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Imagen de una clase de inglés.
Perder una generación o la reforma educativa que nunca llegará

Perder una generación o la reforma educativa que nunca llegará

Ya llegamos tarde, no para una reforma educativa sino para una revolución educativa que elimine de una vez y para siempre conocimientos que se repiten además año tras año a los alumnos y que realmente sirven de nada o de muy poco

Miércoles, 26 de agosto 2020, 10:59

Hay quien dice que es fundamental la asistencia presencial de los alumnos a los colegios, porque en caso contrario se ha llegado a decir que «se perdería una generación». Quizás habría que concretar a qué se refiere con perder y con generación, porque varios meses ... sin clases con la estructura docente actual es difícil pensar que conduzca a un grave e irreparable deterioro académico, educacional y profesional de los alumnos (¿qué pasa si un alumno enferma durante meses?, ¿le quedará una lacra imborrable en su educación?). Es más, en algunos países los alumnos cuando cumplen 18 años tienen un año sabático para aprender otros idiomas, viajar a otros países y pensar en su futuro y trayectoria profesional y vital. Y no les pasa nada malo. Todo lo contrario.

Parte del problema, con independencia del ámbito académico, es que los colegios también cumplen una función de parking de los chicos, y el descalabro familiar y social que se puede producir es tremendo si los alumnos no van a clase. Pero, sin frivolizar sobre la importancia de ir al colegio, con independencia de contagios, da la impresión de que la mayor trascendencia social de la ausencia de clases presenciales recae en la el conflicto sociolaboral y familiar, de conciliación.

Y esto, con ser también importante, no puede alejarnos del auténtico fondo de la cuestión, que es lo que aprenderían realmente durante esos 5 o 7 meses que, según las previsiones vacunarles tardaremos en volver a una razonable normalidad. O en los próximos 10 ó 14 años (hasta que lleguen a la universidad).

Me acuerdo: hidrógeno, litio, sodio, potasio, rubidio, cesio y francio. Esto me lo enseñó y lo recuerdo gracias al incuestionable argumento pedagógico de un profesor que nos hacía copiar la tabla periódica el doble de veces que el anterior alumno que había fallado. Claro que también tendrán tiempo en esos meses/años de leer «El cantar del mío Cid» (¿a los 14-16 años?), o de que sepan que para resolver un sistema de ecuaciones se puede hacer por igualación, reducción o sustitución. O de que les examinen de Física (Educación) preguntando por las dimensiones del balón de balonmano, la altura de la red en voleibol, o el peso de la pluma de bádminton. Todo ello trascendental.

Si es para eso, que lo es, qué más da 7 meses de clase más o menos (incluso 7 años). ¿Perderemos una generación? No hay problema, repetirán buena parte de las mismas enseñanzas o parecidas el curso siguiente. Y lo repitan o no, lo olvidarán a los dos días del examen.

Sabrán las fechas en las que nació y murió tal o cual escritor, o personaje de la historia, y de memoria los títulos de lo que escribió o de lo que hizo, pero no tendrán ni idea de la realidad de su obra y las implicaciones positivas o negativas. O sabrán la altura de la red de voleibol pero no practicarán ningún deporte.

Decía Erasmo de Rotterdam que «El colmo de la estupidez es aprender lo que luego hay que olvidar» ¿Significa esto que un estudiante no debe de tener más que habilidades y capacidades y ninguno o pocos conocimientos adquiridos? La pregunta es retórica, porque la respuesta es obviamente negativa. Pero esos conocimientos deben ser los realmente necesarios, y no he dicho útiles desde una perspectiva exclusivamente pragmática. «Dime y lo olvido, enséñame y lo recuerdo, involúcrame y lo aprendo». Lo dijo Benjamin Franklin, al que ya he recurrido en alguna ocasión con motivo de otros sucesos recurrentes, y muy molestos, como son la muerte y los impuestos.

TVE tiene una magnífica filmoteca donde se puede encontrar toda la colección del NODO. En uno de esos años encontré las declaraciones de José Luis Villar Palasí, Ministro de Educación desde finales de los 60 del siglo pasado. Decía el ministro -con una voz atiplada que parecían tener todos los personajes de aquella época, o que se oía así por el sistema de grabación, vaya usted a saber- que: «había que acabar … con los defectos del memorismo, basado en lo que el alumno recuerda y no en lo que sabe que, obviamente, no es lo mismo».

Asómbrense. ¿A que le suena? Esto es un déjà vu, verdad, (o paramnesia, para los que no gusten de galicismos)

Ya llegamos tarde, no para una reforma educativa sino para una revolución educativa que elimine de una vez y para siempre conocimientos que se repiten además año tras año a los alumnos y que realmente sirven de nada o de muy poco. Eso sí, mientras tanto los chicos en el parking, y los responsables educativos a lo largo de los años como la orquesta del Titanic.

P. D.: Hablamos de colegios, pero ya hay quien apunta que el Ministerio de Universidades debiera de llamarse Misterio de Universidades.

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