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Hay gente que se empeña en que España sea un país de cursis. Y viendo algunos titulares de prensa de los últimos días, también un país de redichos. Ahora resulta que la mujer de Sánchez, de la que no tenemos noticia de que se haya ... doctorado como su marido por la vía exprés, y ni siquiera graduado durante el tiempo en que la han colocado al frente de una cátedra de la Complutense sin haber tenido un grado superado, es primera dama. Primera dama. Cómo se les va la mano a los palmeros sanchistas en la competición por la cursilada del año. O como son hiperbólicos como aquella ministra que habló de la conjunción planetaria de liderazgo de Zapatero, por la cursilada del milenio. Primera dama, la misma que no sabe qué hacer por colarse en las fotos de los besamanos reales o por emular, sin protocolo o función pública que se conozca, a la mujer del yanki que saluda al aire y hace frases incomprensibles en el momento en que la nación más poderosa de la OTAN debía tener un liderazgo firme frente al oso ruso. Que venga Kamala ya.
Primera dama. Estarán pensando en una reforma de la Carta Magna para incluirla en el título constitucional del gobierno y cambiar todas las normas de protocolo españolas para que tenga el estatus que muy merecidamente los españoles han votado unánimemente que disfrute. Ya se sabe cómo somos los de la caverna, destilando bilis contra la primera dama, sin cuyo concurso inestimable la cumbre de la OTAN estaba destinada al fracaso más estrepitoso. Vamos a ver cómo se ponen de estupendos estos inclusivos cuando se pase en algún momento de primera dama a primer damo porque haya una presidente del gobierno. O presidenta si es que ustedes al de ahora lo llaman presidento; o si es que quieren denotar género, que es algo muy de nuestro tiempo. A mi me parece correcto que se diga presidenta -que está en el diccionario- como que se diga que es representanta de los ciudadanos (y ciudadanas) y garanta de nuestros derechos (no de nuestras derechas), como si quieren decir que una futbolista es atacanta, una soprano es cantanta, la ministra de Hacienda es muy impertinenta, aunque con sus medidas fiscales pueda parecer dementa, imprudenta y poco competenta, que la ministra de Igualdad, jotíanolovoyadecir, es inconsistenta, te lo juro tía. Me da igual cómo se diga, porque lo importante es dejar nota de que tenemos primera dama. Estoy que no quepo de alborozo.
No quedo de alegría, no de agrandar las lorzas con el tercer donut del día, no me sean gordófobos que estoy en plena semana del orgullo gordo, que también tenemos nuestro corazoncito. Y en un país inclusivo y deliberativo caben todos los orgullos y las orgullas. Con lo que falta por hacer por la igualdad. Procuro evitar ser intransigento para que nadie pasado de frenada me diga que estoy instalado en el odio en estos días en que los del Supremo estadounidense estamos que nos salimos. Si bien les confieso mi estupor, porque no distingo ya mucho cómo se computa el odio, que no sé si llamar maricón al ministro del Interior es, como a mi me parece, imperdonable o como le parecía a su colegui de gobierno, una anécdota, porque lo de maricón es sin marcación de odio o de zafiedad si lo dice una socialista, ya que no alude a la condición sexual. Supongo que a la política tampoco. Comprendan que necesite una guía arcoíris para saber en qué punto del insultódromo maricón pasa de forma de aludir, como decía Dolores Delgado, a vejación.
No entiendo lo más elemental, como para percibir los riquísimos y fructíferos matices institucionales de contar con una primera dama que atienda a la mujer de Biden, que hay que ver lo sola que habría estado la pobre comprando alpargatas por Madrid sin que la mujer de Sánchez la orientase. Ya sé que hablo de la mujer de y de la mujer de, pero por si no habían caído los del sanchismo repipi, a los que se ha votado en las urnas es a Biden y a Sánchez.
A ver, a los del sanchismo cursilón. No sabemos quiénes son las mujeres de los alcaldes socialistas de nuestra provincia; o de los parlamentarios. Los hemos (han) elegido a ellos y a ellas sin reparar, faltaría más, en sus consortes, o parejas, o apaños o lo que en cada caso resultare de aplicación, que ya saben que yo les soy muy tradicional y en esto me pierdo. Probablemente sean personas excelentes, entregadísimas a sus matrimonios, o parejas o juntamientos o familias o lo que quieran. Y a sus retoños, y a sus trabajos, y a sus amigos y hasta a la humanidad, sin tener que entregarse a la Transformación Social Competitiva, que es como se llama la cátedra de la que ha se ha hastiado la primera dama sin tener que graduarse. Y no por ello son primeras damas de León, de Astorga o de Magaz de Abajo, ni falta que les hace. Ni a ellas, ni a sus parejas, ni a la ciudadanía en general, porque ellas no se definen por lo que hacen sus maridos. Como tampoco sabemos quiénes son los maridos, parejas, amantísimos amigos o lo que sea de las alcaldesas y parlamentarias socialistas, ni falta que nos hace, porque no las han elegido por ser mujeres de nadie, sino por encarnar un proyecto político que sacó más votos que otros.
Aquí son todos muy modernos, pero en cuanto pueden, nos colocan una primera dama, sin funciones ni soporte democrático alguno, y la colocan a recibir, que me parece el peor servicio que se puede hacer en este caso, porque su participación se circunscribe a apretones de manos y fotitas glamurosas. Mientras otras mujeres, seguramente mucho mejor formadas académica y profesionalmente -aunque nunca hayan dirigido una cátedra en la Complutense- han preparado, impulsado y llevado a buen fin la cumbre, que ministras de Defensa ha tenido y tiene este país y muchos otros sin necesidad de florituras fotográficas. Mi hija acaba de terminar su Grado en Economía, vaya, ya no podrá ser nunca directora de la cátedra de la primera dama de Sánchez por exceso de titulación. Y si a algún cursi se le ocurriese que mi hija mereciera estatus de primera dama de algo y no por sus propios méritos yo bramaría y ella simplemente se reiría porque se la pudiese definir por ser dama de alguien que va primero, porque es más tolerante y alegre que yo. Mientras tanto, tenemos primera dama y se ha cubierto un gran hueco en nuestros corazones y en nuestras instituciones.
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