Gordon Willis, director de fotografía de 'El padrino', quería que la película tuviera el aspecto de un viejo álbum de fotos europeo. Hoy Europa no es otra cosa que un viejo álbum de fotos. Unas ruinas que visitar. Roma y Florencia. El Coliseo y el ... Ponte Vecchio. Y a la cabeza del país europeo un Draghi temeroso de Dios, es decir, de que los rusos dejen de comprar lujo italiano. El lujo de bolsos y los zapatos con grandes letreros de Prada o Gucci. Aunque Gucci, en la semana de la moda de Milán, esté cuestionando el lujo con su colaboración con Adidas. Da igual, es igual de caro. Claro que los temerosos dirigentes demócratas europeos no son don Vito Corleone, son peores por su carácter melifluo. El malo es Putin. Y quizá más tarde lo sea el chino.

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Tampoco me gustaría estar en sus pellejos de no poder pedir peras al olmo (palabras de Borrell). Que, vaya, nada de operación militar. Hendrik Ilves, expresidente de Estonia: «Occidente no puede echar a Rusia del SWIFT porque (vamos a nombrarlos) a Alemania, Hungría, Italia y Chipre no les importa la invasión y los muertos ucranianos. ¿Pueden al menos sancionar a los bancos y las empresas que EE UU ha sancionado y a sus responsables o es demasiado?».

Europa produce nostalgia de Europa. Hasta de la de la Guerra Fría, cuando cada uno estaba con su botoncito sin tocarlo (si acaso iba a Praga a poner orden). Claro que la Unión Europea es un mercado persa donde se negocia, se cede, se chantajea, se pierde, se gana. Pero, sobre todo, es una Europa de mercaderes sin un Cristo que los disuelva. Tampoco Bruselas es el Patio de los Gentiles. Y la OTAN, bueno, sólo si tocan a un país de la OTAN. El artículo 5, ya saben. La rima la hace Putin.

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