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Nunca he sido machista ni feminista y supongo y creo que nada que termine en ista, simplemente creo que soy una persona normal que cree en la igualdad, de oportunidades y de trato. Casualmente nací con un cromosoma Y, lo que hace que en mi ... carnet de identidad y mis genes sea hombre. Y como hombre tengo un aluvión de sentimientos -vergüenza, asco, rabia, tristeza, pena- de que haya otros seres humanos que porque tengan el mismo cromosoma Y, y por eso, por regla general, más fuerza física que otros seres humanos que tienen dos cromosomas X, y que son mujeres, las peguen, las maltraten, las asesinen.
Es difícil establecer diferencias cualitativas según la causa de una muerte o una desgracia. A pesar de ello, pongamos algunos ejemplos. Si leemos que ha habido una «muerte natural» de una persona de edad avanzada lo asumimos con cierta naturalidad. Si es por una enfermedad incurable ocurre algo semejante. Si es por un accidente de tráfico «evitable» la muerte o las secuelas quizás duelen de una forma diferente. Si una persona quita la vida a otra en una pelea o es un asesinato ese hecho voluntario de matar duele de una forma especial, aunque la consecuencia última sea la misma. Cuando se dan muertes de mujeres o graves secuelas físicas o mentales a manos de hombres el sentimiento es atroz. No puedo entender qué le puede pasar por la cabeza a un hombre para que comenta semejantes barbaridades con una mujer, o con unos niños. No sé si tendrá un problema psiquiátrico o si la maldad en estado puro puede asentarse en la cabeza de un ser humano hasta esos niveles.
Entre reyes, virus, economía y las interminables predicciones meteorológicas de los telediarios, estos sucesos de malos tratos, y sobre todo sus consecuencias personales y familiares a medio plazo (cuando el hecho puntual ya dejó de ser noticia) están pasando a engrosar el saco de «otra noticia más» de la que salvo los allegados o la persona afectada todo el mundo se olvidará en unos minutos. Antes creía que era un problema que mejoraría con educación (soy un absoluto creyente de que la educación entendida a todos los niveles ayudaría a remediar todos los males de la sociedad). Ahora hasta tengo dudas de eso viendo algunos casos.
¿Qué nos queda? Una condena dura, no porque aumentar las penas sea directamente proporcional a una reducción del delito en cuestión, sino porque el culpable pague el precio justo al mal generado (no sé si mi amigo y gran penalista Miguel estará de acuerdo conmigo). Y ¿para prevenir? Muy difícil. Debiéramos de seguir dando un voto de confianza a la educación. Personalmente no me gustan mucho los «buenismos de Perogrullo». Decir que estamos en contra de los malos tratos la gente que no los comete es semejante a pedir la paz en el mundo. Este artículo no es un manifiesto en contra del maltrato sino de la vergüenza de que algún hombre sea capaz de ello y del dolor y rabia por la víctima.
Termino con algo más relajante. Cuando doy alguna conferencia sobre biotecnología de la reproducción asistida y digo lo de que los hombres no somos necesarios ni para el futuro de la humanidad (por la clonación y la gestación) veo las caras de incredulidad sobre todo de los hombres de más edad (a la vez que piensan algo así como «¿este traidor qué está diciendo?») y la sonrisa maliciosa de las mujeres de su quinta (a la vez que piensan «algo de eso ya me imaginaba yo... y como te pongas tonto te lo suelto en casa»).
La curva de progresión social y profesional que lleva la mujer en los últimos años es imparable. Empíricamente las cifras de resultados de oposiciones, estudios universitarios, actividad profesional, etc. es demostrativa de una posible superioridad intelectual en detrimento de la superioridad física. Conviene tener paciencia en este aspecto y no forzar igualdades artificiales a veces motivadas por fines espurios. Si hemos esperado cientos de miles de años posiblemente podemos esperar unas décadas para que la evolución haga su trabajo.
Mientras tanto, para lo que no nos debe de quedar nada de paciencia es para salvajadas sustentadas en una superioridad física.
De momento, y sin un ápice de demagogia, sólo me queda, como hombre, pedir perdón.
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