Una situación excepcional
Graciliano Palomo
León
Miércoles, 8 de abril 2020, 14:12
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Graciliano Palomo
León
Miércoles, 8 de abril 2020, 14:12
Según Antonio Guterres, Secretario General de la ONU, «El mundo se enfrenta a la peor crisis desde la Segunda Guerra Mundial». Así lo ha afirmado, sin el más mínimo paliativo, y esperemos que no se haya quedado corto. Por el momento España está entre ... los países más afectados por la pandemia del COVID-19, con un número muy alto de muertes a pesar de los abnegados esfuerzos de nuestro personal sanitario. Parece claro que las medidas de confinamiento y la calidad del Sistema Nacional de Salud comienzan a doblar la curva de la pandemia y el número diario de muertos e infectados va decreciendo paulatinamente. Pero la pandemia subsistirá por toda la tierra y causará además una depresión económica mundial sin precedentes.
La estructura económica europea ya no será la misma
El daño económico y social puede ser catastrófico para este país por nuestra obligada paralización productiva y por la del resto de los países que sufrirán la contracción. El turismo mundial se verá muy afectado y repercutirá fuertemente en España, habida cuenta de la importancia del sector turístico y todas las actividades dependientes del mismo en el conjunto del sistema productivo español. Por eso el Presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha encabezado una iniciativa europea de nueve países (Italia, Francia, Portugal, Bélgica, Luxemburgo, Irlanda, Grecia y Eslovenia) para diseñar una especie de 'Plan Marshall'. El objetivo es facilitar la 'reconstrucción' del tejido económico europeo, especialmente del español y del italiano, evitando un desastre social con millones de parados. No debe olvidarse que la estructura económica europea ya no podrá volver a ser la misma. Cuando quiera que se salga de esta situación ya nunca se volverá al punto en el que nos encontrábamos hace solo un mes.
Esta vez no.
Esta vez no puede repetirse la solución antieuropea de 2008. El principal instrumento para la reconstrucción deben ser gigantescos recursos financieros salidos del endeudamiento generalizado (coronabonos o como se les quiera llamar) sin el lastre austericida, discriminatorio, miope, ineficaz e injusto de los préstamos implementados para algunos países en la crisis anterior. Hasta el momento, la propuesta de los nueve países se ha encontrado con la oposición de algunos estados del norte entre los que se encuentra Alemania. Los encabeza Holanda con argumentos racistas similares a los que hubo que escuchar en la última crisis financiera. Otra vez Holanda, un paraíso fiscal que denuncia «riesgo moral» y exige rigor a los demás. Pero ahora la situación interna de la UE no es la misma: el presidente del gobierno portugués, Antonio Costa, se vio en la obligación de romper el protocolo diplomático y aparcar la cortesía lusa para calificar los argumentos holandeses de «repugnantes». Ahora ya se puede decir que siempre contaremos con un ministro holandés para confirmar las tesis de Elvira Roca Barea (Imperiofobia y leyenda negra) sobre la, para algunos, muy útil pervivencia de los prejuicios más rancios dentro de Europa. Con total naturalidad e insolencia enarbola esa bandera racista la creciente extrema derecha de algunos países del norte.
En las nuevas circunstancias resulta evidente para muchos comunitarios que la salida menos mala de esta grave situación exigirá una solución europea, no solo de país por país como siguen pretendiendo los mezquinos que incluso niegan el internamiento hospitalario a sus ancianos.
Estamos a tiempo
Si las circunstancias exigen unidad europea, también exigen una respuesta unitaria en España. La situación es tan grave y el futuro tan incierto que el esfuerzo de reconstrucción exige aglutinar todas las fuerzas políticas, empresariales y sociales para remontar la hecatombe provocada por el coronavirus. Aparecer unidos ante la UE para forzar un nuevo 'Plan Marshall' (o como se le quiera llamar) es el primer requisito que deben facilitar quienes tengan un mínimo de responsabilidad, sentido del momento histórico y altura de miras. Ya hemos visto, desgraciadamente, demasiadas exhibiciones de frivolidad partidaria, de insolidaridad territorial, de autoafirmación politiquilla y hasta han reaparecido las tentaciones cainitas que nos han acompañado en los peores momentos de nuestra historia. Se ha oido a tertulianos facinerosos llamar 'doctor muerte' a Fernando Simón, a trastornados independentistas catalanes y a la fanatizada extrema derecha apuntarle los muertos al gobierno y, cómo no, a quienes pretendían aprovechar la tragedia para forzar propuestas anticonstitucionales (estado de excepción…). También hemos visto a la mayoría de la población afrontando con entereza el confinamiento. Sobre todo hemos contemplado a la sociedad civil y al aparato del estado encabezados por el personal sanitario, las fuerzas policiales y el ejército cumplir con su obligación desoyendo las miserias que se reproducen en algunos medios de comunicación y especialmente en las redes sociales.
Tenemos en nuestra historia muchos ejemplos deplorables ante situaciones comprometidas, pero también los tenemos positivos que nos deben servir para afrontar la gravísima situación en la que estamos y la que se nos avecina. Estamos a tiempo de repetir unos Pactos de la Moncloa (o como se les quiera llamar) que nos permitan aparecer unidos ante la Unión Europea, afrontar unidos lo que queda de crisis sanitaria y encarar unidos lo que se nos viene encima de crisis económica y social. Estamos en el momento obligado para recuperar el consenso constitucional que facilitó el periodo más próspero y fecundo de nuestra historia contemporánea, incluyendo la construcción del estado del bienestar. Estamos a tiempo para frenar la polarización cainita y centrifugadora.
Nuestros responsables políticos, empresariales, sociales y mediáticos están a tiempo de ponerse a la altura de la ciudadanía que todas las tardes, a las ocho, aplaude desde las ventanas y los balcones, exhibiendo unidad, determinación y coraje para salir de la catástrofe y convertir la crisis en una oportunidad.
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