Fachada del Ayuntamiento de Salamanca. Laya

Una política en el grupo de padres

Abriendo el compás ·

De aquí no se va nadie hasta que no le dan un empujón porque la carrera de fondo, desde la cafetería de la universidad, ha sido intensa, se ha invertido mucho y no es plan de irse de aquí como concejal raso

Sábado, 22 de mayo 2021, 19:06

Hace unos días, en una reunión telemática del colegio de mi hijo Dimas, esas que ahora se hacen por 'zoom' y en las que tienes tiempo para ver la decoración de los participantes, si tienen gotelé, las fotos familiares o la orla de fin ... de carrera, una madre me escribió por whatsapp para preguntarme si me había fijado en la madre de una de las niñas, en el casoplón con chimenea y en sus cascos de alta gama. «¿Sabes a qué se dedica? ¡Seguro que es política!», sentenció.

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Ese simple comentario me permitió imaginarme la trayectoria de la supuesta madre política. Seguramente se iniciaría en ese arte, al igual que aquellos compañeros que veíamos en la facultad, haciendo méritos para entrar en la junta de estudiantes, un gran escaparate donde mostrarse al futuro mundo político de primera línea. Una vez allí, y tras organizar algunas pequeñas revueltas e invitar a algún café para ganar popularidad, es posible que algún partido la metiera de relleno en una lista municipal. Y una vez dentro, con suerte y con renuncias, acabaría llevando una cartera de las llamadas 'menores'. Con un poco de vista, y si no cometía demasiados errores, renunciaría a la dedicación exclusiva, lo que le haría ganar puntos para las siguientes elecciones, en las que, ahí sí, conseguiría un puesto importante. Luego la cosa es sencilla: quizá apuntarse a una Cofradía histórica, esquivar los enfrentamientos estériles y dar siempre la razón a los funcionarios. Así llegaría a formar parte de la ejecutiva del partido, pasaporte directo a las moquetas de verdad y a los despachos con bandera. Una vez en el paraíso: palco del Bernabéu, Ritz, Loewe, Horcher… Llegados a este punto, el objetivo es repetir.

Esta semana dos concejales de distintas ciudades han sido los protagonistas del panorama político provincial. Por un lado, el concejal de Salamancaque casi triplicó la tasa de alcoholemia y por otro, la concejala de León que ha metido contra las cuerdas a su alcalde por el absurdo empeño de colocar a un amigo al frente del Ildefe. El concejal de Salamanca ha visto truncada su prometedora carrera política y este martes, cuando el asunto ya no se podía aguantar más, dimitió con todas las de la ley. Hubiera estado bien que también se hubiese unido el concejal de Ciudadanos que, como defensa, realizó una 'performance' totalmente desafortunada y vergonzosa de las trompas que se coge la gente al volante. Si triplicar la tasa de alcohol en el coche es grave, lo de las declaraciones del colega del partido naranja son como para echarse a llorar. La concejala de León no ha dimitido, lo ha dejado a su manera. Es decir, abandona sus áreas y concejalías, pero se queda en la bancada. Algo que no se entiende porque si te vas, dejas el acta y que venga el siguiente. Si a la política se viene a servir y ya no sirves, no tiene sentido seguir, aunque fardes de carné viejo y desgastado de tanto usarlo. La conclusión es que de aquí no se va nadie hasta que no le dan un empujón porque la carrera de fondo, desde la cafetería de la universidad, ha sido intensa, se ha invertido mucho y no es plan de irse de aquí como concejal raso.

Finalmente, la madre de la compañera de Dimas, la supuesta política, no era tal. Es una persona que se paga su Internet y sus cascos de alta gama. Que si la toca soplar y los números no salen, no tendrá que dimitir. Y que si decide colocar a dedo a un amigo en su empresa, no cometerá ninguna ilegalidad. Una vida más allá de la politología. Ustedes y yo ya sabemos que afuera hace mucho frío.

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