Vladímir Putin anuncia la invasión de Ucrania.

Putin, el feminismo y la guerra

Curiosamente estos días están callados como muertos los que han venido defendiendo a Putin en los dos extremos del espectro político, y es que el populismo y los rublos rusos siembran amistades extrañísimas en las ultras, derecha e izquierda

Eduardo Fernández

León

Miércoles, 9 de marzo 2022, 10:50

Desde hace unos años la Universidad de León me ha dado la oportunidad de colaborar en el máster de investigación en ciberseguridad. Es un acierto que en este, además de formar a los ingenieros informáticos en las destrezas técnicas necesarias para hacer frente a los ... desafíos tecnológicos de una hiperconectividad constante, que ya no requiere acercarnos al ordenador, sino simplemente abrir nuestro teléfono, se les forme también en cuestiones de planificación y estrategia en ciberseguridad y ciberdefensa.

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He venido insistiendo desde 2017 en esas clases en el peligro del expansionismo hipernacionalista de Putin y su visión mesiánica de restitución zarista que arrastra. Aquí pongo a los alumnos un video de Putin riéndose en la cara de Macron en Versalles justo después de que los hackers rusos hubieran distorsionado la campaña presidencial francesa en favor de Marine Le Pen, desafiando a Europa a que interviniera contra él. Acababa de hackear las presidenciales norteamericanas en favor de Trump, las presidenciales francesas para el Frente Nacional, el Brexit en favor de la salida británica y el prusés para Puigdemont. No es el único enredador en Rusia, si no, vean a Vladimir Zhirinovski manifestándose con estelada incluida.

Curiosamente estos días están callados como muertos los que han venido defendiendo a Putin en los dos extremos del espectro político, y es que el populismo y los rublos rusos siembran amistades extrañísimas en las ultras, derecha e izquierda. Unidos por el antieuropeísmo -se lo estarán comiendo hoy porque la UE y, sí, la OTAN demuestran que son imprescindibles- y la atracción por el autócrata quedan los populismos de toda especie.

Mi seminario de doctorado en la Fundación Ortega Marañón, que lleva el rimbombante título de «Gobernanza global y ciberseguridad», insiste en esa tesis del peligro de Putin. De la treintena de alumnos de ese seminario en el año pasado solamente tres compartían ese temor, dos ucranianas y un lituano. Es más fácil temer a Putin cuando sientes el aliento del oso ruso en el cogote que cuando crees que todas tus vulnerabilidades se vuelven riesgos y amenazas en el Sahel y por el yihadismo. Como si dos amenazas simultáneas fuesen incompatibles, que a la vista está que no lo son, cuando los propios rusos acuden a llevar asesinos sirios a sembrar el terror en Ucrania. Aún con menos fortuna me cansé de advertirlo en mi labor parlamentaria, en Defensa y en Seguridad Nacional. No porque uno sea muy listo, ni tenga virtudes proféticas, de las que yo carezco absolutamente, sino porque he dedicado algunas horas a seguir a los rusos académicamente. A los rusos les vale cualquier cosa que debilite a la Unión Europea, a Europa en general. Los yankis no hacen más que mirar de reojo a China y su centro del mundo es ya el Pacífico y no el Atlántico. Claro está, que ahora estamos en el ridículo absoluto de la disolución en la nada de la flamante Estrategia de Seguridad Nacional. Para los que no tengan gran idea de esto, que naturalmente será la inmensa mayoría, porque en paz nadie debería preocuparse por estas cosas, el gobierno español aprueba una estrategia definiendo nuestras debilidades y quiénes nos amenazan. Pues el 28 de diciembre pasado, no hace ni tres meses, nuestro gobierno, con proverbial anticipación, aprobó una Estrategia de Seguridad que es hoy papel mojado; ¿era tan difícil considerar a Rusia una amenaza para la seguridad militar, económica o energética? La anterior Estrategia, del PP, señalaba nuestra vulnerabilidad frente a las pandemias y no hace falta recordar que cuando esta llegó, pilló a la sociedad española desprevenida y a la administración española inerme. Un ciberataque masivo es una gran amenaza, a ver si cuando llegue nos sorprende menos que la pandemia y la invasión rusa. Menos mal que tenemos el Incibe cerca.

¿Qué le pueden importar estas cosas a los leoneses? Mucho, a tenor de los malos ratos que pasamos ente las pantallas de televisión viendo la devastación militar y lo que es simple y llanamente un conjunto atroz de crímenes contra la humanidad. La vergüenza de los refugiados en masa en la civilizada y culta Europa y las familias desgarradas enternecen en Kiev y en León.

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Y ahora resulta que las de la murga del no a la guerra han igualado al agresor, el presidente ruso, con las agredidas, las familias ucranianas, lo que destaca la hipocresía de esa parte del feminismo español que es más izquierdista que pacifista. Las armas agravan el conflicto, parece ser, pero ¿cuáles, los misiles rusos que caen sobre los civiles ucranianos o las que se entregan para su defensa? Les han invadido. Invadido. En el siglo XXI. ¿Dirían que la protección policial a una víctima de violencia machista es peligrosa porque las armas que portan los policías para defender a la víctima asustan e incitan a la violencia? No se puede ser tan hipócrita y tan dogmático. Que se lo expliquen al partido de la guerra con el que gobiernan. Si había que mezclar algo este año con el 8 M no era el no a la guerra, que solo podría ser el no a Putin, sino el sí a las mujeres ucranianas. Por supuesto quedan en la sociedad española, no digamos ya en todo el mundo, brechas y desigualdades intolerables para una sociedad avanzada y democrática. Creo que luchar contra ellas corresponde a todos y en esta medida el feminismo como ideología política, que es lo es, resulta menos eficaz que una orientación igualitaria para todas las ideologías. Pero no tocaba mirar para otro lado, homologando al asesino con las asesinadas, ni en los crímenes machistas españoles ni en la invasión ucraniana.

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