Otra ronda
A la última ·
Claro que me preocupan los problemas de distribución derivados de la huelga del transporte, pero más trastorno me produce que no haya yogures que echarse a la boca, sobre todo los que llevan bífidusA la última ·
Claro que me preocupan los problemas de distribución derivados de la huelga del transporte, pero más trastorno me produce que no haya yogures que echarse a la boca, sobre todo los que llevan bífidusLa primera cerveza que me tomé fue una Voll-Damm. Era la marca que bebían mis amigos. La recuerdo amarga, probablemente por contraste con aquel tiempo dulce. Y porque, hasta entonces, solo había bebido Coca-Cola y vino de pasas.
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Siempre íbamos al mismo bar. ... Era el peor bar de la ciudad, pero era el nuestro. Sucio, viejo y cochambroso, solo alguien con poco apego a la vida se habría pedido una tapa. Lo regentaban dos hermanos: uno, desdentado, te escupía al hablar; el otro llevaba un cinturón desgastado con una enorme águila de metal en la hebilla. Pesaba tanto aquella hebilla que, en lugar de sujetarle los pantalones a la cintura, se los bajaba, y él se los subía con el mismo gesto con el que John Wayne se ajustaba las cartucheras. Salía a la puerta a fumar en silencio, y allí aguardaba la caída de la tarde mientras saludaba a los vecinos con un meneo de flequillo y observaba a los parroquianos de la terraza como un sheriff vigila a los clientes del saloon. Solo se movía a nuestra señal para traernos otra ronda.
Por entonces, casi todo lo hacíamos por el morro: bebíamos la cerveza a morro, nos besábamos los morros, le echábamos morro. El morro, como el contacto, lo perdimos con los años, pero no el gusto por la cerveza. Yo no lo he perdido, al menos. Tampoco hasta el punto de vivir en una verbena diaria. Y claro que me preocupan los problemas de distribución derivados de la huelga del transporte, pero más trastorno me produce que no haya yogures que echarse a la boca, sobre todo los que llevan bífidus. La falta de tránsito por carretera va a acabar con mi tránsito intestinal. Así estamos. Nosotros, digo, porque el bar ya no está. Lo demolieron hace años. Como mi estómago. Como aquel tiempo dulce.
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