en todo.

Lo peor de un viaje eterno en un bus con mil paradas para los peregrinos fue llegar a destino. Llegué pelín tarde y ya habían escondido la pancarta, ya casi había terminado de «comparecer» ante los medios el todavía alcalde, ya habían terminado las incisivas preguntas (sic), ya se habían atrincherado en una sala los excompañeros de partido de Raquel y su presunto verdugo.

Siempre creí que los periodistas estábamos para eso, pero en las ciudades pequeñas casi nadie hace preguntas a los que mandan, no vaya a ser que se incomoden. No se debe ser impertinente con los políticos, no vaya a ser que se quejen al jefe modorro de turno y éste no sepa dar explicaciones al empresario que los financia, que curiosamente puede ser el mismo que colecciona medios de comunicación.

Si, por ejemplo, una vez en Ponferrada, te pones a hacer llamadas, corres el riesgo de quedarte sin respuesta, o de tener que conformarte con un audio absurdo como respuesta, por no hablar de cuando te pedían documentación imposible antes de contestar o un «compañero» impuesto por un gañán te acusaba de escribir para medios ponzoñosos.

Escribió Mann que la tolerancia es un crimen cuando lo que se tolera es la maldad. Así andan en el Bierzo, donde nadie parece haber aprendido nada. Sólo así se entiende que haya un alcalde que ha gobernado desde 2019 -tripartito PSOE/Podemos/CB-, que en tres años no haya querido hablar sobre un caso que afecta gravísimamente a uno de sus concejales (¡presunción de inocencia, por favor!) y que se presente en los juzgados para decir -ahora que parece que lo mueven de la poltrona- que «esto de Raquel», que todavía está sin juicio, «tensiona muchísimo». O para advertir sobre la posibilidad de otro tripartito en Ponferrada que daría el bastón de mando al PP, que gobernaría con los esbirros de Muñoz -han perdido votos pero han vuelto a conseguir dos concejales, a pesar de los pesares- y la connivencia de la ultraderecha. Y viene precisamente él a advertir a los ciudadanos que «Vox niega la existencia de la violencia machista».

Pero alcalde… ¿Acaso no ve que tampoco parecen admitir ni repudiar la existencia de esta lacra social los demás partidos con representación institucional en el Consistorio, que en tres años no han tenido a bien acordarse jamás de Raquel Díaz, ni mostrar sin paliativos su repulsa a lo ocurrido (la presunción de inocencia es un derecho fenomenal, pero la zarracina de aquel 27 de mayo de 2020 la ha contado ella, que está viva)?

No por esperadas las ausencias del acto de apoyo a Raquel fueron menos clamorosas. Es fácil echar cuentas: ¿Concejales, diputados, presidentes locales y regionales de partidos, colegas de profesión de la víctima, excompañeros de ella en Coalición del Bierzo, amigos y familiares? La cifra, la peor de las posibles.

¿Y qué dijo Raquel esa tarde cuando vio las fotos y los vídeos, cuando supo dónde andaban atrincherados los valientes sucesores del exlíder espiritual, que parece que pronto volverán a gobernar, contra toda lógica? ¿Cómo se quedó al comprobar que algún aguerrido político -varios- había consentido que desapareciera del comunicado la mención a la extraña actuación de la Policía Local cuando ella pidió auxilio al 112 en marzo de 2018? ¿Y qué dijo Raquel cuando vio tan pocos hombres entre un centenar de personas convocadas por la Plataforma contra las violencias machistas?

Ninguno supimos explicarle aquella tarde por qué si la decencia y el sentido de la justicia no van impresos en el género había allí tan pocos maromos enviándole su apoyo.

Al salir del centro donde sobrevive Raquel, repleto de colorines para celebrar el día de las familias, me acordé de aquella película de Díaz Yanes con Victoria Abril y quise readaptarla para titular esta columna de decepciones aplastantes.

'Nadie hablará de nosotras cuando hayamos sobrevivido a un crimen'. Vivas nos quieren, ¿no? Pero, si acaso, mejor mudas, no vayamos a molestar a los que tienen entre manos los asuntos importantes de la ciudad.

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