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Oportunos, inoportunos y la fama

Posiblemente todos hemos tenido comportamientos, comentarios o acciones que han sido inoportunas, alguna vez nos habremos dado cuenta y otras veces no

Miércoles, 23 de septiembre 2020, 10:21

Esta vez toca hablar de lo realmente interesante: Enrique Ponce y Ana Soria. ¿Es oportuna su relación? Pues para ellos sí, porque es su vida y no afecta a otras personas, más allá de la buena de Paloma Cuevas. Él encuentra oportuno salir con ... ella, joven y atractiva, aunque se lleven 20 o 50 años. Ella encuentra oportuno salir con él, maduro y atractivo, aunque se lleven... bueno, los mismos años que en la frase anterior. Sólo parece que la encuentra inoportuna Bertín, que ha salido en defensa de Paloma como si ella no pudiera defenderse, si es que se siente atacada o le apetece defenderse.

Pero, ¿quién no ha sido inoportuno alguna vez en su vida? Posiblemente todos hemos tenido comportamientos, comentarios o acciones que han sido inoportunas, alguna vez nos habremos dado cuenta y otras veces no. La cuestión está en que cuando la inoportunidad afecta o trasciende a una o a un puñado de personas la importancia se relativiza porque el número de «afectados« es mínimo. Si el niño llama a la puerta del dormitorio de papá y mamá en un momento inoportuno la cosa se queda entre tres (si no llama, y abre la puerta en ese mismo momento, la situación trasciende «verbalmente» a más personas, entre las que no están la madre que lo parió ni su padre, porque son parte implicada, pero sí puede afectar a familiares, santos, etc.).

Cuando la inoportunidad trasciende a millones de personas es algo bastante más serio para el que la padece y para el que la comete. No son pocos los personajes públicos que han tenido gloriosos momentos de inoportunidad. Seguramente que a muchos les viene a la cabeza una caída cazando elefantes en Botsuana: ¡que caída más inoportuna! Nadie está exento de ello, incluso el comité del premio Nobel, que vio oportuno concederle el Nobel de la paz a Obama cuando todavía estaba leyendo el juramento como presidente de EEUU. Claro está que ese premio no ha sido precisamente ejemplo de oportunidad desde que se lo dieron a Kissinger o a Yasir Arafat.

Según mucha gente ahora le toca el turno a nuestro querido o famoso Fernando Simón. También por circunstancias de la vida le he conocido personalmente y he compartido mesa y mantel con él. Persona afable y con alguna anécdota extraordinariamente jugosa relativa al caso del Ébola en España que, lamentablemente, no se puede hacer pública. Pero para muchos españoles ya cuando se fue a hacer surf no estuvo precisamente oportuno, y que ahora, en plena crisis de esta segunda ola, haya optado por marcharse a hacer submarinismo con un conocido aventurero o presentador de televisión a aguas mallorquines tampoco les parece demasiado oportuno. Y esto es así, según los partícipes de esta opinión, porque si el estar en la cresta de la ola de la fama depende de alguna actividad deportiva, lúdica, festiva, etc. (ya ve que no se incluye científica) puede ser interesante y aprovecharlo para salir en la tele. Pero si el estar en esa cresta y verse entusiasmado por la fama se sustenta por el hecho de que debajo de esa ola hay miles y miles de muertos y de enfermos del coronavirus, cimentando esa fama por ser el anunciador de esos números o medidas que no han podido frenar la epidemia, pues a esos españoles parece que hacer viajes para ir en globo por las calas del levante mallorquín, la práctica del buceo o espeleología, para salir en la tele porque se es famoso por la razón antedicha -y cuando se ruega restringir la movilidad, los contactos sociales, viajes no necesarios, actividades no imprescindibles, etc.-, pues no es precisamente el mayor acierto de oportunidad.

¡Qué difícil es sustraerse a las consecuencias de la fama! Yo mismo cuando recibo felicitaciones por mis artículos de compañeros como Susana me vengo arriba y casi dejo de hablar a los que me rodean (si usted es un lector joven esto debiera de ir acompañado de un emoticono de risa malvada, porque si no, igual se lo toma al pie de la letra) (si está más curtido por la edad debe de pasar al siguiente párrafo y olvidarse de éste).

Termino con algo que parece oportuno en estos días: Y cuando digo España (Ed. Arzalia), escrito por García de Cortázar, un bilbaíno capaz de recordarnos a los que hablan de España desde la ignorancia; y es que la canción de los vascos por excelencia, Maitetxu Mía, fue escrita por un granadino (Alonso), y Paco de Lucía se retiraba a la vizcaína Durango para componer sus maravillas. Estos, como el virus, no entendían de comunidades autónomas.

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